CONTINUIDAD DE LOS PARQUES Y DE LOS MEDIOS

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No puedo dormir y entonces me acerco al estante de cinco pisos al otro lado de la habitación, moviéndome como un ladrón en la oscuridad para no despertar a mi pareja.

Ilumino los títulos con mi fono. Entre una larga e irregular hilera, un libro del gran Julio me salta a los ojos como una fiera que solo quiere asustar en la oscuridad.

(Hace poco estuve en París después de años -luz-, y solo me sirvió para llegar a la conclusión de que tendría que haber llevado un ejemplar de Rayuela.

Habría leído fragmentos sobre el Puente Nuevo, por ejemplo; para que se los llevara el viento. O el Sena.)

Retiro del estante El perseguidor y otros relatos sin poder evitar un rescoldo helado en mi columna. Soy un niño enfrentándose a lo desconocido con los ojos cerrados.

Recuerdo mi primera lectura de Continuidad de los parques (qué título tan genial) y no puedo evitar pensar que alguien -que ya ha llegado a la habitación contigua- me acecha con un puñal.

Pero también estoy contento, porque he llegado a creerme incapaz de volver a leer a Cortázar: es el efecto de haber asistido ávidamente a un par de cátedras sobre su obra.

Salvo por Salvo el crepúsculo, siguieron largos años de ‘esquivo’, de inevitable desdeño; de temor e infructuosos intentos. ¿Cómo así llegué a infectarme?

Arrodillado en la habitación en tinieblas, me pregunto si seré capaz de volver a leer una sola página del gran Julio.

Pero finalmente lo consigo (tal vez porque estoy a mitad de la noche) y, hacia el final de la lectura de El perseguidor, me topo con un par de temas jazzísticos:

Amorous, es uno de ellos.

Inmediatamente me coloco los auriculares (un barato boleto al más allá) y lo busco en la Red.

La búsqueda me conduce a un músico interesante, Jesse Boykins III, pero a ninguna pieza de jazz.

Antes de rendirme sin haber luchado, escribo en el buscador: ‘Amorous jazz’.

Y entonces aparece una voz que lee.

Es la del gran Julio, nada menos, con sus eres y erres ancladas a su lengua, sus dientes o su paladar:

Leyendo exactamente el párrafo en el que me he detenido en mi lectura.

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HjorgeV 26-06-2015

«JORGE Y MARÍA»

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Se trataban de usted y

ella dejó claro desde

un principio que no era

ninguna

especie de criada, compañera de

viajes,

tutora ni

enfermera, sino especialista en

literatura.

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Y que si tenía que hacer de

criada, compañera de

viajes, tutora y

enfermera y todo lo que necesitara

el hombre a quien no se permitía

tutear

solo era por su amor a la

literatura. No al dinero.

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Tal vez ni siquiera hacia ese

argentino que solía

orinarse en los

pantalones cuando ya era

demasiado viejo y

ciego como para distinguir

entre mundo y un

orinal.

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O a lo mejor ya se había

convencido de que era más o

menos lo

mismo

y esa era su forma de escribirlo:

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en el aire,

para que

cayera

sobre el piso del

baño,

y quedara como un

enigma.

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HjorgeV 21-06-2015

«CARTA DESDE LA CIUDAD DE LOS ATASCOS»

Estimado Ray A.:

Sonreí con tu último mensaje, en el que me cuentas que los embotellamientos se han vuelto legendarios en tu ciudad.

Lo que no pude contestarte directamente (por miedo a la censura: no tengo ganas de que me confisquen el teléfono o que me corten la línea por meses, pues el gobierno ha empezado toda una fuerte oleada represiva últimamente) es que acá los atascos ya se han vuelto monstruosos, para decirlo de la manera más benigna.

Mencionaste La autopista del sur, ese cuento de Cortázar que ahora parece prehistórico. Recordé el bello comienzo:

Al principio la muchacha del Dauphine había insistido en llevar la cuenta del tiempo

Lo volví a leer. Debo confesarte que queda como un simple cuento de hadas comparado con lo que sucede acá.

Con decirte que llegan a formarse barrios enteros al pie de la carretera. Y lo mismo ocurre dentro del mismo metro, donde se crean comunidades autosuficientes en cada nivel, pues la espera llega a durar varios meses y la policía no permite que los usuarios abandonen las instalaciones subterráneas por miedo al caos en la superficie.

Al comienzo el gobierno no sabía qué hacer con estas nuevas formas de AST (agrupamientos sociales temporales) y solo se concentraba en solucionar los problemas más acuciantes: la falta de comida y agua, la higiene y posibles casos de rebelión.

Mas, cuando el caos se generalizó, los dirigentes de la ciudad permitieron que los supermercados cumplieran sus pedidos por medio de helicópteros, pasando a concentrarse en el control del espeso tráfico aéreo desatado por esos aparatos.

Lo bueno ha sido que lo malo ha traído inesperadas cosas buenas (algo que ha empezado a interesar a una serie de empresas privadas, no solo al gobierno).

Pienso especialmente en las nuevas formas de vida común, ya no concebidas para décadas o «toda» la vida como antes, sino solo para meses o simples semanas, permitiendo a cada quien cambiar de vida sin necesidad de echarle la culpa ni reprocharle nada a nadie.

Las leyes tendrán que cambiar en ese sentido, porque uno ya no sabe cuándo todo puede terminar y simplemente acaba cuando el tráfico empieza a normalizarse y hay que empezar a moverse sin atender a ningún otro tipo de razones que el de aligerar la marcha.

En este punto el gobierno no hace ninguna concesión a nadie ni tolera retrasos.

Es alucinante.

Yo mismo he visto parejas, que bien podrían haber durado años, rotas en plena luna de miel, llorando al pie de la autopista y separándose de la forma más indignante y angustiosa.

Y hay que ver la bajeza humana: las denuncias y acusaciones mutuas, especialmente cuando se perciben sentimientos verdaderos.

Prefiero no hablar más de este tema en particular. Bien sabes cómo temo a la soledad y el gobierno se ha vuelto un estricto cumplidor de sus leyes en este punto.

Lo más difícil -permíteme que te cuente- es cuando sales con tu automóvil, digamos a comienzos del verano, y no llegas a tu destino sino hasta bien entrado el invierno. Eso requiere, no solo toda la logística que podrás imaginar (ropa, alimentos, combustible), sino también una buena relación con tus jefes y tus compañeros de trabajo. No digo ya con tu familia.

Podría continuar, pero prefiero contártelo todo personalmente cuando llegue allá. En todo caso, aunque él se refería a la literatura, debo reconocer que el gran Jorge Francisco Isidoro Luis tenía razón: el concepto de orden definitivo no corresponde sino a la religión o al cansancio.

Bastará decir que esta vez estoy saliendo con un año de antelación, por si tengo la mala suerte de que también me toque un atasco en el metro.

Mi cumpleaños lo pasaré en algún lugar de la carretera al aeropuerto. Piensa en mí ese día.

Es bueno saber que alguien lo hace cuando estás en medio de uno de estos monstruosos atascos, por decir lo más benigno.

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HjorgeV 03-06-2015