-¿Mamá?
-¿Sí, pequeño?
-¿Sabías que los vecinos de al lado son musulmanes?
La madre está cortando verduras. No aparta la mirada del cuchillo.
-Con Papi ya hemos empezado a pensar en la posibilidad de una nueva casa, no te preocupes.
-No me preocupo -sonríe el niño-. Me empezaría a preocupar si tuviera que dejar a mis amigos, ¿sabes? Yo pensaba que solo eran turcos.
La madre sonríe.
-Son turcos y son musulmnes.
-Ah… ¿Y nosotros qué somos?
-Bueno… -la madre duda-. Tu padre no cree. Yo, eh, sí, aunque no voy a la iglesia. Se podría que no somos del todo creyentes, como familia.
-¿No soy creyente? -se asombra el niño-. ¡Hice la primera comunión!
La madre sonríe.
-Sí, pero fue, eh, bueno… No es malo hacerla. No te preocupes.
-Es que yo tampoco creo en un dios, mami, ¿sabes? Si existe, ¿quién lo creó?
La madre sonríe entre orgullosa y avergonzada.
-Estás muy pequeño para creer o no creer.
-¿Y por qué hice la comunión? ¿Por qué bautizan a los niños tan temprano entonces?
-Eh, bueno… Hay muchas cosas que no tienen explicación.
-O tú no la sabes.
La madre hace el gesto de enfadarse.
-¿Es malo no saber? -pregunta el niño.
-Al contrario. A veces es bueno. No saber cómo cada uno se va a morir, por ejemplo. -La madre se queda pensando-. Cambiemos de tema, ¿ya?
El niño se pone a contemplar el trabajo de la madre.
-¿Mami?
-¿Sí?
-Yo no quiero mudarme. Tengo mis amigos aquí. Me llevo muy bien con Ali, por ejemplo, aunque sea turco y musulmán.
-Ya, ya. Tampoco lo tenemos muy claro, solo es una posibilidad.
-¿Pero hemos empezado a temerles, no?
La madre no sabe si contarle a su hijo que en el barrio hay rumores de que otra familia turca podría venirse a vivir al barrio, atraídos por los vecinos de al lado.
-Digamos que ellos tienen otra cultura. Y otra religión.
-¿Y eso es malo?
-¿Tener otra religión? -la madre parece burlarse-. Míranos a tu padre y a mí. Él no es creyente. Yo sí.
-Pero tú no vas a la iglesia.
-¡No por eso dejo de ser creyente!
-No crees tanto entonces. Dudas. Quien duda, no cree, en realidad.
-¿De dónde sacas esas cosas? ¿Lo dejamos, mejor? -La madre trata de no perder la calma.
-Si no es malo tener otra religión, ¿por qué es malo ser musulmán?
-No, no -se apresura a decir la madre-, no es malo ser musulmán.
-¿Entonces por qué Papi está pensando en mudarse?
La madre deja el cuchillo. Se seca las manos. Se lo piensa bien.
-Digamos que ellos suelen traer más gente como ellos. Gente que no es como nosotros. ¿Quieres que todo el barrio cambie y nosotros seamos los extraños?
-¿Es malo vivir entre gente que no es como uno? ¿Los vecinos sufren entonces por vivir entre gente que no tiene su religión, que no son como ellos?
-Podrían haber escogido vivir entre sus iguales. Fue su decisión.
-Ustedes también quisieron irse a vivir una vez a Nueva York, ¿no?
La madre no sabe qué decir. Se pone melancólica.
-Eso es otra cosa. Nueva York es una ciudad cosmopolita.
-¿Eso es bueno o malo?
La madre ríe a carcajadas.
-¡Ni bueno ni malo! Es así, simplemente.
-Entonces, ¿por qué es malo que los vecinos vivan en nuestro barrio? Siempre juego con Ali. Nunca me ha pasado nada.
-Pero tienes que sacarte los zapatos y cuando cocinan huele diferente, ¿o no?
-Tú misma has dicho que la mamá de Ali hace unos pastelitos deliciosos. Además, tú siempre estás tratando de cocinar diferente. Se lo repites a Papi.¿O no? Mira todos los libros de cocina de todo el mundo que tienes.
-Ya, ya -se impacienta la madre y se controla luego-. Pero no trato de imponerle mis creencias a nadie.
-Los vecinos tampoco. Llevo años visitándolos y nunca me han hablado de su dios.
-Es que ellos son diferentes. Más occidentales, vamos a decir.
-¿Es bueno ser occidental?
La madre ríe.
-¿Viene algo escondido en la pregunta? -quiere saber.
-¿Se nace occidental? ¿Cuándo se deja de ser occidental? Ya sé que no tiene que ver necesariamente con la geografía.
La madre respira profundamente.
-Es un modo de vivir.
