STIEG LARSSON: LOS HOMBRES QUE NO AMABAN A LAS MUJERES

Con el derrumbe de hace casi una semana y casi simultáneo de mis dos computadoras, he perdido también mis apuntes sobre Stieg Larsson y sus tres novelas reunidas en la trilogía Millennium, así como las fuentes consultadas.

Sin embargo, escribir e indagar sobre este interesantísimo escritor sueco, de quien no se sabe aún si aparecerá una o más ‘nuevas’ novelas, es un vasto goce. Un mondo y lirondo placer.

(Acabo de pescar a la Real Academia en otra de sus no raras y supinas inconsistencias. Si bien ‘mondo y lirondo’ está consignada como expresión en su diccionario, no existe una entrada para ‘lirondo’; algo que puede llevar a pensar -contradictoriamente- que este término no existe o no debe usarse.)

Aún no se sabe si aparecerá una nueva novela de Larsson, decía.

Desde su tumba, le debe ser (no sé de esas cosas) imposible dirimir en el actual contencioso que enfrenta a su padre Erland y a su hermano Joakim, por un lado, con Eva Gabrielsson, la arquitecta sueca con la que vivió 32 años en unión extraoficial, por otro, sobre a quién le  corresponden las ganancias por los derechos de autor.

Leo en la versión en alemán de la Wikipedia que las tres novelas aparecidas póstumamente formaban parte de un ciclo de diez (difícil de creer), de las cuales la cuarta habría quedado incompleta al morir Larsson. Según la misma fuente, de las quinta y sexta existiríanlos respectivos bosquejos.

Ignoro hasta qué punto perdure la obra larssoniana.

Para mí, ya es una referencia personal absoluta y un clásico, comparable -en impacto- a lo que significó Raymond Chandler para el género negro el siglo que acaba de pasar.

CONTINUANDO

Sobre la obra de Larsson se debe haber escrito mucho, especialmente sobre el éxito comercial de sus tres novelas.

Sobre su calidad como tal, como piezas de narrativa, sin embargo, barrunto que no se ha escrito mucho. Me imagino, entre otras razones, porque los críticos literarios no se quieren rebajar o no se deben atrever a meterse en un terreno tan movedizo como el del género negro como ramo literario.

¿Son un simple pasatiempo?

¿Unas novelas de leer y botar, desechables?

¿Unas simples novelitas, en fin?

Curiosamente, ha sido nada menos que uno de los candidatos más cacareados cada año para el Nobel de Literatura, el que se ha decidido a salir en su defensa.

Y lo ha hecho con el encomio y entusiasmo de un joven adicto.

Me refiero a Mario Vargas y su artículo de opinión Lisbeth Salander debe vivir:

“…acabo de pasar unas semanas, con todas mis defensas críticas de lector arrasadas por la fuerza ciclónica de una historia, leyendo los tres voluminosos tomos de Millennium, unas 2.100 páginas, la trilogía de Stieg Larsson, con la felicidad y la excitación febril con que de niño y adolescente leí la serie de Dumas sobre los mosqueteros o las novelas de Dickens y de Victor Hugo […], demorando la lectura por la angustia premonitoria de saber que aquella historia se iba a terminar pronto sumiéndome en la orfandad.”

Personalmente, me atrevo a afirmar que la novela (me refiero a la primera, la única que he leído hasta ahora, mientras espero conseguir las otras dos en mi lengua) es –también- un tratado sobre el machismo, sus grandes debilidades intrínsecas como sistema de dominación intersexual y la violencia como una de sus peores facetas e instrumentos.

Es más.

Veo, personalmente, en Los hombres que no amaban a las mujeres (título que es una especie de concesión al original Män som hatar kvinnor, literalmente Hombres que odian a las mujeres) un catálogo y compendio de lo peor de la conducta de nuestra especie, especialmente de nuestros trastornos anímicos y de nuestra incapacidad para relacionarnos con nuestros congéneres de una forma inteligente.

Si una de las artes (de magia) de Larsson, decía en la entrada anterior, es convertirnos en admiradores de alguien que acaso al comienzo solo apreciábamos con la nariz tapada (perdonen la exagerada figura), la otra es la de presentarnos un devastador tratado de psicología y psicopatología humana en el formato de una verdadera novela de aventuras.

Pero hay más, mucho más.

* El valor de las obsesiones en nuestras vidas.

* Un temprano alegato contra el contubernio entre bánksters (mezcla de banquero y gánster) y el periodismo económico que debería ser crítico por naturaleza con los creadores del descalabro financiero mundial con el que ha empezado este milenio.

* ¿La imposibilidad simétrica de las relaciones amorosas sinceras?

* El poder del Estado sobre ciertas ciudadanos y la impotencia de estos.

¿Me detengo?

Y todo esto al margen del magnífico juego intelectual (para el intelecto) que -por lo menos- su primera novela es.

Vargas ha llamado imperfectas a las novelas de Larsson.

¿Existe el libro, la novela perfecta?

Obviamente, no.

¿Por qué su aserción, entonces?

Quién lo sabe.

(Sospecho una cura en salud. Llamando imperfecto a algo o alguien, a pesar de la admiración expresada, se queda en un limbo intermedio, en un sí pero no tremendamente profiláctico.)

(Manuel Rodríguez Rivero, articulista de Babelia, ha escrito algunas líneas con bastante gracia al respecto. Ver el segundo acápite de su artículo aquí.)

Incluso ante la opinión de Donna Leon (no he podido terminar ninguna de sus novelas, por soporíferas), según la cual en las novelas de Larsson solo habría maldad e injusticia, Vargas defiende con garras a Millennium:

“¡Vaya disparate! Por el contrario, la trilogía se encuadra de manera rectilínea en la más antigua tradición literaria occidental, la del justiciero, la del Amadís, el Tirante y el Quijote, “…es decir, la de aquellos personajes civiles que, en vista del fracaso de las instituciones para frenar los abusos y crueldades de la sociedad, se echan sobre los hombros la responsabilidad de deshacer los entuertos y castigar a los malvados. Eso son, exactamente, los dos héroes protagonistas, Lisbeth Salander y Mikael Blomkvist: dos justicieros.”

Pero Vargas, tan renuente, por lo demás, a comentar la obra de sus colegas contemporáneos, alaba y defiende poniendo un pie en la garganta del defendido:

“La novela no está bien escrita (o acaso en la traducción el abuso de jerga madrileña en boca de los personajes suecos suena algo falsa) y su estructura es con frecuencia defectuosa”

Lo de la jerga madrileña lo he sufrido en carne propia y es cierto, aunque también mínimo y se trata de un mal común a las traducciones.

¿Hasta qué punto es válido traducir las expresiones coloquiales del original valiéndose de las más o menos equivalentes del idioma meta?

El asunto es complejo (lo que tiene sentido en el idioma de partida y puede volverse un uso clásico en él, no tiene por qué suceder en el idioma de llegada) y debe haberse maculado con decisiones meramente mercadotécnicas.

Sobre lo de la estructura –supuestamente- defectuosa de Millenium que alude Vargas: dejémoslo allí, vamos.

(Al contar una historia todo vale, si se supedita ese todo al fin principal: contarla de la manera más interesante y lúcida.

Y Larsson lo consigue de lejos.)

¿O habrá querido decir Vargas que él la habría escrito mejor? (Ya intentó ser presidente una vez, por ejemplo.)

