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Una lluvia cáustica de sorpresa
cae como una bofetada sobre tu rostro
en medio de una noche que había comenzado
con muy buenos augurios.
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Ella te ha esposado una mano al armazón de
la cama y ahora escupe tu rostro, y tú no te
lo puedes creer después de una larga velada
con sus pies sobándote la entrepierna debajo
de la mesa durante toda la cena.
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Cuando por fin reaccionas e
intentas decir algo, ella ya ha
sacado un látigo del cajón debajo
de la cama de agua y ahora te mira
con una sonrisa entre inocente y maligna.
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«Solo tienes una forma de
liberarte», te susurra. «Pero la llave
tendrás que rescatarla por tus propios
medios», añade, mientras gira para ofrecerte su
trasero cubierto de látex y tú ya solo puedes
pensar en cómo hacer para huir de ahí.
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HjorgeV 17.04.2018