¿MARADONA PARA PRESIDENTE?

Si un payaso ha llegado a ser uno de los presidentes que la historia no olvidará, podría decir alguno, ¿por qué no podría serlo también Maradona?

Por lo menos es un tipo que nunca escondió lo de haber sido consumidor de la Blanca Nieves. («A ver si me entienden», diría un amigo español, para usar su frase favorita.)

Además, a todos los periodistas que ventilaron su caso, no les pasó nada.

Al periodista usamericano James Hatfield, en cambio, no le fue tan bien.

AVANCE DE LA PELÍCULA «MARADONA» DE EMIR KUSTURICA (2008)

Fue encontrado muerto en un hotel en circunstancias más que sospechosas.

Hatfield había afirmado en su libro El Nerón del Siglo XXI (publicado el 2001: Fortunate son en el original, ‘hijo afortunado’), que W había sido consumidor de la misma potente droga y que manos invisibles se habían ocupado de hacer desaparecer los expedientes judiciales correspondientes.

¿Que qué hago yo mezclando a Bush con El Nene?

Este último ya manifestó alguna vez su deseo de tenerlo como rival, pero de portero, arquero, guardameta, guardavalla, guardapalos o golero. Ya saben para qué.

«Yo me equivoqué y pagué. Pero la pelota no se mancha», dijo también alguna vez Diego Armando Maradona (Villa Fiorito, 30 de octubre de 1960), quien justo hoy está de cumpleaños.

Ahora, bien.

¿El Pelusa para presidente?

Tranquilos.

Por ahora le han confiado el comando de la selección de fútbol de su país. La Mano de Dios tiene que estar en su salsa, me digo.

Arriesgadísima decisión, por lo demás. Seguramente más populista que nada.

Con todo lo de demagógico, facilón y desesperado que siempre tiene todo populismo. (El populismo en política se rige por el siguiente algoritmo: Vota por mi y yo te garantizo mis promesas.)

Maradona ya ha estado de entrenador y sus resultados han sido francamente malos.

En los 12 partidos que estuvo a cargo del Deportivo Mandiyú de Corrientes, consiguió 1 triunfo, 6 empates y 5 derrotas. En su siguiente estación, cuatro meses en el Racing de Avellaneda -también haciendo la dupla con Carlos Fren-, consiguió 2 triunfos, 6 empates y 3 derrotas.

Es decir, tiene un currículum vítae como entrenador -sobre un total de 23- de sólo 3 partidos ganados, 12 empatados y 8 perdidos.

Sin embargo, el Pelusa es un semidiós.

Y, como tal, capaz de conseguir milagros, por lo menos terrestres.

¡Ya resucitó un par de veces, por ejemplo!

Hasta Manu Chao le ha dedicado una canción:

«Si yo fuera Maradona nunca me equivocaría. / (…) pa’ gritarles a la FIFA que ellos son el Gran Ladrón. / (…) porque el mundo es una bola que se vive a flor de piel»


Me puedo imaginar que si las cosas empiezan a salir bien, su sola presencia podría generar aún más sinergias de las que tan necesitada está la selección argentina en estas más que duras eliminatorias para el Mundial de Sudáfrica.

Si las cosas empiezan a ir mal, no creo ver mayor problema.

¿Se ha aferrado Diego Armando a algún cargo burocrático alguna vez?

¡Ni a este principal de la vida!

El siguiente es un extracto de un artículo de El País:

“Hasta ayer, Maradona se dedicaba al showball, una modalidad de futbito muy popular en Suramerica”.

Me ha llamado la atención por lo que considero tres imprecisiones:

1. Según Google, la grafía que se prefiere es showbol.

2. El articulista le ha robado la tilde (el acento escrito) a la versión de nuestro subcontinente que prefieren los medios españoles: Suramérica. Nosotros usamos Sudamérica, de allí el lindo despectivo sudaca, que a mí, personalmente, me gusta y lo suelo utilizar con desparpajo cuando me presentan a algún español.

(Por otro lado, no espero que el articulista sepa que México no está en Sudamérica, sino en Norteamérica. Se enterará cuando aparezca el Amero sustituyendo al dólar y la Unión Norteamericana sea realidad.)

3. El showbol es una variedad relativamente reciente del balompié y, por lo mismo, todavía no muy popular en Sudamérica. Personalmente, no la conocía.

(En mi país –Perú- se juega, además de fútbol, el fulbito.)

Como gran aficionado al balompié -sin adhesión a ningún equipo, sino al buen juego-, esta designación de Maradona como técnico de su selección, es una sorpresa agradable.

Por más que tenga razón Jorge Valdano.

Quien ya había manifestado su desazón al empezar a incubarse este nombramiento:

«Diego no ha tenido experiencia como entrenador salvo algo esporádico y no es fácil ser entrenador de la selección. Me parece arriesgado (…) es muy difícil aterrizar en la selección sin haber hecho una experiencia previa en equipos».

Lo que dice Valdano es cierto.

Pero a Basile, pese a toda su experiencia, no le iba bien.

Sobre la golpeada pelota llamada Tierra se irá pronto (gracias a dios, o sea, a Maradona) el Payaso Destructor.

En el circo mediático que es el fútbol hoy en día, en cambio, pasa el Gran Malabarista al puesto de Director.

Los espectadores nos sobamos las manos.

Tranquilos, los demás.

Solo las porterías pueden estar en peligro.

….

.HjorgeV 29-10-2008

MARADONA – MANU CHAO -KUSTURICA

MARADONA Y PELÉ CABECEANDO JUNTOS

‘LA CONCHA DE CORCHO’, OSCAR AL GRAN CAPITAL

O: «¡YO TAMBIÉN NECESITO 8.000 MILLONES DE EUROS!»

Acabo de leer, ante el anuncio del Departamento del Tesoro de EEUU de empezar a repartir el dinero de los contribuyentes -qué gran corazón- entre las pobres transnacionales y otras grandes pobrecitas corporaciones, que un grupo de empresas automovilísticas ya levantó la mano para que Papá Noel Bush no se olvide de nada menos que sus 8.000 millones de euritos.

¿Qué habrán pensado Chrysler, Ford y la General Motors?

Es decir, sus directivos.

VIDEO PUBLICITARIO DE BUDWEISER (1ª Parte)

¿Que al que más levanta la mano, se le reparte antes su generosa tajada bushiana?

Habría que instituir -me digo- un nuevo galardón internacional para estos casos, ¿no?:

La Concha Gigante de Corcho.

Una especie de Oscar dedicado al gran capital y a sus valientes administradores.

Pero de corcho.

De oro, no.

Porque estos tipos –ya sabemos-, llegado el momento, son capaces de vender a su madre: si ésta tuviera la mala suerte de encontrarse dentro del país que también son capaces de vender.

Lo realmente descarado del asunto es que esa ayudita (que el gobierno de Bush entregará porque sí, porque no le pertenece, y que no devolverán: inicio las apuestas) les podría permitir controlar el 35% del mercado de EEUU. En otras palabras, crear un parcial monopolio.

¿EL MAYOR TIMO PÚBLICO DE LA HISTORIA?

