MISCELÁNEA DE MARZO

MANUEL RODRÍGUEZ RIVERO: SILLÓN DE OREJAS

Sillón de orejas es una columna fija del semanario Babelia que suelo esperar con impaciencia.

Su autor es Manuel Rodríguez Rivero, quien se define a sí mismo como un crítico editorial.

En su columna, artículo o página semanal babélica se dedica (y se divierte haciéndolo) a hablar del mundo editorial español.

Personalmente, admiro su tono crítico, entre desencantado y burlón.

Me agradan su atrevimiento denunciatorio y sus digresiones intercaladas, que muchas veces requieren una doble lectura para no perdérselas.

Me gusta su crítica ácida y velada de lo que sucede en el mundo editorial español.

Estamos destinados a morir. (¿Quién no lo sabe?) Bueno, pues. El camino es más alegre con gente como Rodríguez Rivero.

En su último artículo he encontrado un par de rarezas que me han llamado poderosamente la atención. La primera en el siguiente párrafo:

Además de las antologías conmemorativas mencionadas, Santillana publicará (también el 14 de abril) como plato fuerte y referencial un esperado Diccionario de americanismos (2.400 páginas) destinado a limar esos escollos y malentendidos léxicos que hacen que, por ejemplo, uno no pueda «coger» impunemente todo lo que quiera (incluyendo «conchas» en la playa) sin causar befa o escándalo al personal no gachupín.

Me quedé asombrado.

Para empezar gachupín es un término que creía conocer.

Para mayor seguridad, consulté el diccionario de la Academia:

gachupín, na.

1. m. y f. despect. Cuba, Hond. y Méx. cachupín.

cachupín, na.

(Del dim. del port. cachopo, niño).

1. m. y f. despect. coloq. Am. Español establecido en América.

Con lo del “personal no gachupín” se refería a nosotros los latinoamericanos, obviamente.

Muy bien.

Sucede, empero, que ‘coger’ es una palabra completamente usual en mi país, el Perú.

Por mis amistades argentinas, sé que en el país de Borges y Maradona tiene otro significado claramente sexual.

De allí que decirle a un argentino una simple frase como “Coge el teléfono” puede arrancarle una sonrisa aviesa. O un enfado; según.

Si hay que creer ciertos comentarios de internautas que he encontrado en un foro digital que pueden ver aquí, ‘coger’ también tendría ese significado sexual en México, El Salvador y otros países centroamericanos. Pero no necesariamente en Cuba.

Y en Colombia de ningún modo; como en mi país.

En Chile, se usaría en los dos sentidos, al parecer.

Sin embargo, Rodríguez Rivero parte de que es así en toda Latinoamérica. Lo cual no es cierto.

Mayor aún fue mi asombro, cuando consulté el diccionario de la Academia y vi ese error oleado y sacramentado como americanismo.

coger

intr. vulg. Am. Realizar el acto sexual.

Curiosamente (porque el diccionario de la Academia está plagado de curiosidades de este tipo) más abajo, entre los usos de ese verbo, la misma Academia consigna lo siguiente:

coger lo suave.

1. loc. verb. coloq. Pan. y P. Rico. No apresurarse o no enfadarse.

Con lo cual, tendríamos dos países más en los que el verbo coger mantiene su significado original.

Considero un claro error de la Academia esta generalización.

Por lo demás, la serie de incorrecciones, equivocaciones y falsedades de la Academia no es corta.

Se podría escribir todo un libro al respecto.

La Academia (no puedo evitar que lo de ‘real’ me siga pareciendo huachafo, o sea, ridículo y cursi) muchas veces ni limpia ni fija ni da esplendor, contradiciendo su lema (Limpia, fija y da esplendor, precisamente.)

(Ya hay quienes lo han comparado con el eslogan de un detergente.)

¿CABEZA O PIEL DE TORO?

Lo otro que me llamó la atención del último Sillón de orejas fue una expresión en el siguiente párrafo:

Con total seguridad, desde Rubén en adelante a los españoles se nos acabó el monopolio de la (gran) literatura en castellano. Y, desde mucho antes, al menos desde las independencias -ahora se conmemoran, también editorialmente, sus 200 años- los inquilinos de la áspera y adusta Piel de Toro no marcamos la pauta viva del idioma, ni somos sus amos en exclusiva. La RAE tardó en comprenderlo, quizás más preocupada en limpiar y fijar que en dar esplendor, pero ahora tiene bien aprendida la lección.