-¿Libres? ¿Tolerantes?
La madre se llena de orgullo.
-Exacto -dice.
-¿Entonces por qué no aceptamos cómo viven y creen otros?
-¡Claro que lo aceptamos!
-¿Por qué están pensando en mudarse entonces?
-Porque somos libres. Libres de elegir dónde queremos vivir.
-Es lo que han hecho los vecinos también.
-Pero quieren venir más musulmanes.
-¿Y esos no son libres de decidir dónde vivir?
-Claro que sí. Pero nosotros también.
-Entonces nos estamos corriendo de ellos. Lo raro es que…
-Mira, pequeño, no nos estamos corriendo de nadie, ¿ya? ¿Qué es lo raro?
-Ellos vivían ya aquí cuando llegamos. Yo era más pequeño, pero me acuerdo.
-Mira, no nos vamos a mudar de casa, ¿de acuerdo?
-¿Puedo entrar a la Red? Quiero ver algo en la enciclopedia.
-Pero nada de juegos violentos, ¿entendido? -la madre levanta un dedo.
-Esos juegos vienen de Nueva York. No son musulmanes.
El niño se va. La madre se alegra de que la conversación haya terminado. Diez minutos más tarde, el niño vuelve a la cocina. La comida está casi lista.
-¡Huele delicioso!
-Es una nueva receta. Vegana.
-¿Hindú?
-No, no, solo vegana.
-Papi dice que esas vegetarianadas tuyas son de influencia hindú.
La madre ríe, finge enojarse.
-No le hagas caso.
-Es lo mismo que él me dice de ti a veces -se confiesa el niño-. Pero no le hago caso, no te preocupes. A ninguno.
La madre se queda pensando si eso mismo le dirá el pequeño a su padre.
-¿Apagaste la computadora? ¿Qué querías ver?
-Por qué la gente en el barrio se ha puesto a hablar tan mal de los musulmanes. Los vecinos de al lado son gente buenísima.
-Pero también hay gente de la mala.
-¿Cómo los que mataron a los caricaturistas de París?
-No deberías leer esas cosas.
-Está en todos los diarios y noticieros.
-Sí, pero no es para niños.
-¿Entonces por qué lo muestran?
-Eso es algo que yo también me pregunto siempre.
-¿Es cierto que hay una Guerra Santa?
-¿Eso es lo que has leído?
-Lo dicen los demás vecinos. Que si siguen llegando más musulmanes…
-Exageran -hace un gesto de desprecio-. Pero el temor es fundado.
-¿Por qué?
La madre no sabe qué responder.
-Los terroristas de París estaban en una guerra, ¿no, mami?
-Hay gente desquiciada. Gente que mata por matar.
-En la Red he visto que en Irak han muerto muchos más iraquíes que…
-¿Eso es lo que has estado viendo en la computadora?
-¡Sin imágenes! Solo cifras, mama.
-¿Qué buscabas?
-Quiénes son los que matan más.
-Te voy a prohibir que uses la computadora.
-¿Los occidentales valemos más?
La madre se asombra.
-¡Qué dices!
-¿Entonces por qué en las guerras siempre mueren más musulmanes? Está en la Wikipedia. No hace mucho en Gaza, por ejemplo…
-Te voy a prohibir que uses la compu. En serio.
Se quedan callados. El niño parece haber entendido la amenaza.
-¿Mami?
-Dime, hijo. Tengo que poner la mesa.
-Los demás vecinos dicen que los musulmanes podrían obligar a las mujeres a que se cubran la cabeza y que todos nos quitemos los zapatos…
-En una sociedad musulmana eso es lo que sucede, es cierto. Y los hombres no dejan salir así nomás a sus mujeres a la calle.
-¿Son musulmanas las monjas?
La madre ríe a carcajadas.
-¿Por qué llevan sus burkas entonces? -inquiere el niño.
-Están al servicio de dios, hijo. Y no son burkas lo que llevan.
-¿Era dios hombre? ¿O mujer?
La madre duda.
-Hombre. Vamos, es lo que se suele decir.
-¿Por qué no mujer?
La madre suspira.
-No lo sé.
-¿Las monjas sacrifican su vida por un hombre, como tú?
La madre se exaspera.
-¡Yo no he sacrificado ni sacrifico mi vida por ningún hombre!
-Lo dijiste una vez: que podrías haber terminado tus estudios de ingeniería pero que…
-¿Déjalo quieres? Son temas pasados y cerrados.
-¿Vas a ponerte a llorar? ¿Papá nunca te dejó trabajar?
-Trabajo en la casa, hijo, ¿no lo ves? -ya no puede contener el torrente de lágrimas.
-¿No te deja salir papá? ¿Ya se ha vuelto musulmán?
La madre corre a esconderse para que el hijo no la vea llorar.
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HjorgeV 17-01-2015