Llegados a este punto, viendo la gran cola que se ha formado para ponerse debajo de la Ubre de Mamá Estado –con la connivencia de la Casa Blanca, la que antes odiaba las nacionalizaciones y que ya dio la señal de a sus marcas me pregunto:

¿No habrá estado ya maquinada esta crisis?

¿No habrá estado ya todo pensado para hacer la repartición justo antes del 4 de noviembre?

¿A sabiendas de que el Estado en manos del saliente Bush iría a intervenir en ayuda de sus amigotes para cerrar así El Mayor Timo Público de la Historia?

¡Qué sincronía!

Es escalofriante, verdaderamente, pensar en esta sola posibilidad.

¿Me creen un desquiciado, un exagerado o un paranoico?

No me opongo.

Estaría dispuesto a sacrificarme en aras de la salud mundial. Es, más, si me garantizan el pan y el agua y la posibilidad de escribir, me voy por mi propio pie.

Pero, pero, pero (el método argumentativo que ha aprendido hace poco nuestro hijo que acaba de cumplir cuatro añitos) les ruego considerar, antes de firmar mi ingreso al manicomio, que fui de los que se adelantaron en llamar a este siglo El Siglo de las Mentiras.

Curiosamente, justo hace unos minutos, revisando la Red por si las moscas (pican, que no lo hacen), acabo de descubrir un artículo del gran Eduardo Haro Tecglen, mostrando su particular opinión.

Para él, el que pasó fue El Siglo de la Mentira.

¿Será que falleció antes de poder ver La Hecatombe de Bush?, me digo, esa película que recomiendo no perderse.

(Vamos, que muchas posibilidades tampoco hay.)

Y a propósito de películas, no se pierdan lo siguiente, que la risa puede ser medicina sin receta ni factura.

WASSUP? NO HOME, NO JOB: TRUE, TRUE

Pocos comerciales televisivos pueden vanagloriarse de ser una especie de verdadero termómetro de la historia mundial.

Cuando en el 2000 la cerveza Budweiser lanzó su nuevo corto publicitario, los responsables no podían adivinar lo que iba a ocurrir en los ocho años siguientes.

Mucho menos, que su país iba a sufrir el gobierno más catastrófico que se pueda recordar tal vez, de toda la historia de la humanidad.

¿Qué hay? –se preguntaba un grupo de amigos recíprocamente en el filme y la respuesta era, pletórica de orgullo y contento (me eximo de la publicidad y me permito traducir libremente):

-Viendo un partido. Una cerveza en la mano.

Lo novedoso del comercial aquel, era la señal de reconocimiento del grupo de amigos –o rito grupal-, que consistía en repetir la expresión Wassup?, la forma coloquial de What’s up?

(Algo así como el “¿Qué tal?” en nuestra lengua. O ¿qué hay?, ¿qué hubo?, ¿qué más?, ¿qué pasa?, ¿qué pasó?)

Y la expresión la completaban con un gesto que se convirtió en la rúbrica de ese corto publicitario: dejar la lengua fuera.

Bueno, pues, ocho años después, los mismos actores han grabado una versión, actualizada vamos a decir, del Wassup? de Budweiser.

Se han reinventado. Mejor dicho, la historia de su país los ha obligado a reinventarse.

No se lo pierdan. Son solo dos minutos. Y ya no sacan con tanta fuerza la lengua.

Empieza con Bush anunciando en la televisión que han llegado “very, very difficult times” .

-¿Qué hay B.?

-Nada. Perdí mi casa. Busco trabajo. ¿Qué hay contigo?

-Todavía en Irak. Cuidando mi culo.

-Cierto, cierto.

El tercer amigo llega con el brazo enyesado –o escayolado- y, quejándose de dolor, pregunta por dinero para analgésicos.

Pero no quiero fungir de aguafiestas.

Recomiendo este video, por lo menos como una forma real de practicar el inglés coloquial usamericano.

Tomen sus auriculares, por favor.

….

.HjorgeV 29-10-2008

TRIBUTO AL ABSURDO (Poesía)

….

El lamento de la tarde

Como un caballo puesto sobre

La cresta de una

Ola reticente

….

La profecía de los espejos

En todas las miradas

De los transeúntes

….

El sol me hiere en la

Punta de la lengua

Que es el lugar

Donde llevo el néctar que

Morderá tu boca

….

Tirar de un nudo

Como quien desencadena una

Tormenta

Jalando con la mano

Una nube

….

O ensañarme con el cielo

A escupitajos

….

Rendido caigo a

Los pies del

Día

A rendir mi tributo al

Absurdo de las

Horas

Que faltan

Simplemente para

Verte

….

HjorgeV 27-10-2008

HISTORIAS DE BARES (III/Fin)

Cuando llegó la policía pensé que habían terminado mis problemas, pero no fue así.

A uno de los tipos lograron capturarlo antes de que escapara. El otro ya había desaparecido a tiempo.

Al preguntarme la policía si me había apuntado con la pistola el detenido, les dije la verdad: que el tipo había sacado el arma y la había puesto sobre la mesa al momento de exigir más cerveza gratis.

-Entonces, ¿no lo apuntó con el arma? –insistió el policía que tomaba mis declaraciones.

-¿Cuál es la diferencia? -le pregunté-. Si uno es apuntado antes o no, es totalmente irrelevante si al final se termina de todas maneras herido, ¿no cree?

-La ley es la ley y mi trabajo es ceñirme a la ley. ¿Lo apuntó el detenido con el arma o no?

-Ya he respondido a esa pregunta.

Lo malo de ese tonto incidente fue que no supe si regresar a trabajar al bar o no, porque temía que los tipos pudieran regresar a cobrarse el desquite. Por las dudas, no volví.

El bar era minúsculo, se llamaba Los Cactus y no tenía en sí más gracia que su fabuloso programa latino.

Creo que lo más rescatable de toda la decoración era una fotografía (es la de arriba) del indio norteamericano Gerónimo. Sólo la fotografía, entiéndase bien; ni siquiera el marco, debido a su deplorable estado.

Era minúsculo, sí, pero los fines de semana podía armarse una rumba de los diablos en sus veinticinco metros cuadrados divididos en dos pequeños ambientes.

Durante la semana, especialmente si hacía mucho frío, había que agradecer si entraban un par de clientes para justificar el haber abierto la puerta.

Ese era el caso esa noche y el de esos dos jóvenes que habían querido beber gratis con su fajo de vales obviamente sustraídos con malas artes.

Recuerdo especialmente ese bar, no sólo porque fue una de mis primeras estaciones laborales en esta ciudad (y por una serie de anécdotas que he iniciado con esta serie), sino también por su minúscula colección de discos latinos: unos cuatro o cinco elepés. Sí, los históricos LP de vinilo.

¿Cómo habían llegado las dos hermanas a un bar con el nombre Los Cactus?

Porque habían estado enamoradas hasta la perdición de unos músicos bolivianos. Se decía que habían llegado a perseguirlos en una caravana hasta Suiza.

Una vez se lo pregunté a la mayor, Dora, la rubia bonachona y apática pero simpática.