Obviamente, con Piel de Toro se estaba refiriendo a España.

¿Por qué?, me pregunté.

Al ver un mapa de España, lo que yo siempre he visto es el perfil o la silueta de la cabeza de un toro o de un bovino en general. Con sus dos cuernos, además.

Pueden verlo pulsando aquí.

Sin embargo, esa denominación -Piel de Toro- parece ser común en España y, por lo que he leído, tendría su origen en las descripciones de la península ibérica del geógrafo griego Estrabón:

… en cuanto a las formas es suficiente con representarla con alguna de las figuras geométricas (…) Iberia mediante una piel de toro…”

Este Estrabón, además de geógrafo era un chistoso:

Para empezar, esa frase es una tautología, es decir, una repetición inútil y viciosa.

¡Una forma (‘configuración externa de algo’, nos dice la Academia) siempre es una figura geométrica!

Además, por la forma de expresarse, uno podría pensar que una cabeza (o piel) de toro es una figura geométrica común o principal, como el punto (mismo), la recta, el plano, el cuadrado, el rombo.

Pero, de allí a ser “suficiente con representarla con alguna de las figuras geométricas”, hay una buena cabeza de toro de por medio. ¿O no?

Una piel de toro (el cuero curtido del animal) es más o menos como se muestra aquí:

http://imagenes.solostocks.com/z11611617/impresionante-piel-de-toro-normando.jpg

Todo esto me lleva a sospechar que el posible error se deba a que en la época del geógrafo e historiador griego Estrabón (Amasia, Ponto, 64 o 63 a. C. – 19 y 24 d. C.) el mapa de España sí tenía la forma de una piel o cuero curtido de toro, pero que los límites han cambiado con el tiempo y con ellos el perfil en cuestión.

TRILOGÍA HIPERSUCIA DE LA HABANA

Y ya que estamos en el tema lingüístico, les cuento que estoy aprendiendo castellano cubano.

En estos días he estado leyendo Trilogía sucia de La Habana, interesante -aunque por ratos cansador y ofensivo hasta el asco- libro que hace verdadero honor al adjetivo de su título.

Me resulta fascinante el hecho de encontrarme a cada vuelta de página con vocablos desconocidos, propios del habla cubana: candangaso, solavaya, jaba(d)o, acere, zanaco, jicotea, pulsa.

O expresiones de saludo como “¿Qué volá?”, que debe provenir, me imagino, de “¿Qué volada?”. (En mi país una volada es un rumor o chisme que se difunde rápidamente.)

El libro de Pedro Juan Gutiérrez, provocador como pocos, se lee bien. La mayoría son historias o relatos en los que el mismo autor es el personaje principal.

En ellos cuenta sus aventuras e impresiones de la vida cubana, sus cuitas, sus amoríos, su promiscua vida sexual, su bamboleo sin empleo fijo por la Cuba castrista y pobre, y sus desengaños con el régimen unipartidario, dictatorial en la práctica.

Leyendo a Gutiérrez uno se puede quedar con una verdadera sensación de suciedad sensorial. Así de sucia es su trilogía. Su afán pornográfico te lo restrega en la cara.

Empero, opino que lo mismo que le infunde su carácter atrabiliario y característico (esa suciedad, precisamente) termina debilitando al libro, a pesar de sus aspectos positivos, que no son pocos. (Gutiérrez es un narrador nato. De esos que uno puede llegar a perseguir para no perderse su relato.)

Como si su editor le hubiera dicho: “Escribe sucio, mucho más sucio, chico. Ahí tenemos una mina de oro, acere.”

Es decir, la provocadora suciedad está tan presente por todas las historias que termina resultando un recurso cansino, manido, sucio.

Con todo, un libro indispensable, aunque sórdido.

Que tengan un interesante fin de semana.

Que tengan un interesante fin de semana..

.HjorgeV 05-03-2010

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