Y ya que hablamos de insoportables (perdonen otra digresión), justo por estos días se cumplen aquí en Alemania 60 años de la traducción al idioma de este país de Pippi Långstrump (Pippi Langstrumpf en los países germanohablantes, Pippi Calzaslargas en España, Pippi Mediaslargas en Latinoamérica), el personaje de la escritora sueca Astrid Lindgren.

El manuscrito fue rechazado inicialmente por los editores suecos de literatura infantil, alegando que de la protagonista, una niña de claras tendencias anarquistas y de nombre, aspecto y aventuras insólitas (“sin sentido”, llegaría a decir una editora), no se podía esperar que se convirtiera en ejemplo y figura de ninguna generación infantil.

Hoy su personaje es todo un icono aquí en Alemania, por ejemplo, y empieza -con retraso de décadas- a hacerse conocido en otros países y continentes.

¿A qué viene  todo esto?

Al parecer, Stieg Larsson, tras decidirse en el 2001 a escribir novelas del género negro por simple diversión después de su jornada periodística, habría intentado escribir una historia sobre los personajes Hernández y Fernández de Las aventuras de Tintín, para luego empezar a cavilar sobre cómo se desenvolvería Pippi (Calzas- o Mediaslargas) en la sociedad sueca del presente.

Así habría nacido el personaje de Lisbeth Salander.

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Continúa…

HjorgeV 29-09-2009

MILLENNIUM (I)

Conmocionado.

Así es como he quedado tras leer el primer libro –Los hombres que no amaban a las mujeres es el título en castellano- de la trilogía Millennium.

La vida de su autor, el sueco Stieg Larsson, se lee como una novela.

Para empezar al revés, una anécdota reciente, ocurrida en la reunión de la CWA británica (la Criminal Writer’s Association) del verano europeo que se acaba de ir.

Se dice que en la cena de premiación de este año de la asociación, empezaron a llamar a voz en cuello a uno de los nominados (no ganadores) para que saliera en la foto.

Se referían a Larsson.

Quien, obviamente, no se acercó para salir en la foto.

El pedido para posar le había llegado muy tarde. Cinco años, concretamente.

Karl Stig-Erland Larsson (Umeå, 1954-Estocolmo, 2004), murió por un fallo cardíaco a los 50 años, poco después de entregar el manuscrito del tercer libro de su trilogía y pocos días antes de que apareciera publicado el primero.

En otra palabras: murió inédito.

Según la versión oficial, como buen trabajólico que era, se había pasado tres años escribiendo y corrigiendo sus manuscritos de noche después de sus labores como periodista, y el insano esfuerzo realizado le había reventado el corazón el día que encontró el ascensor averiado y tuvo que subir a pie los siete pisos hasta su oficina.

Tras sentarse frente a su computadora con un dolor opresivo en el pecho, empeoró su malestar y murió en el hospital de un infarto de miocardio. Un martes. Noviembre.

Al parecer, se había mantenido a lo largo de la escritura de Millennium con una dieta casi estrictamente vegetariana: tabaco y café, a golpe de 60 cigarrillos diarios y litros y litros de la oscura droga líquida y estimulante.

Había empezado a escribir novelas en el 2001 más o menos como diversión y, tres años después, consciente de que había escrito una obra importante, había comenzado a fantasear con su compañera de más de tres décadas (32 años), Eva Gabrielsson, una arquitecta sueca, sobre qué hacer con el dinero que ganaría con sus novelas.

Deseo dejar para más adelante el resto de su biografía y concentrarme en el libro que acabo de leer.

Me sucedió que me encontraba en España (como vivo en Alemania, cada viaje a la Madre Patria es un motivo para pasarme horas de horas en las librerías hojeando novedades y clásicos) cuando se publicó la primera novela de Larsson.

Desconfiando del mercado editorial, me armé de valor y no le di importancia al fenómeno: ¿cuántos autores y libros han aparecido como flores de un solo día o cometas proclamados como especialmente rutilantes, solo para desaparecer sin mayor pena ni gloria en la inmensidad papelera?

Sin embargo, en mi último paso por España, este verano pasado, no pude soportar la curiosidad y me paré a leer en una librería sevillana el libro que acabo de terminar con ingente pesar.

Pensaba hojearlo y seguir con mi tarea husmeante.

La carátula me pareció, de arranque, un simple truco mercadotécnico más. (Baste decir que por la portada no habría comprado de ninguna manera el libro.)

No obstante, cuando volví a levantar la vista, me di con que había leído más de cien páginas de golpe y había dejado de atender una cita.

Días después, antes de iniciar el retorno a esta mi segunda patria alemana, lo adquirí en una pequeña librería con el fervor de quien compra un anillo de compromiso (el mío lo perdí jugando al fútbol y mi esposa me lo creyó: era verdad, después de todo) y al llegar a casa lo dejé reposando en un rincón: reservado.

Con los buenos libros me sucede que los ataco con mucho respeto y paciencia, sabiendo que de resultar verdaderamente buenos, son como una vida bien vivida: no por ser bueno el paso que se da, deja de ser también un inevitable acercarmiento al final.

APARCANDO A VARGAS

Con Los hombres que no amaban a las mujeres me ocurrió algo peculiar, porque regresé a él por una curiosa cadena de descuidos, olvidos y casualidades.

Me encontraba leyendo (aburriéndome con) un libro equis, cuando me acordé de que el de Larsson me esperaba en algún lugar de mi casa.

Al buscarlo donde creía que lo había dejado, no lo hallé.

¿Qué diablos se había hecho el bendito libro de cubierta negra?

Armándome de valor, me puse a hacer orden entre mis cosas e hice un descubrimiento monstruoso: una de las mejores novelas que conozco, que debo haber leído más de cinco veces y que creía perdida, se encontraba en un conspicuo grupo de libros que también había reservado y que seguía sin leer.

La lista era interesantísima:

En busca de Klingsor, del mexicano Jorge Volpi.

Guía triste de París, de mi compatriota, el compulsivo plagiador de artículos ajenos (perdonen la redundancia), Alfredo Bryce.

El dardo en la palabra, del genial cascarrabias, el desaparecido maestro Fernando Lázaro Carreter.

Y la novela  a la que me refiero y que no me cansaré de releer: Conversación en La Catedral, de Vargas.

Así es que retomé Conversación con el entusiasmo y la devoción de quien, habiendo perdido a la novia amada, recibe una segunda oportunidad en la vida.

Entonces, ¡juácate!, por esas cosas que tiene una vivienda de varios pisos en la que habitan seis personas, se me extravió Conversación.

¿Dónde diablos la había dejado el día anterior?

Me sentí tan desgraciado, que intenté recuperar el ánimo escribiendo en esta bitácora sobre la novela de la que el mismo Vargas afirma que si tuviera que salvar del fuego una sola de todas las suyas, no dudaría en hacerlo con la de Santiago Zavala y su pregunta cada vez más globalizada: ¿En qué momento se había jodido el Perú?

Por lo menos, yo, me había jodido al perder al extraviar mi ejemplar de Conversación.

No es una exageración. Así de desdichado me sentía. Pero, entonces, haciendo más orden, encontré una segunda novia y una nueva oportunidad.

Doy un salto en el espacio y el tiempo.

Millennium 1 tiene un final agridulce.