-¿Es cierto que ustedes dos se morían por unos bolivianos?

-Eran músicos del grupo Boliviamanta. Los seguimos hasta Suiza y Austria en una caravana, concierto tras concierto. Estuve a punto de casarme con uno de ellos –me contó, con nostalgia.

El nombre del bar lo debieron escoger por su asociación con México, que es el país latinoamericano que más parece ‘vender’ en Alemania y en el resto de Europa. Curiosamente, los alemanes asocian cactus con diversión, allí donde lo primero que se le ocurre a un latinoamericano es pensar en un lugar desierto e inhóspito.

Será por la sed, me digo.

Una de las cosas interesantes y características de Los Cactus que no quiero olvidar de mencionar, era que a las dueñas les gustaba ofrecer música en vivo.

Los lunes actuaba un guitarrista de flamenco, por ejemplo. Los miércoles, un salvadoreño que detestaba beber. Poco, se entiende. Y los fines de semana un grupo de música latina, de ser posible, bailable.

Willi Grote creo que se llamaba el de los lunes. Un tipo que apenas hablaba.

Llegaba, cumplía su trabajo, lo completaba con un par de las copas gratuitas de vino peleón que incluía su contrato y se iba sin decir nada más allá que lo necesario para recibir el vino.

Un músico guayaquileño me comentó una vez que seguramente era así de retraído para no tener que escuchar las críticas de nadie.

-¡Es un alemán, Jorge! Tienes que imaginártelo, pues –me decía el guayaco-. ¡Un alemán tocando flamenco!

Como la hermana morena era iracunda y era la que mandaba, cuando tenía alguna queja de alguno de los empleados lo expresaba a gritos porque no podía controlar su carácter.

De tal manera que cada dos o tres semanas siempre había un empleado nuevo (por lo general, guapas universitarias): bien porque ella había despedido a alguno o bien porque alguno la había mandado al carajo y se había marchado voluntariamente.

Muy pocos conseguían no irritarla con algún error u olvido.

Una vez empezó a gritarme ya no sé por qué razón. Sospecho que ni ella misma sabía a veces por qué rompía en cólera sin poder controlarse después.

Esa noche me fui preocupado a casa, convencido de haber trabajado tan mal que lo más probable era que me echaran del trabajo a la siguiente vez. Me dije que tenía mi orgullo y que eso era algo que no debía dejar de lado. De acuerdo a eso, me preparé para hacerle frente.

Pero la siguiente vez ella me saludó como si no hubiera ocurrido nada.

En Los Cactus se bailaba y se armaban unas rumbas memorables en sus poco menos de treinta metros cuadrados, espacio en el que tenía que caber también el grupo musical de turno. (¿Cómo lo hacíamos?)

Recuerdo un conjunto formado por un africano, un uruguayo y un percusionista de ya no sé qué país.

El africano era, en realidad, un español de Melilla, es decir, sólo geográficamente un africano, pero a quien no le gustaba nada que se lo recordáramos.

¿Cómo lo hacíamos?

Es decir, ¿cómo hacíamos para bailar y movernos en tan poco espacio?

En ese lugar volví a ver a la que más tarde sería mi primera esposa. Y nos reconciliamos bailando.

Por lo demás, ¿cómo hacíamos para pagar como simples estudiantes nuestro consumo que ahora se me antoja diario en la memoria?

En mi caso yo lo sé parcialmente: me quedé sin viajar a mi país casi siete años. Cuando lo hice, sufrí un tremendo choque porque muchas cosas, costumbres y personas habían cambiado en el Perú casi hasta la irreconocibilidad, perdonen el vocablo.

Dos canciones recuerdo especialmente de esos tiempos:

1. Gitana, del álbum Tiempo pa’matar (1984) de Willie Colón.

2. Verde (que te quiero verde), del fallecido Manzanita, una adaptación de un poema de García Lorca.

Curiosamente, ambos temas de Manzanita de su mismo álbum Poco ruido y mucho duende de 1978.

También había un disco, entre los escasos veinte o treinta que formaban la colección de las hermanas Fischer, que solía intercalar entre los discos de Santana (Caravanserai), Willie Colón, Mink DeVille (el de Demasiado corazón) o el de Manzanita.

Me estoy refiriendo al Concierto de Colonia –The Köln Concert en el original- de Keith Jarret.

(El solo de jazz más vendido y también el solo de piano más vendido, grabado más de diez años atrás entonces, en 1975, y al que me gustaría dedicarle una página de esta bitácora -a pesar de no ser un gran admirador del resto de la obra de Jarret- por las raras y excepcionales condiciones en que se grabó.)

http://www.youtube.com/watch?v=jzqMJWlKMsY

Por ese pequeño bar que ha pasado por muchas manos a lo largo de estos últimos veinte años, sin que nadie haya podido establecerse definitivamente, suelo echar un vistazo cada vez que me muevo por ese barrio universitario.

Es un pequeño dinosaurio que se extingue y vuelve a renacer con otra cara, pero con el mismo espíritu de antes, de aquél que guiñándome el ojo guiaba mis pasos inciertos en mi nuevo país con la mejor onda posible.

Barrio que lleva, incluso, el nombre del barrio que a mi paso por París más me atrajo, seguramente por la familiaridad de su nombre: el Quartier Latin, el Barrio Latino.

Ya adaptado a la pronunciación del idioma alemán, colonizado, vamos a decir: Kwartier Latäng.

Si pasas por ahí, todavía existe el Ferkulum, el de los gyros pita (en la fotografía, arriba), y, atención, que es una zona muy conocida como marchosa: durante el último mundial apenas cabía un alfiler más por la Zülpicher.

Pero ya hace muchos años que no existe Los Cactus y en el local que ocupaba seguramente nadie ha vuelto a bailar desde hace siglos.

Ah, y si alguien te muestra una pistola, dile que te tiene que apuntar directamente al cuerpo para poder hacer la denuncia policial correspondiente.

Algo altamente improbable en esta, por lo general, pacífica ciudad.

…..

HjorgeV 24-10-2008

HISTORIAS DE BARES (II)

Mi trabajo en ese bar de la Zülpicher consistía, repito, en atender, servir las bebidas, cobrar, limpiar y poner música, tratando de conseguir algo de ambiente latino. Para eso me pagaban al final de la noche.

Los dos tipos, muy flamantes, estaban bebiendo y deseaban pagar su consumo con un fajo de vales que debían haber hurtado en algún lugar, probablemente del vecino negocio griego.

Cada vale daba derecho a una cerveza, pero a nadie se le había ocurrido delimitar la acción a una o a -máximo- dos cervezas por persona.

-Yo no sé de vales –les repliqué y era la verdad, tratando de hablarles como si hubieran colocado sobre la mesa una biblia o un celular, que entonces aún no había sido inventado, y no una pistola-. Trabajo aquí y, del dinero que entra, luego me tengo que cobrar mi sueldo. Si no entra dinero, no puedo cobrar.

