HABLAR PARA ENAMORARSE. ¿Y DESPUÉS?

Tenía quince o dieciséis años.

Siglo pasado, Lima. La Red todavía no existía y tampoco los celulares (móviles).

Un amigo (lo llamaré Ernesto), famoso en el barrio por conseguirse un nuevo «plancito» en cada fiesta (íbamos a por lo menos una por semana), nos decía que el primer beso abría el camino «a todo lo demás».

Esto último nunca lo explicó.

Pero una vez, sí su receta:

«Pregúntale por su vida, por sus padres, por su familia, colegio, amigos, problemas, gustos, aficiones. Déjala que te cuente su vida y sus cosas sin parar, por lo menos durante media hora prestándole atención absoluta. Después la miras fijamente a los ojos y solo tienes que acercar tu cabeza a la de ella».

Era todo.

¡Y funcionaba!

Obviamente, el quid estaba en esa media hora.

Que era la que decidía si alguien te gustaba e interesaba realmente, por lo menos lo suficiente como para pasarte treinta minutos escuchando sus cosas.

Y, para la chica, lo mismo; solo que ella era la que contaba.

Ahora viene el truco.

Muchos años después, tras leer sobre un «moderno» experimento consistente en 36 preguntas y tras el cual los participantes terminaban -incluso- casándose, Ernesto nos contó que su técnica la había adaptado de un libro.

Su título era «Cómo ganar amigos», de un tal Dale Carnegie.

Un libro de… ¡1936!

Por cierto, tanto el primer matrimonio de mi amigo, como el de Carnegie, terminaron en divorcio.

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HjorgeV 21-04-2015

«UN HAIKU DESBOCADO»

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Ya había oscurecido.

Por la ventana se asomaban

como animalitos tímidos o languidecientes

los restos de la última luminosidad

de la tarde.

.

Sobre mi escritorio,

caballos desbocados

trataban de encontrar un orden:

uno cualquiera, el que les permitiera

huir por la ventana.

.

¿Por qué no lo intentaban en mi cabeza,

allí donde sí necesitaba 

tanto de orden

como de caos

y toda la energía que emanaba por sus

crines?

..

Finalmente,

olvidé los caballos.

.

Empecé a escribirle a mi

amor imposible,

pensando en que tal vez todo amor

lo sea por naturaleza:

.

como el pasado:

que nunca

termina pero tampoco

existe en el presente.

.

Le escribí imaginándome a alguien

que no

puede escucharnos o ya

cerró su mente para nosotros.

O quizá, sencillamente, nunca existió.

.

«¿No son solo sombras

las que confundimos con

nosotros mismos?», probé.

.

«Ahora sonrío porque

tal vez le estoy escribiendo al

fauno de la Luna

o al pájaro de fuego que

debería habitar esta habitación

ahora que ya han huido

los caballos desbocados.»

.

Pensando en un haiku demasiado

largo y caótico, cerré el documento.

Una ventanita me preguntó si

deseaba guardar lo que acababa

de escribir. 

.

Pulsé «Cerrar sin guardar»,

.

aceptando que un amor imposible

es muy exigente,

que bastan un par de palabras

para insuflarle vida,

para hacerlo posible, real,

tangible.

.

Y no es lo que deseamos,

¿no?,

ni lo más conveniente

para cualquier amor que

quiera presumir de imposible.

.

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HjorgeV 13-04-2015

«CIUDAD DE PERROS»

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Soñó una ciudad de perros:

perros cansados, dolientes

.

orgullosos, malolientes,

perros encopetados saludando al

señor perro o perro mayor

a su paso

.

perros arrastrando las patas

tras sus amos

disputando a ladridos los restos

de un banquete de la familia

perruna real

.

perros haciendo de los suburbios el futuro

de la ciudad abandonada

.

perros desdeñosos y sutiles

perros y perrazos, perrotes y perras

mayores y jóvenes, todos en comunión

perruna

.

repitiendo el ciclo inevitable

del día en que el primer perro del mundo

se mordió la cola

.

Oh, gritó en la noche:

¡Yo también estoy emperrado!

.

Despertó.

Y a ladrido limpio

me dictó

estas perras líneas.

.

.

HjorgeV 06-04-2015