LA EVOLUCIÓN DEL CASO DARWIN

John Darwin, de 57 años, nuestro personaje de ayer, había conseguido realizar su sueño de desaparecer.

Una tarde fría de invierno de marzo del 2002, los vecinos del balneario de Seaton Carew lo habían visto embarcarse por última vez en su canoa roja, a pesar del viento reinante. No podían saber que estaban siendo testigos presenciales del inicio de una larga y curiosa historia.

Cuando los restos de la canoa y la chaqueta que llevaba el ex guardia de prisiones fueron encontrados varados en la orilla, temieron lo peor. Alertaron al Cuerpo de Salvataje, el cual, junto con la policía guardacostas emprendieron una búsqueda infructuosa a lo largo de 85 horas.

Su viuda, Anne Darwin, de 55 años, comunicó la tragedia a sus dos hijos, Mark y Anthony: su padre había muerto ahogado.

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Un año después, en el 2003, gracias a la inusitada sentencia de un juez instructor, según la cual se daba oficialmente por muerto a su esposo desaparecido, la mujer –ahora viuda oficial- cobraba el seguro de vida de su marido.

El primero de diciembre pasado -apenas días atrás-, en forma completamente inesperada, John Darwin se presenta en el puesto policial del barrio londinense de West End, como si hubiera vuelto de la muerte.

¿Qué sucedió?

¿Se cansó? Bien, ¿pero de qué?

¿Y por qué?

¿Qué lo llevó a interrumpir la escenificación de su propia muerte, si lo había hecho?

Según su versión, había perdido la memoria y no podía recordar nada desde que se había salvado, tras haberse estrellado con su canoa contra unas rocas en la playa del balneario de Seaton Carew, cerca del lugar donde vivía en Cleveland, noreste de Inglaterra.

Curiosamente, sí pudo dar su nombre completo, sus demás datos biográficos y su dirección.

Se dice que Darwin lucía en su resurrección, perdón, reaparición, uno de esos bronceados que hablan de largas estadías en países lejanos, con buen clima y mucho tiempo para gozar del sol.

No del invierno inglés. (Algo que no es posible reconocer en las fotografías que se publican estos días.)

No queda allí la cosa. El sueño de desaparecer darwiano, parece haberse convertido en la dura pesadilla de tener que reaparecer en la vida real, porque ahora resulta que tiene que enfrentarse a varios cargos.

Lo que podría haber sido un rarísimo caso de amnesia se ha transformado en un caso criminal.

¿Cómo pudo venirse abajo su tan –aparentemente- bien armado tinglado?

No se sabe todavía, pero me atrevo a sostener que la envidia y la vanidad humanas tienen que haber jugado un gran papel en la destrucción de este gran sueño –ilegal– de John Darwin.

Para empezar, su esposa había vendido la casa común mes y medio atrás y había partido con destino a Panamá. Había obtenido la bonita suma de 650 mil euros, casi un millón de dólares actuales por la venta.

Cuando John aparece en Londres presentándose en la estación de policía, todos se asombran, pero se dicen que bien podría tratarse de un raro –aunque muy selectivo- caso de amnesia.

Sin embargo, muy poco después, empiezan a aparecer, como parte de magia (negra, hay que suponer) varios de los ladrillos podridos de la construcción darwiana.

1. Una mujer que afirma conocerlos y que prefiere quedar en el anonimato, informa al Mirror que buscando casualmente en la Red, ha encontrado una fotografía del matrimonio, que data del año 2006. Año en el que nuestro personaje figuraba oficialmente como muerto y su esposa no podía tener –obviamente- noticias de él.

La informante, según su propia versión, se habría limitado a introducir las palabras John, Anne y Panamá en Google. (Hace inicialmente sentido, porque ya se sabía que Anne Darwin había partido hacia ese país semanas antes de la vuelta a la escena de su marido, después de vender su casa.)

La fotografía muestra a los Darwin –felices- en el balcón del que debía ser su nuevo domicilio conyugal y había sido tomada con fines publicitarios por la empresa vendedora para colgarla en su página digital. Hay una fecha acompañándola: Julio del 2006.

Las palabras de la informante anónima: «I’d like to nominate them for ‘World’s Dumbest’ awards».

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2. La policía se concentra primero en Panamá, el último destino de Anne Darwin y pronto descubre que la suma obtenida por la venta de su casa, ha sido transferida en su totalidad hacia un banco de ese país.

3. La casa vendida fue prácticamente abandonada. Todos los enseres se encontraban dentro cuando el nuevo dueño quiso tomar posesión de ella. Se dice que necesitó 15 contenedores para deshacerse de todo. (Según la BBC, habrían sido dos casas las que habría vendido.)

¿Por qué el apuro?

4. Ronald, el padre de John, un anciano de 90 años, al saber que su hijo vivía, dijo: “Siempre confié en que volvería”.

5. Ahora se sabe que John Darwin estuvo entrando y saliendo libremente de Inglaterra durante todos estos años, gracias a un pasaporte falsificado, a nombre de John Jones.

La principal pista la habría dado Robert Hopkin, un vendedor de catamaranes. Con uno de ellos, Darwin quería recorrer los mares del mundo.

En el 2005, tres años después de su desaparición, se quedó prendado de una de esas embarcaciones. Para asegurar que otro comprador no se le adelantara, dio 1.000 libras como adelanto y se identificó con su pasaporte a nombre de Jones. El dinero provenía de la cuenta de su ‘viuda’. La dirección coincidía con la de su anterior identidad.

Los Darwin se enfrentan ahora a varios cargos y acusaciones. Ambos ya han entrado en tantas contradicciones que, probablemente, pronto confesarán todo. El asunto ha tomado cada vez más los visos de una telenovela, de un culebrón; en este caso inglés.

Conjeturo que la envidia y la vanidad son las responsables de la resolución de este aparente misterio. Porque el caso no lo resolvió la policía. La balanza recién se inclinó con la re-aparición aparentemente voluntaria del ex guardia de prisiones.

¿Quiso adelantarse John Darwin a una posible denuncia en su contra?

¿Alguien lo presionó? ¿Fue chantajeado?

¿Se cansó, simplemente? (Difícil esto último.)

Envidia y vanidad, me digo.

No lo dijo Carlitos Darwin, el más famoso de los Darwin (no fue argentino), pero esos  han sido y siguen siendo los dos grandes ingredientes, compañeros de ese otro infaltable llamado traición, en nuestra evolución.

HjorgeV

Colonia, 08-12-2007

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