Era una noche particularmente fría de entresemana, en un bar eminentemente universitario. De esas que no animan a salir ni a los estudiantes más bebedores. (Y eso que en Colonia hay muchos.) Los dos personajes debían ser dos vividores de medio pelo con ganas de divertirse a costa de los demás.

-Un vale, una cerveza –dijo uno de ellos-. Eso es lo único que cuenta.

-Tendré que consultarlo con los propietarios –añadí, haciendo un gesto inocente.

Luego me retiré y llamé a la policía desde el teléfono de pared del bar.

Uno de los dos tuvo que haberlo notado, porque cuando regresé a la barra, me miró mal y me dijo:

-¿Has llamado a la policía, no?

-Oye, compadre –le dije en un alemán lo más campechano posible-, tengo una idea. Yo invito ahora una ronda de cervezas y brindamos todos juntos. ¿Está bien?

-¿Invitas tú? –preguntó el otro, el que parecía más drogado y tonto.

Es preciso hacer un paréntesis ahora.

Alemania es un país pacífico y seguro. Más o menos en cualquier ciudad y pueblo alemán una mujer puede desplazarse a cualquier hora del día y de la noche sin temer a nada.

Existen, sobre todo en las grandes ciudades como Berlín, Fráncfort o Hamburgo, zonas relativamente peligrosas y hasta un par de calles verdaderamente peligrosas, pero nada más.

Que yo sepa, no existen barrios enteros donde ni la policía se atreve a entrar como sí sucede en otros países del mundo, aún en los llamados desarrollados. Colonia, particularmente, es una ciudad tranquila y pacífica.

Esto se debe no sólo al nivel cultural general y a que casi no existen pobreza ni tugurios, sino también al hecho de que apenas existen armas de fuego en manos de particulares.

De tal manera que al ver una pistola ‘en público’ uno se puede pegar un buen susto, pero lo más probable es que sea de fogueo. Nadie saca en este país un arma de verdad intentando beber gratis. Salvo que estés pasado de drogas –fuertes- y no se te ocurra otra cosa para seguir bebiendo. Pero entonces tienes que estar verdaderamente pasado.

Todo esto no lo sabía entonces porque era relativamente nuevo en Alemania. A mí lo que me movía era mi indignación por la frescura de los tipos y porque su egoísmo chocaba con mi simple interés y derecho a cobrar por mi trabajo de esa noche. Estaba actuando, ahora lo sé, inconsciente y peligrosamente.

Después de servir tres vasos de cerveza y llevarlos a su mesa para brindar, tomé el mío y me dispuse a chocarlo con los suyos. En ese momento se escuchó la sirena de un patrullero en las cercanías.

-¡Hijo de puta, sí has llamado a la policía! –exclamó el más desconfiado, y, mientras su compinche saltaba hacia la puerta para escapar, él, que era el que portaba el arma que ya había guardado en uno de los bolsillos de su chaqueta, se dio el lujo de terminar de beber. Con ese gesto me quería demostrar lo grande que era, me imagino.

Ya no recuerdo bien exactamente cómo sucedió todo.

Sólo recuerdo que me lancé sobre él, tumbándolo e intentando sujetar la pistola que no podía ver. Las cervezas cayeron al suelo, junto con bancos, sillas y mesas. Tenemos que haber caído y rodado estrepitosamente por el suelo, porque lo siguiente que recuerdo es que al tipo lo mantenía inmovilizado bajo el peso de mi cuerpo y nos encontrábamos cerca de la puerta del bar. Con una de mis manos sujetaba la pistola que aún seguía en su bolsillo.

Al escuchar mis gritos de auxilio, algunos pasantes se acercaron a la puerta del bar a contemplar la extraña escena, pero sin atreverse a más.

Recuerdo también que el griego del negocio vecino se acercó con toda su monumentalidad (era alto y robusto como un lanzador de bala), pero apenas escuchó que había un arma de fuego de por medio salió corriendo, pegando un salto como alguien que le tiene miedo a los ratones.

Fue entonces cuando el tipo que sujetaba bajo mi cuerpo me mordió la mano y consiguió soltarse.

…..

Termina mañana…

HjorgeV  23-10-2008

HISTORIAS DE BARES (I)

Entre los primeros trabajos que tuve al llegar a Alemania, estuvo el de llevar un minúsculo bar del barrio universitario de Colonia.

Tal vez ‘llevar’ sea mucho decir para un trabajo de sólo dos o tres veces a la semana. Pero en esas dos o tres noches, tenía que atender, preparar yo mismo las bebidas, cobrar, mantener todo limpio y ordenado, y poner música.

Las dueñas eran dos hermanas disímiles.

Una -la mayor- era una rubia que ya había entrado físicamente a los cuarenta y mentalmente a los sesenta, y que sentía un afecto especial por los latinoamericanos.

La otra era una morena -piel muy blanca, ojos pardos y cabello negro- de quien se decía que en sus mejores tiempos había detenido el tráfico a su paso por las calles de esta ciudad; con su figura, se entiende.

Cuando llegué a Colonia, el tráfico de sus calles ya llevaba largos años sin tener ningún incidente memorable; la comida abundante y la falta de ejercicio, por su parte, habían hecho su correspondiente contribución en la figura de la hermana menor, y había que fiarse del recuerdo de los antiguos clientes del bar para poder creerse lo de su belleza.

Tenía un rostro que todavía era lindo, sí, pero ya resultaba muy difícil poder imaginarse lo otro.

La rubia era apática y bonachona. Era tacañísima, pero no tenía carácter para cobrar lo que le adeudaban, que era mucho en ese bar y algo que iba creciendo cada noche, debido a su incapacidad para decir «No» si alguien le pedía de fiado.

La morena era irascible, inquieta y colérica, siempre pendiente de las debilidades de su hermana mayor, aunque también sabía lo que era el buen humor; e, incluso (una o dos veces al mes, tal vez una cada dos meses) los buenos modales.

Podía ser simpatiquísima, pero su mal genio la traicionaba; mejor dicho, le era más que fiel: porque muy raras veces la abandonaba.

El bar se encontraba en la calle Zülpicher, la calle por la que transitan todos los universitarios de esta ciudad, a pocos metros de una esquina bastante envidiable, comercialmente hablando. (En la fotografía al fondo a la izquierda, justo antes del puente.)

Saliendo a la derecha había un edificio de departamentos y luego una retahíla de bares y restaurantes hasta el Ring, una de las vías principales de esta ciudad.

Al otro lado continuaba un negocio griego de Gyros Pita, una especie de esponjosa tortilla de harina que se enrolla a medias con carne de cerdo muy condimentada y cortada por capas de un gigantesco asador vertical y giratorio; a la que se añade cebolla a la pluma y abundante tzatziki, una deliciosa salsa griega hecha a base de yogur, pepinos rayados y ajo fresco.

Cuando algún cliente –generalmente estudiantes universitarios, entre ellos muchos latinos- me pedía algo y yo sentía el inconfundible hálito diabólico del ajo fresco en mi rostro, sabía que había visitado primero el negocio griego de al lado antes de pasar por el bar.

En una oportunidad dos clientes así, se pusieron a beber con ganas y me mostraron una pistola para poder seguir bebiendo gratis.

