Venían de separarse de Thom Bell, uno de los creadores del Sonido Filadelfia (soul sinfónico) y el que había apostado por el falsete nasal de Russell Thompkins, Jr.
La adopción de un pop más ligero con el célebre Van McCoy como arreglista, resultó desastrosa para la fama y las ventas de uno de los mejores grupos vocales de soul de EEUU.
Antes habían catapultado nada menos que una docena continua de éxitos a los primeros lugares de las listas de su país desde comienzos de los 70.
Sin embargo, el número de sus seguidores siguió creciendo en Europa.
Hasta el punto de conseguir en el Reino Unido su primer y único Nº1, y de ser una de las pocas formaciones con primeros lugares a ambos lados del Atlántico.
Traía de fábrica demasiado arte integrado y se pasó su corta vida buscándolo: mucha hambre para tan poco -inaceptado- cuerpo.
¿Bisexual? Simplemente sexual, respondía.
Dejó el mundo como había dejado Tejas una vez: con su mente «andando siempre en otro lugar muy diferente».
Con la música encontró una vía de búsqueda, pero también una gama química que iba desde la heroína, maltrataba el alcohol y no se detenía en el azúcar. (Su favorita –Southern Comfort– era una mezcla de estas dos drogas.)
La reina del soul psicodélico. Pintora, bailarina y arreglista. Primera mujer en ser considerada estrella del rock and roll. Perla.
Alma africana en cuerpo anglosajón. Solitaria del Club de los 27. Anhelo de vuelo permanente. Pasada de revoluciones, casi siempre.
Una voz como el saxofón de un jazzista enamorado del rock y con la energía y el aura de un exorcista.
Hoy habría cumplido 70 años.
Janis Lyn (Tejas, 1943 – Los Ángeles, 1970) acababa de encontrar su estilo. Con lo que también podía dar por terminada la búsqueda.
Se despidió en una anónima habitación de hotel: un cuadro de Hopper. Hastiada de recibir en el escenario el aplauso de miles e irse a dormir luego sola.
La inusitada alta pureza de la heroína que la ayudaba a olvidar su lugar en este mundo, esa madrugada se lo quitó.
Acababa de pasar por el estudio para escuchar la parte instrumental de Buried alive in the blues (‘Enterrada viva en el blues’) y le habían dicho que su novio se había ido con un grupo de recién conocidas a jugar billar.
En el parqueo del Landmark Motor Hotel la esperó en vano «su alemán»: un descapotable pintado psicodélicamente a mano. Adiós, Perla, adiós.
En 1993, con el corazón ya seriamente debilitado, casi ciega y las dos piernas amputadas por debajo de la rodilla debido a su diabetes, los médicos volvieron a recomendar su hospitalización.
Pero la gran Ella Jane (Newport News, Virginia, 1917 – Beverly Hills, 1996) ya solo quería pasar sus últimos días en casa, en compañía de su hijo Ray y su nieta Alice.
«Solo quiero oler el aire, escuchar el canto de los pájaros y la risa de Alice.»
En 1970, fecha de esta rara toma, Ella ya tenía serios problemas para actuar de pie.
Thomas John Woodward (Gales, 1949) la invitó a cantar sentados para la televisión en This is Tom Jones. (¿A que su peinado vuelve -alguna vez- a ponerse de moda?)
Haber pasado de vendedor de aspiradoras puerta por puerta a tener un programa propio también tenía ese tipo de ventajas.