Hasta llegar allí, me pasé un par de maravillosos días acompañando las aventuras de Mikael Blomkvist y de Lisbeth Salander (una especie de pareja dispareja de héroes bizarros) y sin querer que cesaran jamás.

Imagínense una versión punk y esmirriada (de poco más de 40 kilos de peso) de la Mujer Maravilla con tatuajes, perforaciones y colgajos metálicos, la indumentaria y el color y corte de cabello correspondientes.

Fantaseen ahora que, a pesar de su aspecto, de su conducta autista y de ser considerada antisocial y legalmente no responsable de sí misma, terminan apreciándola y sufriendo con ella. Queriéndola, en otras palabras.

Esa es una de las magias de este libro de Larsson.

Pero solo una de ellas.

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HjorgeV 23-09-2009

JUANES: PAZ SIN FRONTERAS EN LA HABANA

EL CONCIERTO BLANCO EN LA ISLA JUANA

Vivimos tiempos confusos, de una especial confusión.

Los que te prestaban el dinero con saco y corbata han resultado ser los más grandes gánsters.

Aquí en Alemania, la canciller Angela Angie Merkel llamando de la derecha social a su partido.

Al sur de Europa, los italianos tienen a un presidente con la brillante capacidad para presentarse como lo contrario de lo que es. (Lo dice el escritor Andrea Camilleri.)

Y ayer domingo, en La Habana, más de un millón de personas vestidas de blanco en un concierto permitido y co-organizado por las autoridades cubanas para gritar que es tiempo de cambiar.

Y nada menos que en la mismísima Plaza de Revolución; sí, en el santuario donde hasta hace no mucho Fidel lanzaba sus discursos (otros dirán peroratas) de horas.

Y todo eso con un sol cayendo a plomo.

El concierto que el exilio duro de Miami quería boicotear a toda costa y que consideraba “un regalo al régimen dictatorial de los hermanos Castro” empezó con un mensaje de la portorriqueña Olga Tañón:

“Les damos un abrazo fraternal lleno de amor, de hermandad y de paz de parte del exilio cubano, por parte de los que nos apoyaron y por parte de los que no”.

Es una gran paradoja, sin duda -¿qué otro término usar?-, que el régimen dictatorial de los hermanos Castro haya permitido la segunda edición de Paz sin fronteras dentro de sus fronteras y que el concierto en la Plaza de la Revolución empezara con una frase en inglés (el idioma del enemigo) de la misma cantante boricua («Cuba y Puerto Rico son / de un pájaro las dos alas» escribió su compatriota, la poetisa Lola Rodríguez de Tió):

“It’s time to change”.

Es tiempo de cambios. Es hora de cambiar.

(Paz sin fronteras es una serie de conciertos gratuitos multitudinarios ideada por el colombiano Juanes, que se inició el año pasado en la frontera entre Venezuela y Colombia con motivo del conflicto entre estos dos países y cuya tercera edición está para el próximo año en la frontera entre México y EEUU.)

El colombiano Juanes no lo ha tenido fácil.

Sobre él han pesado amenazas de muerte y sus discos han sido destrozados a mazazos públicamente por el ala más radical del exilio duro de Miami: los enemigos del régimen dictatorial actuando al estilo de los más fieros dictadores.

El español Miguel Luchino González Borlino, más conocido como Miguel Bosé (hijo de un torero famoso, Luis Miguel Dominguín, y de Lucía Bosè, vendedora de una pastelería, Miss Italia en 1947 y luego actriz), es el otro artífice de estos conciertos. (Bosé, no Bosè, nació en Panamá.)

El público, más de un millón de personas, en su mayoría jóvenes, cubanos y vestidos de blanco, gozó de lo lindo durante cinco horas y a temperaturas de de más de 32º C, como si le importara un pito la gran controversia desatada por la iniciativa de Juanes, quien llegó a dudar varias veces de su proyecto y no solo por las amenazas de muerte del exilio cubano de Miami.

Qué tiempos más confusos.

Los Castro permitiendo un concierto –vamos a decir- pacifista dentro de las fronteras de su dictadura y el exilio del País de la Libertad, con mayúscula, clamando por la interdección -por lo menos temporal- de la libertad de expresión para los músicos de Paz sin fronteras.

La lista de participantes, dieciséis, en orden cuasi alfabético, obtenida de la Wikipedia (Paz Sin Fronteras II), era la siguiente:

* Amaury Pérez (Cuba)
* Danny Rivera (Puerto Rico)
* Juan Fernando Velasco (Ecuador)
* Jovanotti (Italia)
* Juanes (Colombia)
* Juan Luis Guerra (República Dominicana)
* Luis Eduardo Bauté (España)
* Miguel Bosé (España)
* Olga Tañón (Puerto Rico)
* Orishas (Cuba)
* Silvio Rodríguez (Cuba)
* Los Van Van (Cuba)
* Carlos Varela (Cuba)
* Víctor Manuel (España)
* CuCu Diamantes y Yerba Buena (Venezuela / Cuba)
* X Alfonso (Cuba)

(Como la Wikipedia no es infalible, ya he detectado por lo menos un error en la lista. Al cantautor, cineasta, pintor y poeta español nacido en Manila, Filipinas, Luis Eduardo Aute, le han endilgado una be inicial y una tilde final inexistentes a su apellido.)

(El País, por su parte, consigna solo quince participantes.)

Desconozco si este concierto ha servido “para avalar al gobierno de Raúl Castro”, como se han quejado los cubanos del exilio miamense.

Tampoco sé si la gente más fue a gozar de un concierto gratuito -relajo dominical- que a pensar en la paz.

Lo cierto es que los de Miami deben haber reventado de rabia y los Castro tienen que haberse regocijado de contento.

Si ese es el camino para que en Cuba, en plena Plaza de la Revolución, alguien pueda decir (y cantar) libremente que es tiempo de cambios, que es hora de cambiar, ¿por qué impedir que cunda el canto de reconciliación de Juanes y no alegrarse porque la congregación de 1.150.000 de personas pueda ser el principio de una gran transformación?

Les dejo una curiosidad hallada en las redes de la Red y desconocida para mí como no cubano.

Juana, fue el primer nombre de Cuba.

Así denominó Colón a la recién ‘descubierta’ isla de Cuba en honor a Juan de Aragón y Castilla, único varón de los cinco hijos de Fernando II el Católico e Isabel I la Católica, los patrocinadores de los viajes aventureros del almirante genovés.

Pero Juana también se llamaba una de las cuatro hermanas de Juan, nacida un año después que él, conocida históricamente como Juana la Loca (1479-1555).

La reina nominal y demente, cuyo padre, al no saber qué hacer ante su evidente desequilibrio mental decidió encerrarla en un palacio para evitar que se formase un partido de nobles oportunistas en torno a ella.

Como habría dicho Tres Patines:

¡Cosa más grande en la vida, chico!

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HjorgeV 21-09-2009

EL GRAN VILAS

Como de niño me interesaba en las mañanas por el fútbol, en las tardes por más fútbol, pero eso sí, al anochecer también por el fútbol, me perdí al gran Vilas.

Un amigo del barrio conocido como esnob trataba de mantenerme al tanto de las hazañas del argentino que popularizó el tenis en su país, pero su entusiasmo por ese deporte me dejaba tan frío como a un cubano el tema de adonde ir a esquiar.