Como le pasa a cualquiera, la vista de un arma de fuego no es algo que me pueda dejar frío.

…..

Continúa mañana…

HjorgeV  22-10-2008

‘ABÍSAME’ AL COMPAÑERO (Poesía)

Solía escribir con su dedo grande en el aire:
«¡Viban los compañeros! Pedro Rojas»,
de Miranda de Ebro, padre y hombre,
marido y hombre, ferroviario y hombre,
padre y más hombre, Pedro y sus dos muertes.

Papel de viento, lo han matado: ¡pasa!
Pluma de carne, lo han matado: ¡pasa!
¡Abisa a todos compañeros pronto!

(César Vallejo, de España aparta de mí este cáliz)

..

ABÍSAME AL COMPAÑERO

..

Cuando la lengua ladra

En lo que muerde

Que es blando

…..

Cuando el corazón late pero

Sin sangre

Enfrascado en las

Cámaras vacías

…..

Cuando la infamia tiene el tamaño

De tu propia sombra

Según la forma que va adquiriendo

En tu avance hacia el sol

…..

Detrás de mí ha quedado un niño que

Pregunta por su padre

…..

Para comprobarlo

Certificando su palabra

Con mi propia voz

Volteo, miro e inquiero

…..

Abísame al compañero”, me digo

…..

Luego

Me toco la espalda

Como quien llama a la puerta

De su propio velorio

Advirtiéndome de mi error:

“Estás dejando a un niño rezagado,

compañero”, me insisto

…..

Advertido

Reacciono asustado

Miro hacia atrás

Veo al niño

Desamparado por la falta de constancia

En mis pasos

…..

Hay que saber comprender, le digo

Deteniéndome

…..

Y busco las razones en la soledad

De las palabras

…..

En la obligación que tiene el vivo

De vivir

Y el muerto de morir

…..

Reflejo, apático, solaz, ácimo

…..

Comprendo que he dejado a mi hijo

A su suerte

Sin amparo en el camino

Creyendo que para guiar

Basta ir delante

…..

Vuelvo la vista

Para volver a reclamarme

Y llamarme la atención

Abísame al compañero (que soy yo), que

estás dejando un niño atrás”,

Quiero insistirme

…..

Golpeo mi espalda

No sin pesar

Pero no siento nada

…..

Aterrado

-sin comprenderlo-

Miro por sobre el hombro y compruebo

Que voy solo

….

Entonces

Empiezo a correr con pánico para

Ir a avisarme

….

HjorgeV 20-10-2008

«PULVERIZADORES DE CAPITAL»

LECTORES ALEMANES DEL STERN COMENTAN LA CRISIS

Al comienzo de la semana, como se había agotado el semanario alemán que más aprecio –Die Zeit- adquirí el último número del Stern, el segundo en importancia en este país.

La portada estaba dedicada al sorprendente anuncio de la canciller Angela Angie Merkel y su atrevida promesa de garantizar los ahorros (completos) de (todos) los ciudadanos.

La última entrada de esta bitácora, por eso, la titulé: Prometiendo con dinero ajeno.

Lo que más me llamó la atención de esta revista, a caballo entre el periodismo serio y la prensa sensacionalista, fue la calidad de los comentarios de los lectores a propósito de la crisis financiera actual.

Solo por esos comentarios había valido la pena la adquisición.

“Esto lo tiene que leer más gente”, fue lo primero que me dije y, manos a la obra, me puse a traducirlos inmediatamente.

Una vez más, me ha parecido fascinante ver cómo lo que en un idioma se puede decir con una, dos o tres palabras, a veces no solo no se puede traducir de forma tan sucinta a otro, sino que se tiene que terminar explicándolo en una oración completa.

El arte del traductor, además, muchas veces consiste básicamente en saber elegir con criterio de una serie de alternativas posibles, la más sensata o adecuada para un determinado momento histórico y para un determinado público.

Por otra parte, estos comentarios han conseguido salvarme del marasmo mental en el que había caído en estos días.

¿Por qué no se expresan los alemanes, tan dados a explayarse mayormente?, me venía preguntando.

¿Por qué hacen como si la crisis mundial no fuera con ellos?

¿Por qué siguen sin reaccionar mis convivientes en este país?

¿Qué les pasa?

Me imagino que los mismos que suelen quejarse y hasta burlarse, vamos a decir, del estado arquitectónico deplorable de La Habana y suelen gastar chistes feos sobre Chávez y Morales y sus nacionalizaciones, son los mismos que ahora callan ante el edificio a punto de desplomarse en que se ha convertido el capitalismo.

Y los mismos que dejan mansamente que sus gobiernos usen sus dineros para sacar de la quiebra a los que los han estafado.

¿Este edificio en ruinas ya no es tan interesante como los de La Habana?

¿Las nacionalizaciones de pronto son buenas porque las hace el llamado Primer Mundo?

(Nadie lo pregunta abiertamente, pero, de paso: ¿Son democráticas estas decisiones?)

¿Olvidarán que se pueden quejar de La Habana y del régimen dictatorial cubano, porque pueden llegar libremente como turistas y verlo con sus propios ojos?

¿Ignorarán que no hacen esas mismas visitas a los puntos más críticos del planeta donde la gente sí se está muriendo literalmente de hambre y eso apenas es noticia?

Felizmente, no son todos.

Los alemanes críticos están vivos. Y aquí presento las pruebas.

A continuación, la traducción de algunos de esos comentarios: Wo bleibt der Aufschrei? (¿Cuándo empieza el clamor?) del Stern Nr. 42 del 09-10-2008, p. 13, con cuya traducción me he divertido. Las imprecisiones, arreglos y errores son sólo míos.

Que tengan un buen fin de semana.

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HjorgeV 15-10-2008

“Un chiste cruel. ¿Cuál es la diferencia entre comunismo y capitalismo? En el comunismo primero se nacionaliza y después se lleva todo a la ruina. En el capitalismo primero se arruina todo y luego se empieza a nacionalizar.”

Brigitte Heinrich, Selb

“Los usamericanos siempre tuvieron lo más grande en todo: Mohammad Ali, King Kong, el aterrizaje en la Luna, etc. ¡Y ahora también la bancarrota más grande de todos los tiempos! What goes up must come down. Una simple cuestión de lógica.”

Michael A. Goldberg, Marbach am Neckar

“Va siendo hora de que los autoritarios responsables de estas catástrofes vayan a parar a la cárcel, de que se les decomise sus riquezas y de que se implementen controles más efectivos de sus tejemanejes. Por otra parte, no hay que olvidar que cada vez hay más gente que cae en trampas y falsas promesas de ‘genios’ financieros, y que, sin embargo, no deja de tener fe en sus supuestos poderes celestiales.”

Uwe Wagner, Hamdorf

“A las categorías Voracidad y Megalomanía, habría que añadirles la Tacañería. Porque ahora no son pocos los gerentes que exigen, de un solo soplo, aumentar las ganancias y que los empleados de más abajo se ajusten el cinturón. Una doble moral que ya no se circunscribe al sector bancario, sino que también ha empezado a propagarse por todo el resto de la economía.”

