FIN DE UNOS DÍAS PERROS

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No poseo ninguna imagen, ni una sola fotografía de mi paso por París.

Comprobarlo me produce una perturbación, una desazón fractal que solo creo poder vencer saliendo a caminar. La incapacidad de no poder comprobar mis recuerdos me asedia, me agosta.

Caminar como una forma asequible y sana de disipar el humor vítreo que empieza a recubrirme.

De paso que aprovecho para sacar a pasear a nuestro perro.

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Es domingo y comienza a oscurecer en esta franja del planeta.

Los campos que rodean este pueblucho semirrural de los suburbios de Colonia parecen recluirse en sí mismos, reduciéndose a lo más íntimo e ínfimo:

Sombras contritas replegándose sobre sus goznes bajo el peso del cansancio acumulado.

No hay postes de alumbrado público que faciliten su repliegue.

Bajo un árbol nuestro perro se detiene y me queda mirando como tratando de explicarme que aceptar el fracaso (también el diario) es una condición sine qua non de cualquier existencia.

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Un buen paseo puede terminar convirtiéndose en un gran paseo interior y esa es, acaso, su mayor fuerza.

Recordar el pasado como una sangría, una hemorragia, una amputación.

Muchas veces solo para reabrir una herida, dejarla abierta; expuesta, sin que la sangre asome; permitiendo que te observe desde su dolor perseverante, mudo.

Y es que todo pasado está lleno de enemigos.

No solo de ellos, claro, pero tiene que ser así si de verdad viviste, si te esforzaste por ser auténtica, auténtico.

De cara al futuro, en cambio, siempre podemos permitirnos la consolación de la ceguera. Aunque solo sea parcial y asaz efímera.

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Nos irritan las restricciones, los compromisos, los límites.

Y, si, además, provienen de seres que consideramos detestables, podemos llegar a imaginar y desearnos la posibilidad de otra existencia.

Sin ellos.

Acaso en eso consista vivir: nuestro único vestido, por así decir: pleno de huecos, rasgones, malos trazos, sesgos inesperados y parches.

Nunca a la medida exacta.

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Aceptar, por eso, el paso de los días sin una sola línea escrita o tarea concluida como un fracaso; pero solo como se acepta otro año que se va.

Una simple vuelta de página.

Una forma de posibilitar la aparición de una nueva, de hacerle espacio.

Una cuyos signos (o idioma) quizá tampoco alcancemos a comprender del todo en el nuevo calendario concedido.

Consolémonos diciéndonos que a cualquier perro eso le importará un comino.

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HjorgeV 30-12-2018

«PRÓXIMA PARADA»

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Languidece la tarde:

la noche es un volcán de

deseo a punto de estallar.

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Afuera oscurece y en

tu autoconfianza ha sido

noche cerrada un largo mes.

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Apoyas tu frente en la ventanilla y palpas tus heridas,

confiando en tu resistencia intrínseca: las lecciones

del tiempo en cuestiones de paciencia.

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Pero solo será otra forma de poder

esfumarte sin contriciones ni martirios:

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Serás un rayo de luz que avanzará por

entre partículas suspendidas

sin sufrir perjurios ni alterar su rumbo.

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Todo es absoluta certeza ahora: solo será mentira tu

rostro de la próxima vez –el que ya te mira desde el

otro lado de la ventanilla-, cuando él llegue

tarde a la cita que volverás a negarle.

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HjorgeV 10-12-2018