Al comienzo fueron vistos con una mezcla de burla y compasión por el resto de la sociedad.
Los llamaban con sorna die Ökos, los ‘ecos’, por ecologistas.
El movimiento no era nuevo en la Alemania de finales de los años setenta, cuando aparecieron más o menos masivamente sus primeros adeptos.
Había sido precedido por un Primer Movimiento Ambientalista o Pro-Naturaleza de finales del siglo antepasado.
El caso de Berlín lo ilustra muy bien.
Era una ciudad que en plena era industrial y en apenas 50 años (de 1861 a 1910) había pasado a cuadruplicar su población del medio a millón a los 2 millones de habitantes.
Y en el transcurso de apenas 10 años más la había casi duplicado hasta alcanzar los casi 3,8 millones en 1920.
Para poder satisfacer las necesidades de vivienda y de agua y desagüe de todos ellos, se empezaron a destruir entonces indiscriminadamente los bosques contiguos.
Tal situación forzó la firma del Contrato del Bosque Permanente (floja traducción de Dauerwaldvertrag, propongo ‘Contrato de Sostenibilidad Forestal’): una previsora política forestal pensada para proteger los bosques y utilizarlos parcialmente como áreas de reposo ciudadano.
El segundo movimiento Pro-Naturaleza iniciado en los 70 fue más disperso en sus intereses.
En él concurrían diversos grupos provenientes tanto de la izquierda tradicional como del movimiento hippie alemán.
No solo propugnaban la protección de la naturaleza, sino también una forma de vida alternativa, lejos del consumismo capitalista y lo peor de la industrialización.
Sus inicios también estuvieron plagados de cierta histeria y exageración.
Personalmente, recién llegado a Alemania a finales de los 80, recuerdo que afirmaban que al paso que se iba, en unos diez o veinte años desaparecerían los bosques en Alemania.
Muchos críticos de ese Movimiento Pro-Naturaleza se burlaban por eso de ellos.
Pero los Ökos (de Ökologisten: la ö se pronuncia poniendo como para una o pero emitiendo una e) se atrevieron a evolucionar.
De ser un grupúsculo más preocupado por la contaminación ambiental y el efecto de la industrialización en la naturaleza (y, por lo tanto, en la calidad de vida de todos) que por la luchas de clases de la izquierda tradicional, decidieron convertirse en una alternativa de gobierno.
Muchos se burlaron.
Tal vez uno de los mejores golpes estratégicos lo dieron cuando decidieron pasar a llamarse Die Grünen, Los Verdes, alejándose del peyorativo Öko.
(Con el que se relacionaba, sobre todo, cierta forma de vida marginal y ciertos tics en la vestimenta: sandalias extra anchas, ropa especialmente holgada, cabello poco cuidado y un gusto por la mezcla de estilos emparentados con el hippie.) (Se decía entonces que para proteger el medio ambiente no usaban jabón y el agua solo para beberla.)
De ser víctimas del escarnio de otros grupos políticos , especialmente por parte de la derecha (sus propuestas pueden ser buenas y bonitas, les decían, compadeciéndose, pero son impracticables y caras) han pasado a convertirse ahora en una fuerza política a ser tomada mucho más en serio.
Han pasado más de 30 años desde su fundación en 1980 y los bosques alemanes no han desaparecido (se recuperan incluso), pero, en cambio, los Ökos tienen desde ayer su primer gobernador o primer ministro de un Land (Estado federado alemán).
El primer gobernador verde de la historia de Alemania.
Algo impensable apenas 5 años atrás.
O incluso el año pasado.
Y Los Verdes (la coalición se llama Bündnis 90/Die Grünen: Alianza 90/Los Verdes) lo han conseguido nada menos que en Baden-Württemberg.
Un Estado en el que la Democracia Cristiana no perdía unas elecciones regionales desde 1953, en pleno Milagro Económico Alemán y en plena Era Adenauer.
Pero ojo que el caso de Baden-Württemberg es muy especial.
No solo la catástrofe nuclear de Fukushima explica este sorprendente resultado electoral de Los Verdes en ese Estado.
Hay que entenderlo también en el contexto de los problemas que se venían presentando en Stuttgart, la capital estatal, desde finales del año pasado.
Cuando, después de mucho tiempo en este país, gente común y corriente había empezado a salir a las calles a protestar periódicamente contra el llamado Proyecto Stuttgart 21.
Un proyecto que había sido presentado como uno con muchas ventajas para la región, pero que pronto se convirtió en una gran fuente de críticas y protestas.
Cuando un gran sector de la ciudadanía empezó a oponerse activamente contra el proyecto y el gobernador Mappus, de la CDU, el partido ahora derrotado, no vio otra solución mejor que utilizar a la policía para disolver a los manifestantes, él mismo firmó su certificado de defunción política.
Pero para llegar hasta donde están, Los Verdes han tenido que sacrificar mucho.
Coalicionaron con la misma derecha, por ejemplo: un paso estratégico que en su momento casi les costó la existencia.
En su caso fue el tan mentado (y poco cumplido) caso del tigre que da un paso atrás para tomar vuelo y dar dos o más hacia adelante.
La conciencia ecológica es algo que crece en las sociedades de los países industrializados, sin duda.
Mayor progreso y mayores ingresos, traducidos solo en mayor capacidad de consumo, empero, es algo no demasiado interesante para grandes capas de la población de este país.
Para alguien que tiene una casa, un trabajo relativamente bien remunerado, un automóvil y todos los aparatos modernos al uso, ¿qué más puede comprar con el dinero que le sobra?