Rasmus Ph. Helt, Hamburg

“Así es como ahora se empieza a entender el verdadero sentido de “Global Player”: son Jugadores los que ahora gobiernan la economía del planeta. Pero jugadores a los que les importa un comino si su vehículo-planeta termina estrellado contra alguna pared, porque tienen muy buenos protectores y casi siempre salen ilesos de sus aventuras. Son los pequeños los que tienen que volver a perder, aquellos a quienes nadie les pregunta por los riesgos de su apuesta.”

Gisbert Zalich, Bremen

“Me he quedado estupefacta al ver con qué ligereza manejan el dinero ajeno estos ‘expertos’. Durante años de vacas gordas y millonarias se han taponeado los bolsillos a más no poder. Ahora que están en la quiebra, tienen que ser los mismos contribuyentes que han perdido sus casas y sus planes de pensiones los que con sus impuestos arreglen sus errores.”

Christa Rohrmann, Geisenheim

(¿CUÁNDO EMPIEZA EL CLAMOR?)

“¿Por qué nadie empieza a clamar por toda Alemania? ¿Seguimos teniendo -nosotros mansos contribuyentes- tanto dinero como para lanzarlo a las voraces fauces de los pulverizadores de capital? Tendríamos que presentar una demanda de cobertura nacional para evitar que nuestros impuestos se malgasten en sostener este edificio desplomándose en que se ha convertido el capitalismo.”

Axel Dyhr, Bremen

PROMETIENDO CON EL DINERO AJENO

Esta semana la canciller alemana, Angela Angie Merkel, acaba de hacer un anuncio sensacional en este país.

Ha dado una especie de garantía a todos los ahorros ciudadanos.

Después de haber asegurado varios límites anteriormente -50.000, 100.000 euros-, ahora se ha lanzado por el todo.

“Atrevida promesa” es el comentario más común en los medios de comunicación alemanes. La gran mayoría se ha parado para aplaudirla. Qué decidida. Qué clara, han dicho.

Consideran su anuncio una verdadera muestra de su coraje y de su valía como dirigente del país en una Europa que hasta hace muy poco se creía inmune al descalabro financiero que empezó en EEUU.

Hasta ahora Angie Merkel ha recibido más o menos unánimes aplausos y casi ninguna crítica. Recordemos que su gobierno fue de los primeros en criticar a Bush por no haber actuado a tiempo. Por eso, avistado el tsunami, Angie ha corrido a actuar para no pecar de inconsecuente, algo que detestan los alemanes a rabiar.

Todo no pasaría por ser una de esas raras decisiones en la política que unen en el consenso a partidarios y contrincantes, sino fuera porque los mismos que aplauden este anuncio –la opinión pública, los partidos y los medios de comunicación- parecen haber olvidado un pequeño gran detalle.

Es fácil aplaudir cuando se es juez y parte y se ha salido favorecido con algo.

¿Favorecido?

Sí, porque los que aplauden son -serían- los mismos beneficiados: sus ahorritos han sido garantizados por la canciller. De cumplirse el anuncio, se entiende.

Es decir, de cumplirse su promesa.

Porque, si bien nadie lo dice abiertamente, tampoco nadie lo ignora: la promesa de Merkel es, para empezar, sólo eso: una promesa.

Podrá sonar muy bonito y ser lo que justamente quería oír el público, pero no por eso ha perdido su quintaesencia: es una simple y bien intencionada promesa.

Y por si alguien quiere olvidarlo en este maremágnum en que se ha convertido tanto la economía como la política mundiales, es la misma promesa que anteayer hacía el Mercado Libre, es decir, el capitalismo:

Sólo tienen que confiar a ojos cerrados, el resto lo haremos nosotros.

Llegado el momento, ¡zas! (y esperemos que no llegue): ya hemos visto que en esto de la dinámica de la Economía Desrregulada y Descontrolada (que es en lo que seguimos) no hay mucho respeto por las grandes ni pequeñas promesas.

Para ilustrarlo, me permito citar a Alan Greenspan, ex director de la Reserva Federal de EEUU, quien en el 2004, hizo la siguiente afirmación:

«No es sólo que cada institución financiera se haya vuelto menos vulnerable a las sacudidas provocadas por los factores subyacentes de riesgo, sino que, además, el sistema financiero en su conjunto se ha vuelto más resistente.»

¡Ja!

Esas fueron las palabras del especialista de los especialistas hace nada menos que cuatro añitos.

Lo que ha hecho ahora Merkel es espectacular, porque ha apagado aparentemente el fuego mucho antes de que se propague y por eso ha sido inmediatamente aplaudida. Pero, ¿con qué lo ha apagado?

Lo curioso es que pocos parecen haberse dado cuenta de que cuando el pánico ya ha empezado a cundir, la visión de las cosas se deforma, lo que antes era importante ayer ya no lo es hoy y lo que hoy nos mueve, mañana puede ser simple olvido; y que, por lo tanto, es indispensable mantener la calma para no cometer errores que pudieran agravar la situación.

¿Dos ejemplos de esto último?

El asunto de la lucha contra el cambio climático ahora se ha convertido ahora en algo molesto.

¡Que espere!

Largos años fueron necesarios para convencer y conseguir que todos los países se interesaran globalmente por un problema global (la palabrita del nuevo siglo), para que ahora resulte un simple problema secundario. Traducido a los términos financieros actuales: algo que se puede olvidar para expoliar las partidas destinadas previamente a esa preocupación.

El otro ejemplo es aún peor.

Los más pobres de la Tierra, esos que dependen directamente de la ayuda internacional para comer, están esperando hoy cada minuto que pasa para no morir porque las ayudas no llegan.

Los grandes países están demasiado ocupados con sus grandes problemas: cómo salvar a sus grandes ricos.

Grave ironía y burla de la historia, si tenemos en cuenta que aún en los mejores tiempos, los países más ricos del planeta apenas cumplían con las ayudas que ellos mismos se habían impuesto.

La promesa de Merkel se ha tomado, entonces, como una medida de rescate en este país.

Lo es en este momento.

Es el grito del líder del grupo llamando a la calma y gritando “¡Tranquilos, aquí no pasa nada!”

Pero nada más.

Porque el mundo sigue inmerso en un juego llamado Economía Global, que si tiene algo de seguro, eso es su inseguridad y su inestabilidad.

Cada uno de estos días que pasan, los diarios lo confirman mostrando el sube y baja de las bolsas: un día alegrándose por los planes de rescate, para, al otro, hundirse inesperadamente por nadie sabe qué carajo.

Si a todo esto le sumamos la ingenuidad de los políticos y dirigentes en asuntos que no les afectan en un centavo a su sueldo ni a su futuro, tenemos una peligrosísima bomba de tiempo como parte de ese mal llamado plan de rescate.

Un solo ejemplo de este país.

Cuando, aquí en Alemania, se frustró el primer paquete de ayuda al Hypo Real Estate por falta de consenso, recién fue posible descubrir en ese momento que el Estado alemán había hecho su promesa (y garantía) de ayuda, sin haber revisado los libros contables de esa institución financiera.