(Algo de cubano debo tener, siendo yo solo peruano, porque a mí ese tema –relativamente común entre los alemanes acá- me deja helado.)

Resumiendo el gran año de su carrera, 1977, Vilas declaró a El Gráfico en septiembre de 1978 el siguiente bombón:

«Lo que hice el año pasado es una grosería. Ganar 57 partidos seguidos en polvo de ladrillo, y 85 partidos de los 87 jugados, con 16 torneos ganados, sobre 31, es una barbaridad que no voy a volver a repetir en mi carrera, ni creo que en mucho tiempo alguien lo pueda igualar.»

Sin embargo, aunque sea cierta la grosería, solo se le reconoce oficialmente la marca todavía vigente de 46 partidos seguidos sin perder (50, teniendo en cuenta el torneo de Rye, no reconocido por la ATP).

Ese mismo año de 1977 estableció otra marca que recién 29 años después pudo romper Rafael Nadal: 53 partidos invicto sobre las llamadas pistas o canchas lentas.

¿La diferencia?

El español necesitó tres años para lo que Vilas había necesitado solo tres meses, de julio a septiembre.

Sobre ese su mejor año, en el que derrotó a Jimmy Connors y nadie menos que Björn Borg fue tercero, declaró a la revista Gente el 8 de septiembre de 1988:

«Nunca estuve más solo en mi vida que cuando fui el número uno en 1977. Era un cardo. Solo, solo. La gente puede pensar que fue un año espectacular: yo deseaba que terminase rápido.»

Sin embargo, había sido oficialmente el Nº2 según la ATP, no el primero.

(Eso sí, la revista World Tennis, la referencia mundial en ese entonces, lo consideró como Nº1 y el campeón mundial de ese año.

Y, curiosamente, de haberse calculado su posición de acuerdo al sistema actual de clasificación, habría salido efectivamente como el Nº1.)

Si a Vilas se debe la masificación del tenis en su país (antes era considerado un deporte «flojito»), tiene que haber sido a partir de su triunfo ante el rumano Ilie Nǎstase en la final del Masters de Australia en diciembre de 1974 en Melbourne.

Un zurdo sudamericano, de cabello largo sujeto por una vincha, que había abandonado los sueños de ser abogado para entregarse al tenis, le acababa de ganar al vencedor de la misma prueba de los tres años anteriores, 1971, 1972 y 1973.

Pero no todo en Vilas era solo talento.

Su preparador físico y profesor, Juan Carlos Belfonte, después de preguntarle qué quería del tenis (su respuesta: “Ser de los buenos, campeón”) lo tuvo tres años haciendo músculos contra la pared (jugando frontón) «sin jugar en cancha», según sus propias declaraciones.

Como jugador profesional, Vilas era tan desconfiado que si alguna vez tenía que ir al retrete, cuando volvía pedía una botella nueva de refresco.

También ha contado alguna vez su especial relación con otro grande de la historia del tenis, el sueco Björn Borg, el ganador del doblete Roland Garros y Wimbledon durante tres años seguidos.

En una oportunidad, tras una final con Vilas, el sueco, sintiéndose traicionado tras haber entrenado con el marplatense, le reprochó:

-Me rompiste el corazón.

-¿Y qué somos? –le respondió Vilas-. ¿Novios?

En otra oportunidad (Borg acababa de ganar su quinto Wimbledon) Vilas le escribió una carta que luego no se atrevió a enviársela.

La casualidad del destino los volvió a reunir en la casa de un amigo común en Nueva York poco tiempo después.

-Mira yo tengo que decirte algo. Te lo tengo que decir –le confesó Willy, pensando darle personalmente en ese momento la carta que aún guardaba. Luego de tomar valor, agregó, emocionado:

-Yo te escribí una carta.

-¡Ah, la recibí! ¡Muchas gracias! –exclamó Borg, verdaderamente agradecido.

Vilas perteneció a una especial generación de tenistas, divertidos y bohemios, y con pasatiempos como la música y la poesía.

(Antes de ser mundialmente famoso, ya había publicado el libro de poemas 125 en 1974 y, tras su gran época, publicó Cosecha de cuatro en 1981, aparte de tres discos propios.)

-Los de ahora también se divierten, pero distinto –ha dicho en una entrevista-. Tienen otras historias. Se compran tres Lamborghini...

En otra parte de la misma entrevista se declara tímido y cuenta anécdotas con Yannick Noah, con el que solía entrenar en París y al que lo unía, además, la música.

Para concluir, transcribo una frase terrible de esa misma entrevista en la que muestra lo divertido que es como contador de historias y anécdotas:

“En el tenis vivís culpándote.”

Filosofía pura del gran Vilas si la aplicamos a la vida.

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HjorgeV 19-09-2009

PHILIP ROTH: EL ESCRITOR NO CÓMPLICE

Interesantísima la entrevista a Philip Roth (Newark, Nueva Jersey, 1933) que publica la Revista Ñ de Argentina:

Philip Roth: políticamente incorrecto

(Y hablando de Argentina y haciendo un paréntesis debo referir que me volví a quedar extasiado con las imágenes de un partido de tenis después de mucho tiempo. Gracias a un tenista de nombre zoológico, Juan Martín del Potro, que ya muchos comparan con el gran Willy Vilas, un nombre seguramente desconocido para las nuevas generaciones y de quien baste decir que en su gran año, 1977, ganó 16 de los 31 torneos en los que participó y que aún ostenta la marca de 46 victorias consecutivas en el deporte otrora blanco.)

(Tiene otro récord interesante sobre las llamadas canchas lentas: desde julio hasta septiembre de ese mismo año se mantuvo invicto en 53 partidos. Nadal rompió la marca recién 29 años después pero Vilas lo hizo en una sola temporada, mientras que el español necesitó tres años para lo mismo.)

Volviendo al poder de las palabras.

Como en todas sus entrevistas, Roth, otro perenne candidato al Nobel como Vargas, se permite desde dar clases de literatura y crítica literaria -pasando por burlarse de sí mismo y de su país- hasta ser políticamente incorrecto con un pueblo históricamente sufrido e hipersensible a las críticas, el judío, el pueblo de sus antepasados más directos.

Respecto a la creación literaria, Roth, quien también sirvió en el ejército de su país en 1955-56, refiere que escribe instintivamente y a partir de una situación conflictiva del futuro personaje, para la cual no está preparado:

“Pero eso es la invención. Yo nunca me trazo un argumento de principio a fin, me dejo llevar por el envión, me sumerjo. No podría decirle por dónde comienzo; si lo supiera no seguiría siendo tan difícil. ¡Cada vez empiezo de cero! Tengo una noción de cierto personaje en una situación complicada. Cada narración surge de un personaje en una situación inédita para la que no está preparado. La clave al escribir es encontrar, sin un plan, por puro instinto.”

También asegura que no le hace mucho caso a los críticos y que, durante el proceso creativo, no se propone defender ninguna idea especial:

“En la vida a menudo tengo opiniones estúpidas como cualquiera pero mientras escribo no tomo posición: ataco la tarea, describo lo que veo. Aprendí que no hay que atender a cualquier crítica porque, ya sabe, el lector toma una novela y la usa para sus fines personales.”

