[No hace mucho leí sobre el caso de un excursionista que había sido hallado muerto en su tienda de campaña en un parque nacional de Florida y quien, a pesar de la Red y numerosos voluntarios, no había podido ser identificado. Se hacía llamar Denim, Ben Bilemy o, últimamente, Mostly Harmless. Decía que era de Luisiana o Milwaukee, y que había trabajado en el sector tecnológico. No llevaba teléfono, documentación ni tarjetas; solo algo de dinero. Una empresa se ofreció a secuenciar su genoma a partir de uno de sus huesos, pero el cotejo con las bases de datos no dio ningún resultado. Un grupo de Facebook ha conseguido recolectar dinero para poder armar su árbol genealógico a partir del ADN y tratar de hallar, así, a algún posible pariente vivo. Quizá cayó, a través de un agujero y, por un descuido (le gustaba la ciencia ficción), desde su planeta desconocido hacia el nuestro. O tal vez todo lo que buscaba era no volver a perderse.]
.
Entregarte al sendero
para ser el camino
que ya eras antes
de iniciarlo
.
Seguir una ruta para
convertirte en ella:
deshaciéndote y
fundiéndote
en su de-
rrote-
ro
.
Terminar desperdigándote
en el infinito de toda
pérdida, como se
pierde una moneda
por las ranuras de una
alcantarilla que
impide el paso
de nuestros
simples
dedos
.
Perderte en un
bosque para atisbar por fin
tu camino más allá de
los árboles, como se
añora desde lejos
lo que más nos ha dolido
perder alguna
vez
.
Retomar tu ruta
para descubrir que
es la de tu último e
irrevocable extravío
.
Finalmente, morir para evitar
volver a perderte:
.
Solo los vivos pueden
extraviarse
.
Quien muere ya ha encontrado
el final de su propio
laberinto
.
.
HjV 22.11.2020