Es decir, la administración alemana había roto los bolsillos de los contribuyentes sin fijarse apenas a quién le estaba dando el dinero ajeno ni por qué; menos en qué condiciones sería retribuida esa ayuda y menos, aún, si volverían a recuperar esas inmensas sumas de dinero.

“Yo los ayudo, ¿cuánto necesitan, chicos?”, preguntó Papá Estado como el Tío Rico que le sobra el dinero.

¿Por qué esa facilidad para tal tipo de ofrecimientos al gran estilo de Bush, como ese de “capturaremos a Bin Laden, pueden estar seguros” o peor, aún, el reciente de “saldremos juntos de esta crisis”?

¿Por qué esa facilidad para prometer y anunciar?

Porque las sumas prometidas provienen –simplemente- de otro bolsillo: son dinero del contribuyente.

Se ayuda, se ofrece, se promete, se asegura, se ilusiona y se miente con el dinero de otros. Gran especialidad de los políticos, dirán algunos y en muchos casos estarán en lo cierto.

En el caso de EEUU el asunto es más grave aún, porque se trata de una simple transferencia de dinero sin mayor intervención fiscalizadora del Estado. (¡Son sus amigotes, pues, tiene que confiar!)

Es lo que está volviendo a suceder con la promesa merkeliana.

Se está prometiendo algo que tal vez se pueda cumplir –ojalá, repito-, pero para poder garantizarlo no sólo se está usando, ¡se está volviendo a arriesgar de la misma manera que antes el dinero de los demás, de los contribuyentes!

Ese dinero que está allí a la mano.

Ese dinerito que de perderlo, en caso extremo, le costará a Angie Merkel ir a parar de nuevo como simple miembra de su partido, una simple política más a la que no le fue bien. Algo que no impedirá para nada que viva la vida de lujo que le garantizan las leyes como ex mandataria.

Es más o menos como ha sucedido en esta crisis: “grandes” administradores que ganaban millones de millones por llevar a sus empresas a la quiebra y con estas a miles de personas al paro laboral.

¿Con sus millones seguros y legales en el bolsillo, qué les podía importar a estos rufianes lo que pasaba después?

Esto es lo que pocos quieren ver en este Gran Enredo Mundial.

¿Lo peor, verdaderamente?

¿Alguien irá a parar a la cárcel, a esas cárceles llenas de enfermos (drogadictos) y gente que no ha hecho ni una infinitésima parte del daño que han hecho los banksters, los banqueros gánsters?

Lo peor, a mi modo de ver las cosas, es que no se están cambiando las reglas.

Pero lo peor tal vez esté ocurriendo ahora, con los llamados Planes de Rescate.

Si ya se sabe que lo que ha ocurrido es por falta de control y regulación, y que el mercado es susceptible de grandes manipulaciones y trampas.

Si, ahora, además, sabemos también que los mercados no pueden autorregularse.

(Lo estamos leyendo a diario: a pesar de las promesas y el dinero invertido, el Mercado Financiero sigue siendo un zafarrancho.)

Si ya lo sabemos, entonces, ¿cómo es posible seguir arrojando tanto dinero a la hoguera de lo mismo? ¿Por qué darle, además, más dinero al jugador que cuando ganaba no compartía sus ganancias.

Al apostador que, si podía, las escondía en Suiza o Lichtenstein, o las multiplicaba criminalmente, incluso.

(Porque para eso están los llamados paraísos fiscales -paraísos delincuentes habría que llamarlos desde este momento- que ya no son un chiste sino uno de los grandes soportes y herramientas del verdadero Crimen Mundial: aquel que es capaz de, por actuar criminalmente, tirarse abajo la economía no sólo de una región sino del mundo entero.

Y también me refiero, de paso, a países como Suiza y Lichtenstein, que no por no ser islas, dejan de ser grandes culpables europeos en este sucio juego de esconder dinero y hacerse el limpio ante el resto del mundo.)

Tengámoslo por lo menos claro.

¿Ha fallado el sistema?

¿O sólo le falta un poquito de combustible (dinero) para funcionar?

Creo que no se puede salvar un sistema dándole una inyección de fuerza a los mismos que habían provocado su colapso.

Las decisiones que se están tomando en este momento, son decisiones al paso y hechas con prisa. No es posible analizar un sistema ni su proceso concomitante en un par de semanas para buscarle sus fallas y las posibles soluciones.

Por lo menos, los países del G-8 acaban de anunciar que abordarán una reforma global de los mercados financieros.

¿Cumplirán su anuncio los del G-8 y cumplirá Merkel su promesa en caso de que las papas empiecen a quemar en Alemania?

Para usar la memoria: hace poco más de tres semanas, los mismos políticos que acaban de aplaudir a Merkel, son los mismos que se mostraron sumamente escépticos cuando se anunció el plan de rescate en EEUU. Se llegaron a burlar, incluso. Hoy, ellos mismos lo promueven en este país.

Así funcionan las cosas en el mundo de los expertos.

Lo que no se debe olvidar de ninguna manera es que el funcionamiento de los mercados financieros depende de mecanismos poco fiables -como vemos- y de empresas con un poder inmenso, capaces, incluso, de saltarse por encima de lo que puedan decidir los países del G-8.

No bastará, pues, zurcir algunas costuras del traje que se rompe y revienta, si lo que se está pudriendo es la tela.

No sé cuál será el caso de ustedes, lectoras y lectores improbables de esta bitácora, pero mi país, Perú, el último de la tabla en la clasificación, acaba de perder de visitante en Paraguay, alejando definitivamente nuestro sueño de asistir otra vez a un Mundial.

Por eso, me digo:

Si Merkel garantiza todos los ahorros de los alemanes y los del G-8 anuncian una reforma de los mercados financieros, entonces, yo, por ahora, garantizo que Perú irá al Mundial de Sudáfrica 2010.

¿Quién me puede impedir prometerlo?

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HjorgeV 15-10-2008

PASANDO VERGÜENZA

En el último partido que nuestra selección perdió merecidamente contra Bolivia, me llamó la atención el jugador peruano que se volteó cuando un boliviano remató el balón -desviándolo, además- que iría a parar al rincón de las ánimas que decía Martínez Morosini y convertirse en el tercer gol de los de casa.

¿Qué es eso?, me pregunté.

Obviamente, ese jugador no estaba 100% -ni mucho menos- en el partido de su selección nacional. En el video, además, es posible percibir la ingenuidad del jugador grabada en su rostro.

Es lo que se llama Falta de Actitud.

No soy de los optimistas ni de los pesimistas. Simplemente soy peruano.

Personalmente, nunca tuve equipo porque simplemente me gustaba el fútbol y no comprendía el absurdo de creer que TU equipo es el mejor, simplemente PORQUE es TU equipo.

De niño decía Cristal, para no estar ni con los de Alianza ni con los de la U.