El autor más premiado de su generación, de quien se dice que su esposa de entonces, la actriz Clarice Bloom, lo dejó tras leer por casualidad el manuscrito de su novela Deception (Engaño, 1990), se expresa así sobre su fama de escritor incómodo e iconoclasta:

“No me gustan las etiquetas; puedo decirle que escribo para romper etiquetas. Un buen libro es una caja con estereotipos rotos.”

Sobre Faulkner, refiere la gran paradoja de los que, procurando evadirse de sus orígenes, terminan dedicando una vida y una obra a conjurarlos:

“Te críes dónde te críes, vas a estar impregnado de tu región. Hay autores que intentaron escapar a los límites de esos pequeños mundos y pasaron el resto de sus vidas evocándolos.”

Me ha llamado particularmente la atención que llame a Faulkner provinciano de una manera abierta y no exenta de admiración:

«El mayor narrador de la literatura de mi país escribió toda su obra sobre Jefferson County, ¡un solo condado de Mississippi! Faulkner escribía sobre la aristocracia decadente, los negros de Mississippi o el idiota del pueblo. ¿Sabe qué dijo cuando lo invitaron al agasajo en la Casa Blanca en su honor? ‘Demasiado lejos sólo para una cena.'»

La crudeza de la visión sobre su propio país es fascinante, esa su capacidad para ver sin obnubilarse ni dejarse corromper por la fama y los premios ganados en él, sin que se turbe su mirada crítica y cruda ante el esqueleto de la verdad histórica:

“¿Sabe cuál es el movimiento social más importante de los EE.UU.? Alcohólicos Anónimos. La corrupción ha sido grave históricamente; piense en el negocio de los esclavos y en la conquista del Oeste. EE.UU. no se hizo con salmos sino matando indios. Entre la corrupción histórica, el capitalismo y las finanzas hay un hilo conductor.”

Leyendo las palabras de Roth, he tenido que pensar en nuestra gran capacidad humana para mirar a otro lado y olvidar (y recordar) de acuerdo a nuestra conveniencia.

Para maquillar el pasado, nuestros actos.

Como si nuestros mecanismos de supervivencia incluyeran un dispositivo que nos permitiera olvidar pronto todo lo malo y terrible, en beneficio de nuestra salud mental futura.

Ese pasar apresurado y discreto de página de corruptos y tiranos, de demócratas asustados y gente de bien sobrepasada por las circunstancias.

Dispositivo o mecanismo que acaso emparenta la prehistórica visión de la familia que se pierde completa por un mamut o tragada por la Tierra, con los terribles casos de las dictaduras del planeta o las imágenes de las torturas y otras barbaridades de democracias como EEUU o Israel.

Es difícil admirar a un escritor por su obra y sufrir su persona pública o sus particulares opiniones, especialmente las políticas. No me sucede con Vargas, por ejemplo.

Roth se lo merece por ser un escritor no cómplice.

De los que saben desconectar el dispositivo mencionado para no enturbiar su juicio ni su cosmovisión crítica.

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HjorgeV 17-09-2009

PREGUNTAS EN RISTRE

HISTORIA DE UNA DEPRESIÓN

Debo haber leído Conversación en La Catedral por lo menos unas cinco veces y me había arrepentido de haber prestado la novela a alguien, sin recordar a quién, cuando me la encontré hace unos días de pura casualidad revolviendo cosas olvidadas en un rincón.

A pesar de ser una historia con un personaje principal hundido en una depresión y que narra los entresijos de la vida de un país -el mío- con escenografía y personajes deprimentes, la lectura anima desde las primeras líneas al lector.

Anima a no dejar más la novela.

Una vez que el lector ha mordido el anzuelo, ya no hay forma y no quiere otra cosa que entregarse por completo a esa droga llamada literatura.

Por lo menos eso es lo que me ha vuelto a suceder a mí.

En estos días estoy, pues, volviendo a vivir la magia que sentí (aunque cada lectura es diferente pues la novela está compuesta de cuatro libros diferenciables entre sí, que se entretejen y enlazan para formar la compleja estructura que es de lo más fascinante que tiene) la primera vez que leí Conversación.

Curiosamente esta vez me está pareciendo inequívocamente actual.

Quiero decir, con referencia ya no solo al Perú, sino al mundo entero: su grave crisis económica y financiera actual (que aún no termina de mostrar su verdadero rostro y su real tragedia), las bancarrotas del siglo, la pauperización moral e ideológica masiva, la multiplicación de la movilidad y del poder del Gran Dinero gracias a las nuevas tecnologías y el crecimiento cada vez más inexorable del Narcotráfico.

(Acabo de leer sobre la ola de suicidios que sufre la Télécom francesa y no he podido evitar un escalofrío, al ver refrendado parcialmente lo anterior. El suicidio visto como la ‘máxima’ expresión de una depresión.)

Cuando menciono al Narcotráfico, me refiero al poder de los narcotraficantes (con corbata o sin ella) como poder dentro del poder de muchos -¿la mayor parte de los?- países del mundo.

Obviamente, por lo general, como un poder perfectamente encubierto, discreto y casi invisible dentro del todo. (Léase, con toda concha, Berlusconi.)

Menciono todo esto, porque me he quedado una vez más con las ganas de hacerle una pregunta a Mario Vargas.

La primera vez fue a su paso a finales de los años ochenta por la Universidad de Colonia. El moderador de entonces no permitió que mi pregunta fuera siquiera considerada.

La que le hice fue la siguiente, una bastante trivial:

“¿Considera usted Conversación en La Catedral la novela más política de toda su obra?”

El moderador, un profesor de literatura alemán, argumentó con una ignorancia para esquivarla:

“Esta es una reunión de literatura, no de política”.

Felizmente, en aquel entonces, gran parte del público nos reímos (perdonen la falta de concordancia), dejando patente la estupidez del cavernario aquel quien no podía saber que el escritor terminaría metido de lleno en la política -incluso como candidato presidencial- y escribiendo y comentando regularmente sobre temas políticos.

Baste, para dejar una constancia de lo equivocado que estaba el catedrático alemán aquel, con transcribir la frase que Vargas usó como introducción de su libro, una cita de las Petites misères de la vie conjugale de Balzac:

«Il faut avoir fouillé toute la vie sociale pour être un vrai romancier, vu que le roman est l’histoire privée des nations.»

Teniendo al Narcotráfico como el poder del futuro –invisible o no, discreto o no-, ¿qué papel juega Europa en este avance del dinero narco en el mundo?

Pienso que la ‘ventaja’ de Europa respecto a nuestros países latinoamericanos estriba, entre otras ventajas más, en la elegante destreza para disimular que Suiza y otras Lavadoras Pecuniarias (todavía se les llama elegantemente paraísos fiscales) como Luxemburgo, Andorra y Liechtenstein, son la puerta de entrada, de bienvenida, para el gran dinero ilegal del Narcotráfico latinoamericano.

Además de que en sus bancos ese dinero se mezcla -para seguir reproduciéndose- con más dinero negro producto de la evasión de impuestos, de la prostitución, del comercio ilegal de armas y de los peculados de todo el planeta.

La segunda vez que me he quedado con la pregunta en ristre, ha sido precisamente ayer, en la entrevista digital a Mario Vargas que ofrecía El País.

Quise enviar la pregunta que se me había ocurrido y que es la misma que se hace el protagonista en la cuarta línea de la novela, que se mantiene como un motivo guía (algunos prefieren decirlo en alemán: Leitmotiv) y que muchos conocen aún sin haber leído la novela, pero el tiempo me ganó y no pude conseguirlo.