¿Tres, cuatro televisores o refrigeradoras?
¿Una casa más?
¿Y qué sentido tiene seguir consumiendo solo por consumir?, es una pregunta que se deben hacer muchos alemanes.
Y esos ‘muchos’ son los que han elegido -quiero imaginarme- a Los Verdes ayer.
Lo ecológico está de moda y goza de buena y mucha reputación, pero hace algunos años, cuando abrieron los primeros supermercados exclusivamente ecológicos (aquí se llaman bio, de biologisch, ‘biológicos’) lo primero que hicieron fue adquirir la fama de exclusivos.
¿Quién deseaba pagar por un ‘mismo’ producto muchas veces el doble y a veces hasta mucho más, por cualidades, además, no visibles y difícilmente demostrables por una persona común y corriente?
La crisis de la economía alemana de comienzos de este siglo XXI, y que ahora se considera superada (personalmente, dudo de que sea así: la ventaja de Alemania es que puede seguir endeudándose, pero alguna vez llegará el momento en que la burbuja no soporte más presión), alteró de golpe la conducta del consumidor promedio.
De ser un comprador crítico e informado, pasó a preferir artículos simplemente por su bajo precio.
Fue el auge de toda una época que duró casi los últimos diez años y que ha quedado bien caracterizada por el lema de la empresa alemana, Saturn, del año 2003, en plena recesión.
La mentalidad Geiz ist geil (ese era el lema o eslogan: algo así como ‘la avaricia es sexy’ o ‘arrecha‘, seguramente copiada del «Greed ist good», ‘la codicia es buena’, el eslogan del gurú de las especulaciones bursátiles, Ivan F. Boesky, de los años ochenta en EEUU) llevó a la quiebra a todo un segmento de la economía alemana, el comercio minorista.
Los tradicionales negocios pequeños, de barrio, al no poder concurrir con los precios de las grandes cadenas, se vieron obligados a cerrar. (En cambio, empezaron a proliferar los quioscos con horarios de atención inhumanos: simples supermercados en pequeño. Lo malo fue que la mayoría de los antiguos bodegueros no supo adaptarse a las nuevas condiciones.)
(Una entidad católica, Adveniat, llegó a iniciar una campaña titulada «Geiz ist gottlos»: ‘la avaricia es atea’.)
La competencia a cualquier precio por los precios más bajos tuvo un efecto principal: la calidad de los productos empezó a decaer.
Hasta que el consumidor alemán empezó a darse cuenta de que su codicia/avaricia lo había llevado al borde del suicidio (consumista) voluntario:
El reciente escándalo por contaminación alimentaria con dioxinas (alimentación masiva de cerdos y pollos con aceite para máquinas por ser más barato), es solo uno de una larga cadena de casos parecidos.
Hoy han empezado a aparecer en Alemania supermercados exclusivamente ecológicos, pero ya orientados al público en general y no solo hacia las clases más pudientes.
Algo que ya existía en EEUU desde los años ochenta.
La llamada globalización descubre, por otra parte, un interesante efecto paradójico.
Si en 1954, el caso de un solo barco atunero -el japonés «Daigo Fukuryu Maru» (Dragón Feliz V)-, contaminado por los ensayos nucleares de EEUU, provocó toda una actitud antinuclear y una ola de protestas en Japón y en otros países.
Hoy, a pesar de que estamos en plena Era de la Red, vale decir, en la era de la información instantánea y documentada, y de que el desastre de Fukushima ha sido abismalmente mayor que ese hecho aislado ocurrido hace casi 60 años, la respuesta antinuclear global no ha sido comparativamente proporcional.
Hay y ha habido y una gran preocupación, pero apenas masas ciudadanas por todo el planeta exigiendo a voz en cuello el cierre inmediato de las centrales nucleares de sus respectivos países.
(Una de esas excepciones fue Baden-Württemberg, precisamente.)
El desastre japonés ha ‘servido’ en Teutonia para concientizar a la sociedad de los peligros de la energía nuclear, así como para ganar su primer gobernador verde, y probablemente, para acordar la clausura de los reactores aún activos, pero, personalmente, me sigo preguntando por qué sigue sin aparecer el Movimiento Blanco en este país.
¿Alguien ha propuesto recientemente eliminar las armas nucleares del planeta?
¿Por lo menos la posibilidad de ponerse a pensar en ello?
¿De qué nos sirve prepararnos para el peor caso natural (un terremoto, un tsunami) si seguimos dejando abierta la posibilidad de una conflagración atómica mundial?
¿De qué vale cerrar centrales nucleares pensadas para usos pacíficos si siguen existiendo y proliferando las destinadas a la guerra?
Como bien lo ha hecho notar El Roto (ver aquí), Europa y el resto del mundo contemplan cómo el tirano Gadafi se defiende porque está muy bien armado, pero poco se dice sobre el origen de esas armas, por ejemplo.
Los Verdes empezaron desde abajo, sufriendo la sorna y la incomprensión del resto de la sociedad.
¿Nacerá alguna vez de la misma o parecida manera el Movimiento Blanco, antiarmamentista?
¿Existirán alguna vez Los Blancos?
¿Llegarán a tener también su gobernador?
¿Alguien que se atreva a poner coto a la gran hipocresía de armar a un tirano para después asombrarse y quejarse de que esté usando esas armas?
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… HjorgeV 28-03-2011
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Fuentes:
http://de.wikipedia.org/wiki/Gl%C3%BCcklicher_Drache_V
http://de.wikipedia.org/wiki/Umweltbewegung