Soy de los que consideran el balompié un verdadero deporte ciencia: un ajedrez humano dinámico (porque no se juega sentado) y que se define por la comprensión (grupal, de todos juntos) de una especie de geometría (ángulos y líneas) que se está deformando permanentemente sobre el campo:

El cómo darle a la pelota para que obedezca y el mejor cálculo y adivinación constantes de las trayectorias de la pelota y de los demás jugadores, define también al mejor sobre el campo.

Bien visto, el mayor trabajo de un futbolista es la atención permanente y concentrada que está prestando a todas las jugadas a lo largo de un partido.

Además del cálculo que va haciendo mentalmente de los posibles riesgos y peligros (en contra) y de las posibilidades y oportunidades (a favor).

Un buen futbolista es, antes que nada, un buen observador. Un lector del juego.

Por otra parte: el que está mejor ubicado en cada momento, ese tendrá las mayores probabilidades de ganar.

Como se trata de un deporte de grupo, hay que pensar también en grupo y estar haciéndolo permanentemente.

¿Por qué lo digo?

Un jugador (profesional) que ante un disparo de larga distancia contra su portería se ‘voltea’, tiene que saber dos cosas:

1. Si la pelota va dirigida directamente a su cuerpo, eso significa generalmente que se encuentra entre el que dispara y el arco. Por lo tanto: voltearse, retirándose y dejando pasar la pelota o desviándola -como en este caso-, es jugar para el rival, contra el propio equipo. De las primeras cosas que se aprenden a no hacer.

2. Si está entre el que dispara y el arco, significa que está cubriéndole parcialmente la visión al arquero. Por lo tanto: al «voltearse», retirándose intempestivamente, lo que conseguirá inmediatamente será sorprender al compañero guardameta. Falta doble, entonces.

3. Un jugador (profesional) siempre tiene que contar con que permanentemente tendrá que evitar un gol contrario o un simple remate con cualquier parte (permitida) de su cuerpo. Incluso con ciertas sensibles. Es parte del juego.

¿A qué voy?

No sé qué tan malos futbolísticamente hablando seamos en el contexto internacional.

Por vivir en el extranjero -concretamente, en Alemania- desde hace más de veinte años, desconozco a los dirigentes actuales, pero me puedo imaginar que, como sucede en otros ámbitos de nuestra sociedad, en ese sentido el fútbol peruano debe ser una catástrofe.

Lo que sí sé, fehacientemente, porque lo veo casi a diario, es que Alemania, con sus jugadores robots (y mal aceitados, además), sigue haciendo un buen papel en el concierto mundial.

Y eso, a pesar de no tener grandes dominadores del balón y jugar con esquemas anticuados y en proceso de desaparición: salvo en la selección y en la primera profesional (la Bundesliga), en las ligas menores, infantiles y juveniles, se sigue jugando y aprendiendo a jugar con un líbero e se insiste en el ataque por las alas como su principal y a veces único argumento.

¿Por qué ellos sí pueden y nosotros no?

Porque, para empezar, se toman en serio su profesión. Se cuidan.

Y los dirigentes hacen su trabajo y los cuidan, además.

Un doble cerrojo.

Vamos, como les gusta construir sus casas y máquinas, sus cosas, a los teutones.

Si Kuranyi desaparece sin permiso del entrenador, por más que llore: será separado del equipo. Hay excepciones claro. Pero todo no puede ser excepciones todo el tiempo. (Las hay también en Alemania, no crean que no. Y muchas.)

En este sentido, hay que reconocerle a Del Solar al ser consecuente con el castigo impuesto.

A lo fundamental, y disculpen estas líneas:

Lo que sí no se puede perdonar son casos como el mencionado. Que muestran, sobre todo, la Falta de Actitud -profesional- con que muchos de nuestros engreídos futbolistas “profesionales” afrontan esta aventura llamada selección y que para la mayoría es una forma cómoda y barata de visitar a la familia y los amigos, y divertirse, de paso.

Creo que allí está uno de los grandes problemas de nuestra rojiblanca: que el entrenador (quien sea) más tiene que hacer de psicólogo, animador y controlador, que concentrarse en sus capacidades y conocimientos específicos de este deporte.

Conforme pasa el tiempo de no asistir a un mundial, por otra parte, aumenta la presión inhumana sobre esos señores que no tienen que saber otra cosa que jugar bien al fútbol.

¿Por qué pedirles, además, que sean unos angelitos?

Lo que hay que exigirles es que no se volteen ante un remate, que no se escondan en el grupo cuando hay un pase del contrario jugando a romper la trampa del offside y que corran y guapeen hasta el último minuto. Aunque vayan perdiendo.

El reglamento dice que en caso de duda en una situación, el árbitro debe dar ventaja al atacante.

Entonces, en el primer gol boliviano, una vez que se escapó el delantero que luego da el pase para el gol a su compañero, ¿por qué el número 6 peruano no lo dio todo para tratar de evitar el gol?

Se puede ver en la repetición.

También se ve que el número 10 peruano no hace un intento serio de desviar la pelota en el tiro libre que lleva al segundo gol boliviano, salvo un gesto con la cabeza, una agitación.

Y lo que hay que exigirles a los dirigentes –por lo menos- es que cumplan su trabajo de control disciplinario y organizativo, y los jugadores lleguen íntegros a sus partidos.

Por otro lado, ¿luchar contra la corrupción de los dirigentes?

Con mucho gusto.

El gran problema de la corrupción, en general, es que es como el pretendido Rescate en la crisis financiera actual: sus beneficios son personales o de unos cuantos y las pérdidas son tremendas y de todo el grupo.

Se socializan las pérdidas y se pasan las consecuencias más salvajes a la sociedad entera.

El mejor camino contra la corrupción es la fiscalía constante, permanentes ojos abiertos (gracias César Hildebrandt, a pesar de la bilis de más) y el combate desde donde nace y se fortalece: en casa.

Luego con los amigos, con el resto de la familia, en el trabajo.

Tenemos que aprender a decir: «Tú sales beneficiado pero NOS jodes a todos juntos, pues. No, compadre, gracias nomás.»

Nos hemos acostumbrado a creer que luchar contra la corrupción se hace solo denunciándola.

No apoyándola, es mejor. Bastaría con que empezáramos con la mitad.

Con «voltearnos» cuando veamos un balón corruptor.
(Allí sí tendría sentido voltearse, esconderse, ‘hacerse el loco’.)

Mientras tanto, así como los hinchas de la U, Alianza y los demás no se cambian de camiseta solo porque sus equipos no la ven, yo sigo allí con mi humilde camisetita rojiblanca solo en mi tribuna ya vacía. Hemos perdido, pues, y bien merecido. Sí.

En el fútbol no todos pueden ganar.

Y hoy no creo que le ganemos a Paraguay. Qué se le va hacer. Seguiré pasando vergüenza, pues, con mi rojiblanca encima.

Sucede que no soy de los que esperan que golee para apoyar a mi selección. Bastaría que los señores Futbolistas Profesionales de mi Patria jugaran lo que saben y lo hicieran con dedicación.

Mientras lo aprenden, aquí seguiré yo, madrugando si es necesario para apoyar a los perdedores.

Aunque sea desde la distancia, con mi país.

Ya vendrán tiempos mejores.

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HjorgeV 15-10-2008