Como no sabía que el texto a enviar no debía exceder las 100 palabras, no llegué a comprimir tan rápidamente el mío, que tenía el doble.

Mi alegato terminaba de la siguiente manera, teniendo en cuenta que Vargas es ahora también europeo, pues tiene las nacionalidades española y peruana:

No sé si haya algo de cierto en todo esto, especialmente en lo referente al Narcotráfico visto como uno de los futuros discretos poderes institucional que no legalmente establecidos.

Pero, de ser así: ¿en qué momento se jodió Europa?

¿Alguien se atrevería a ensayar una respuesta?

Termino con el final del prólogo del mismo Vargas, escrito en junio de 1998 en Londres para la edición de Alfaguara que es la que tengo, a propósito de si Conversación es política o no, del ambiente que recrea y la consideración que le depara el mismo autor:

Ese clima de cinismo, apatía, resignación y podredumbre moral del Perú del ochenio, fue la materia prima de esta novela, que recrea, con las libertades que son privilegio de la ficción, la historia política y social de aquellos años sombríos. La empecé a escribir, diez años después de padecerlos, en París, mientras leía a Tolstoi, Balzac, Flaubert y me ganaba la vida como periodista, y la continué en Lima, en las nieves de Pullman (Washington), en una callecita en forma de medialuna del Valle del Canguro, en Londres —entre clases de literatura en el Queen Mary’s College y el King’s College—, y la terminé en Puerto Rico, en 1969, luego de rehacerla varias veces. Ninguna otra novela me ha dado tanto trabajo; por eso, si tuviera que salvar del fuego una sola de las que he escrito, salvaría ésta.

Paradojas de la vida, dos preguntas que tenía para uno de los escritores que más admiro y de quien cada día aprendo más (sobre sus opiniones y opciones políticas prefiero callar esta vez), se me han quedado en ristre a pesar de haberle respondido yo la única pregunta que me ha hecho.

Fue en una de las primeras Ferias del Libro de Miraflores, acaso en la mismísima primera. Acababa de leer La tía Julia y el escribidor y me había quedado fascinado con su lectura.

Me encontraba allí porque me habían contratado para atender un puesto de libros alemanes que era vecino al pabellón en el que el autor arequipeño firmaba autógrafos a sus ingentes admiradores.

En una pausa, se acercó al tenderete en el que me encontraba aburriéndome de lo lindo y me preguntó, con su sonrisa conejal que era constantemente imitada en los programas cómicos de la televisión de entonces:

-¿Y tú? ¿No deseas una firma?

-No. Solo soy el encargado de la caseta, nada más.

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HjorgeV 15-09-2009

Una página interesante sobre Conversación en La Catedral:

http://www.geocities.com/boomlatino/vobra04.html

LOS HERMANOS LEHMANN: LA BANCARROTA DEL SIGLO

Leyendo sobre el primer aniversario de la quiebra de la compañía Lehman Brothers y su incidencia sobre la economía del planeta, me he encontrado con por lo menos una coincidencia interesante.

Su fundador tenía 23 años cuando abordó uno de los numerosos barcos a vapor que navegaban por el río Meno alemán y desembocaban en el Rin hasta llegar al mar.

Se llamaba Hajum Lehmann y era judío como tantos otros alemanes que, hartos de ser chicaneados por sus propios compatriotas, se habían decidido a seguir la ruta marítima hasta la tierra prometida del llamado Nuevo Continente.

Corría el año de 1848.

Un tal Löb Strauß se encontraba entre esos judíos alemanes (Strauß significa ‘avestruz’ en alemán).

Strauß  era un tipo emprendedor que no dudó en sacrificar una tienda de campaña, convencido de que esa era la tela que podría soportar el rudo trabajo de los buscadores de oro de California en plena Fiebre Dorada, y quien moriría sin saber que había creado algo más que una prenda de vestir.

(Sus primeros pantalones tenían tirantes, eran marrones y estaban hechos de cáñamo o cannabis, una de las plantas más útiles de la historia de la humanidad; sí, de la misma planta de la que proviene la marihuana y de la que se hicieron, por ejemplo, las velas de las carabelas de Cristóbal Colón. Curiosamente, tanto Strauss como Lehman debieron su fortuna al trabajo gratuito de los esclavos africanos en las plantaciones de algodón.)

Löb Strauß suprimió la vocal ö y la consonante ß alemanas de sus nombres al llegar a Nueva York y pasó a llamarse Levi Strauss.

Hajum (o Hayum) Lehmann, por su parte, también bávaro (de la Franconia) como Strauss, alteró su nombre, suprimió una de las enes de su apellido y adoptó el nombre de Henry Lehman al llegar a EEUU.

Había viajado en un barco a vela repleto de emigrantes, el Burgundy, desde el puerto francés de Le Havre, y había llegado –no podía saber la historia posterior de esa fecha entonces- un 11 de septiembre a Nueva York.

Ya como Henry Lehman, siguió navegando por la costa este hasta el puerto de Mobile, en Alabama, un estado agrícola como Baja Franconia.

Tal vez decidió quedarse un tiempo en Mobile porque conocía a los Goldsmith, una familia de inmigrantes judíos alemanes como él, que se habían llamado Goldschmidt en Bavaria.

Después se animó a continuar por el río Alabama y llegó un año después a Montgomery, una ciudad cinco veces mayor que su Rimpar natal.

Allí abrió un negocio de mercancías diversas y, debo suponer, convenció a sus hermanos Mendel y Maier (después Emmanuel y Mayer, respectivamente) para que siguieran su camino y emigraran a EEUU, con los que fundó H. Lehman and Son en 1850.

El nombre de Lehman Brothers, poco después adoptado, se mantuvo 127 años hasta 1977, año en que debieron empezar las dificultades o peripecias propias de todo negocio independientemente de su tamaño.

En esa década se asoció con Kuhn, Loeb & Co, para formar el cuarto mayor banco de inversión de EEUU, solo detrás de Salomon Brothers, Goldman Sachs y First Boston.

(Goldman Sachs fue fundada por otro bávaro –y judío- de Franconia, Marcus Goldman.)

Al quebrar, Lehman Brothers tenía poco menos de 30.000 empleados.

La historia de la empresa fundada por los hermanos judíos alemanes Lehmann –después Lehman- se lee también como la historia de una empresa cualquiera, con sus altos y bajos y su insolvencia final.

Leer los diferentes nombres que asumió a lo largo de su existencia puede dar un idea del derrotero que siguió en su afán por alargar su existencia.

H. Lehman and Son

Lehman Brothers

Lehman Brothers, Kuhn, Loeb Inc

Shearson Lehman / American Express y EF Hutton & Co

Shearson Lehman Hutton Inc

Lehman Brothers Holding Inc

La empresa que pudo superar sin mayores dificultades la Guerra Civil usamericana y la Gran Depresión, y que había dado el gran salto con el negocio del algodón –como Levi Strauss-, tiró la toalla otro día de septiembre, el 15 del 2008.

Las consecuencias finales de la Bancarrota del Siglo aún se desconocen.

