Se dice que si Brasil se organizara económica y políticamente como lo hace para los carnavales, sería el país más organizado del mundo.
El carnaval es una catástrofe positiva para los brasileños. El momento en el que el mundo se invierte.
Acá en Alemania -en Colonia concretamente- la gente lo toma como la oportunidad para soltar al cerdo que llevamos dentro:
Die Sau rauslassen, como se dice en alemán.
Las cerdadas son tales y tan numerosas, que de haber sido el carnaval musulmán, ya lo habrían prohibido en este país.
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Lo solté hace muy poco a modo de chiste, en pleno carnaval, precisamente, y, contrariamente a lo que había esperado, nadie se rio.
-No creo estar exagerando. -Solo conseguí que me miraran peor.
Algunos, incluso, se mostraron indignados.
-Es mi cerdada, mi contribución al carnaval… -traté de salvarme.
Un tanto sorprendido por las reacciones, me tomé la molestia de investigar en la Red.
Estos son las cifras de la policía colonesa respecto al año pasado:
El carnaval produjo 600 denuncias, entre ellas 50 por delitos sexuales que iban «desde ofensas hasta violaciones».
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Las ventajas del victimismo como estrategia son varias:
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Si los demás son los culpables, tú solo puedes ser la víctima.
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Y ya puedes apoltronarte y señalar cómodamente a los culpables.
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Como víctima, la responsabilidad no es tuya.
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Ni siquiera tienes que esforzarte por cambiar. Eso es asunto de los culpables.
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No solo eso: tienes derecho a cariño, consuelo y lástima.
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Puedes compadecerte de ti mismo y dedicarte a lamer tus heridas.
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Estás en el bando de los buenos. (Los malos son los otros.)
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Te corresponde una remuneración o indemnización.
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Sin hacer nada, recibes algo.
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¡Y hasta puedes ganar un concurso: el de la exhibición de tus desgracias!
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El victimismo está de moda.
Lo saben los populistas, quienes, además de echarles a sus rivales la culpa de todo, se inventan desgracias.
Pero van más allá, en una especie de huida hacia adelante: proponiendo soluciones absurdas, simplemente imposibles u otras que no piensan cumplir.
Todo vale.
Y los electores se lo creen todo.
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«No estoy en contra ni a favor, sino todo lo contrario», era una frase que, no hace mucho tiempo, se usaba para burlarse de los políticos.
Había más, como aquella –dicen que real– de Pinochet:
«Ayer estábamos al borde del abismo, hoy hemos dado un paso hacia adelante».
Sin ser chileno, uno se reía; gran consuelo.
Pinochet, precisamente, uno de los precursores de esta Era Trumpesca, explicó el golpe contra el elegido presidente Allende de esta guisa:
«la democracia, que siempre hemos respetado, será custodiada por las instituciones armadas, para impedir que pueda ser violada».
Tenía su lógica (trumpesca).
Pues cuando un violador secuestra a su víctima para cometer su crimen, la «salva» de otro violador.
Trumpismo.
En su estado más puro.
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HjorgeV 01.03.2017