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HjorgeV 13-09-2009

Fuentes:

http://books.google.de/books?id=_GIGwKEAZ1wC&pg=PA9&lpg=PA9&dq=Abraham+L%C3%B6w+Lehmann&source=bl&ots=d93dlgzSWm&sig=E9RJ8cAmV0TRpU6fPbjlRx-eik4&hl=de&ei=lLWrStm8LYOW_QaopNnFBg&sa=X&oi=book_result&ct=result&resnum=2#v=onepage&q=Abraham%20L%C3%B6w%20Lehmann&f=false

http://www.sueddeutsche.de/finanzen/39/310965/text/

http://209.85.129.132/search?q=cache:HnyplDlXG70J:gumminasium.com/Familie.pdf+Arthur,+Herbert+und+Percy+Salomon+deutsche&cd=2&hl=de&ct=clnk&gl=de&client=firefox-a

http://www.ksta.de/html/artikel/1246883890883.shtml

http://es.wikipedia.org/wiki/Lehman_Brothers

UN CIELO COMO UNA HISTORIA (Poema)

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Un cielo como un compendio de leyes

Un cielo para agarrar con las manos

Y destrozarlo a dentelladas o a

Besos

Un cielo garganta y flor, hermano y madre

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Un cielo abuela: ahíto de respuestas sin preguntas

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O un cielo malo pero bello

Ardiente, mas oscuro

Es decir

Un cielo para tocar con las dos manos

Sucias

Turbios de placer o de magia

Con los dedos de mañana

Y las ansias de un niño desavisado que espera

Impaciente

El regreso de la madre muerta

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Un cielo, en fin

Un cielo cielo

Bello como una historia que no

Se debe contar

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HjorgeV 10-09-2009

MICHAEL MOORE: HISTORIA DE AMOR CON EL CAPITALISMO

Se acaba de estrenar en la Mostra de Venecia, el Festival Internacional del Cine veneciano, la nueva película de Michael Moore.

En un pasaje de ella, el que es uno de los ciudadanos más críticos con su país y sus engendros, le pregunta a Elizabeth Warren, una oficial supervisora del Congreso de EEUU:

-¿Dónde está nuestro dinero?

Warren se queda petrificada por un momento y desvía la mirada en un claro gesto corporal de evasión. Luego, tratando de controlar el abismo producido, dice lo que muchos hombres no se atreverían a soltar como verdad:

-No lo sé.

Y esa es la realidad.

Nadie sabe dónde está ni cómo se mueve realmente el Gran Dinero, el gran capital, no solo en EEUU sino en el mundo entero. El caso Madoff lo ha ilustrado perfectamente.

(Por eso es que opino que el futuro, por lo tanto, le pertenecerá a todas aquellas fuerzas que sepan dominar ese juego de mover y esconder el dinero rápidamente, entre ellas el nuevo poder: el Narcotráfico. Aquí una versión con subtítulos en castellano.)

Más bonita es la respuesta que le da Baron Hill, representante demócrata en el mismo Congreso:

-¿Cómo ocurrió este colapso? –le pregunta el voluminoso Moore.

-Llegué a casa un viernes y todo estaba bien –responde Hill, como quien cuenta un accidente de la naturaleza-. Después de aterrizar mi avión en Indiana llamé de vuelta y de repente ya teníamos la crisis entre manos.

Personalmente, le creo a Hill.

Para él el aterrizaje del colapso fue tan inesperado como un terremoto.

Algo totalmente casual, por así decirlo.

“Nos cayó un día sobre la cabeza y allí nos enteramos.”

Se lo creo, ya lo digo. La negligencia de los detentadores del poder en EEUU y en los demás países del mundo (¿alguien me menciona alguna excepción?) es tal que ya no son capaces de entender ni administrar su propio sistema.

El caso de GM en EEUU es uno paradigmático.

La General Motors seguía produciendo tanques con apariencia de automóviles y con una sed de camello (tras cruzar el desierto) de combustible, mientras el mercado asiático ya había reaccionado hacía mucho tiempo, ofreciendo vehículos más livianos, baratos y eficientes.

Detrás de toda la crisis, sin embargo, hay, a mi entender, varios inmensos cadáveres que aún no salen a la luz.

Uno de los que sí lo hicieron fue el caso Madoff.

Si tenemos en cuenta que a la ‘justicia’ usamericana le tomó 17 años poder destaparlo (habían empezado a investigarlo ¡en 1992!), ¿por qué esperar ahora que otros mega-estafadores no hayan aprendido la lección y se dejen atrapar así nomás?

Lo hacen los narcotraficantes de todo el mundo cada día.

El Narcotráfico (ya se ganó las mayúsculas) es, acaso, el sector de la economía mundial con más capacidad de adaptación, innovación y sufrimiento.

Y, sin embargo, o por eso mismo, sigue creciendo como negocio.

¿Por qué no esperar pues la misma capacidad acróbata de los dueños del Gran Dinero, teniendo como tienen ellos todos los medios conocidos y por conocer a su disposición?

Además de una serie de ventajas para conseguirlo, tanto políticas (partidos e ingentes cabilderos a su favor) como sociales: se denigra al mendigo o desempleado por no hacer nada, sin que muchas veces no sea su culpa haberse quedado sin trabajo, pero si el ocioso tiene dinero, independientemente de cómo lo haya “ganado”, sale en las revistas y en la televisión.

Moore, aparte de ser admirado, es odiado y temido.

En su película compara al capitalismo de hoy con la antigua Roma: gran paradigma de la concentración del poder y la riqueza en pocas manos.

Personalmente, dudo de que alguna vez los esclavos consigan derrotar al poder. (El magnetismo de la butaca frente al televisor es demasiado grande, pienso.)

Lo que sí es cierto es que a punta de circo chabacano (la caja tonta, mayormente) y guerras, el espectador, los ciudadanos, han/hemos sido perfectamente inmovilizados, si no lo estaban/estábamos antes ya.

Por otra parte, la capacidad de Moore para tasajear y poner en ridículo a las columnas del Sistema es colosal y brillante.

Allí están las respuestas de la señora Warren y la del señor Hill.

Pero, de la misma manera, los poderosos han aprendido a minimizar y contrarrestar el contenido de sus documentales.

En este último caso, por ejemplo, El País –un medio poderoso- informa sobre Capitalismo: Una historia de amor, concentrándose en el hecho de que los distribuidores locales de la película cobran varios miles de dólares por una entrevista con Moore, algo que este, al parecer, desconocía.

El ataque es sencillo. Y se puede resumir así:

El director de la película que muestra las barbaridades del capitalismo, está envuelto “en un ejemplo perfecto del afán recaudatorio que ataca en su filme”.

¿Qué se pretende?

Desprestigiar a Moore y los contenidos que propugna.

Como si los dos o cinco mil dólares no fueran la suma común -o mínima- que cobran los representantes de cualquier estrella por conceder entrevistas. (Dinero que se queda en el bolsillo de esos promotores, cabe agregar.)

Y como si la principal cojera del capitalismo actual fuera su Afán Recaudatorio.

No es ese el problema, en realidad.

Porque, ¿quién no desearía hacer una buena caja o taquilla con su actuación, o tener un buen ingreso con su trabajo?

De hecho, no tendría por qué haber ninguna objeción básica a que todos fueran (no pongo fuéramos porque no entra en el campo de mis intereses) millonarios en el mundo.

El asunto de fondo no es ese.

Ni siquiera el posible dilema moral.

Si todo el mundo fuera rico y algunos incorregibles quisieran serlo mucho más a costa de quitarles una buena tajada a los demás pero sin poner en peligro el estatus millonario de nadie, ¿quién se animaría a levantar un dedo realmente, salvo los propios ‘afectados’ quizás?

Otra cosa es cuando el afán desmedido y la adoración irracional del dinero ponen en peligro millones de empleos y vidas por todo el planeta y en riesgo la economía de países enteros.

Y de eso trata la película de Michael Moore, principalmente.

Hay otra obra de la 66ª Mostra di Venezia que levantará más de una roncha.

Se trata de South of the border, la versión de Oliver Stone en formato cinematográfico sobre cómo y por qué ha experimentado América Latina un giro político a la izquierda.

Noto, por lo demás, una creciente manipulación de este término -izquierda- por parte de la prensa poderosa.

Acompañada de otra maquinación paralela: la del continuo desprestigio de mandatarios como Chávez.

Esto tiene su lógica.

Como Chávez es un payaso, impresentable además, y es de izquierda, todo aquel que sea de izquierda es un payaso y es chavista.

Es decir, al paso que vamos, pronto tendremos que criticar que cada tres segundos muere de hambre o pobreza un niño en el mundo, va a terminar siendo un argumento de la izquierda y, por lo tanto, una simple payasada, por ejemplo.

Tiene su lógica, como decía.

Seguramente, alguna vez, hasta el concepto elemental de economía que se aprende (o aprendía) en la escuela sea considerado de izquierda, y, por lo tanto, una payasada (en verdad ya lo es, una farsa, quiero decir):

Según la Wikipedia:

“Economía es la ciencia social que estudia las relaciones sociales que tienen que ver con los procesos de producción, intercambio, distribución y consumo de bienes y servicios, entendidos estos como medios de satisfacción de necesidades humanas y resultado individual y colectivo de la sociedad.”

(El destaque o resalto es mío.)

Y a esa lógica pertenece la concha –la desfachatez- de ayudar con el dinero de todos (incluso del de los más pobres) a los más poderosos para que salgan de sus problemas, cuando lo primero que hacen estos en situaciones similares es poner de patitas en la calle a los que con su trabajo hacen posible sus grandes riquezas.

Curiosamente, a los bancos y a un cúmulo de grandes empresas no se les ha aplicado su propia medicina: la norma de hierro que rige las relaciones bancarias y que debe conocer por experiencia cualquier madre o padre de familia sin haber tenido que pisar una entidad bancaria para solicitar un crédito.

Si el negligente sabe que siempre será salvado o perdonado a pesar de su negligencia, no cambiará.

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HjorgeV 07-09-2009

FEDRA Y MAXIMILIANO (Argentina)

UNA ESPADA EN EL CORAZÓN: LA SPADA NEL CUORE (1970, Carlo Donida- Mogol)

Guardaba esta canción en el baúl imaginario de mis recuerdos infantiles.

Hasta no hace mucho, resultaba muy difícil o casi imposible comprobar la veracidad y credibilidad de la memoria musical personal. Quien no contaba con el disco, casete o alguna otra forma de grabación correspondiente, no tenía, por lo general, otras fuentes de comprobación.

Personalmente, sabía que Fedra y Maximiliano la habían cantado; recordaba bastante bien el tema, detalles de los arreglos y gran parte de la letra. Pero no tenía ninguna constancia, ninguna prueba física, ninguna grabación por mala que fuera que me refrendera ese particular recuerdo infantil.

La Red ha cambiado todo esto.

Así, he terminado enterándome de que se trata de un tema italiano, composición de Carlo Donida (Milán, 1920-Porto Valtravaglia, 1998) en colaboración con el letrista  Mogol (Milán, 1936).

La spada nel cuore fue presentada en el Festival de San Remo 1970 en febrero por dos cantantes. (Entonces no era inusual que un mismo tema fuera presentado por dos artistas diferentes.)

La versión de Patty Pravo creo que no merece mayor mención.

En cambio, la versión de Little Tony, un cantante del estado independiente de San Marino, muy conocido en Italia y varias veces finalista de San Remo (el mismo que popularizó Cuore matto, Corazón loco, en nuestro idioma, gran éxito de 1967), es memorable.

Tanto es así, que dos años después, en 1972, el tema seguía vigente, como se puede apreciar en el siguiente video.

Se trata de una presentación del artista sanmarinense en el legendario programa Canzonissima de la televisión italiana, interpretando la canción que había compartido con Patty Pravo dos años atrás, alcanzando el quinto puesto.

Los arreglos musicales debieron haber sido mejorados y la dinámica del tema parece haber cuajado: el inicio ya no es tan lento como lo proponía Patty Pravo, y la segunda y cuarta partes son más enérgicas, invitando al sutil movimiento corporal y no solo a la audición pasiva.

En la Argentina, un dúo formado en 1967 por Elida Navas (Eli Salvador) y Pedro Bebe Muñoz, Fedra y Maximiliano, la tomó en su repertorio y la perfeccionó, por así decirlo, adaptándola de paso a los nuevos aires musicales de ese momento.

El dueto incluyó un inicio rítmico genial: una línea de bajo eléctrico acompañada solo por la batería y contrapunteada asincopadamente por notas aisladas de trompeta.

Además, añadió una especie de tenue atmósfera psicodélica, en la onda hippie de la época, para arropar el corto intermedio lento de la canción.

Esta fue, justamente, la versión que se propaló a comienzos de los años 70 en mi país y en el resto de Latinoamérica (debo imaginarme) y la que conservaba en mi memoria.

¿Llegaría a España esta versión del tema de Donida y Mogul, cruzando dos veces el Charco, de ida y vuelta?

Me imagino que sí, aunque no me consta.

Fedra y Maximiliano, según me entero gracias al excelente trabajo documental de Enrique Dufau de Argentina, interpretaron dos temas de Piero en el Festival Buenos Aires de la Canción de 1969.

Cuando quiera ver otro color que no sea el gris y el tema ganador, Como somos, otro de Mis Favoritos de Todos los Tiempos.

(Aquí la versión de este dúo argentino del tema de Piero con el mejor audio que he podido encontrar en Youtube. Apreciar, por favor, la entrada instrumental, especialmente los vientos, y la compenetración del dúo de voces. Aquí el mismo tema con el fondo visual de una película de Sandra Bullock.)

También cantaron sus propias versiones de temas de autores españoles como Cuéntame del grupo Fórmula V, título de uno de sus LP, aparte de versionar temas conocidos en inglés e italiano, como este que nos ocupa hoy.

El dúo no duró mucho y se disolvió tras grabar su segundo álbum.

Después de intentarlo en solitario con un LP como solista, Fedra se retiró de los escenarios.

Pedro Bebe Muñoz (Argentina, 1944-2008), por su parte, adoptó el nombre de Maximiliano durante cinco años, en el último de los cuales, en 1972, grabó un álbum como solista.

Ese mismo año partió rumbo a España donde permaneció una década, volviendo a adoptar definitivamente hasta su muerte su primer nombre artístico, Bebe Muñoz.

Fedra y Maximiliano también participaron, como muchos cantantes de la época, en el cine.

Lo hicieron al lado de Luis Sandrini en la película Pimienta y Pimentón (1970).

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HjorgeV 05-09-2009