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La desvencijada silla de solo 33 cm de altura que utilizaba y que le construyó su padre, aún se conserva en una vitrina en la Biblioteca Nacional de Canadá.
Aunque se hizo famoso por su grabación de las Variaciones Goldberg, grabó casi todas las obras para piano de Bach.
Así como casi todas las sonatas de Beethoven y de Mozart, y todas las obras para piano de Arnold Schönberg.
Los críticos despreciaron sus versiones «radiográficas» de Mozart.
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En una entrevista llegó a afirmar que consideraba a Wolfgang Amadeus un compositor medianamente talentoso, que había muerto demasiado tarde.
Tales eran su inconformismo y su excentricidad. Y su sentido del humor.
(No despreciaba a Joannes Chrysostomus Wolfgangus Theophilus: su sonata favorita era una de Mozart. Pero apreciaba más su osada juventud que su madurez musical.)
Durante sus grabaciones y conciertos era/es posible escuchar un sonido -tarareo o canturreo- gutural: el de su propia voz acompañante.
Había empezado a recibir clases de piano desde los tres años.
Su madre, pianista y organista, lo había educado para que cantara paralelamente.
Glenn Gould, niño y adulto prodigio (su verborrea erudita es impresionante), nunca dejó de hacerlo, aún con la boca cerrada, convirtiéndolo en su sello distintivo.
Y un dolor de cabeza para los ingenieros de sonido.
Solo tuvo otro maestro aparte de su madre: Alberto Guerrero, pianista, concertista y profesor chileno.
Y un músico capaz de transmitir a sus alumnos ideas más allá de la música y del que Gould adoptó su posición frente al piano: lo más cercana posible al teclado.
De ahí la pequeña silla.
Todo en pos de la técnica del chileno que consistía en hacer descender y acompañar las teclas sin percutirlas desde cierta altura.
Gould la llevó a un extremo casi fetal como posición, con su cuerpo encorvado sobre el teclado. A veces parecía olfatearlo.
«Lo que ocurre entre mi mano izquierda y mi mano derecha es un asunto privado que no le importa a nadie», le respondió al periodista Jonathan Cott al respecto.
Debutó en 1955 en Nueva York con tal éxito, que un productor del sello Columbia Records lo invitó al día siguiente a una sesión en sus estudios.
Así se originó su famosa primera grabación de las Variaciones Goldberg, obra encargada a Bach por un conde para que un clavicordista de su corte lo entretuviera durante sus crisis de insomnio.
(El título de una película del español Manuel Huerga dedicada al genio canadiense resume la simbiosis que marcó su vida: Les Variations Gould.)
Pero ya antes de una década, en 1964, Glenn se había hartado de dar conciertos y no dio ninguno más hasta su muerte.
Considerando que el contacto con el público era indigno para el músico e inapropiado para la música, se retiró de la vida pública a los 34 años de edad y su actividad musical se limitó a grabaciones en su propio estudio.
Consideraba que la música se preservaba mejor en la intimidad y actuó en consecuencia.
Aislado de un público muchas veces más interesado en sus excentricidades que en su música, podía mecerse, acercarse al teclado todo lo que quería (o la interpretación le exigía), canturrear (y desafinar al hacerlo) y murmurar ad libitum.
Él mismo no se veía como un intérprete en el sentido tradicional, sino como un recreador o ‘recompositor’ activo de las obras que interpretaba, sin que le importaran mucho los cánones tradicionales.
De allí sus sorprendentes y frescas versiones de Bach y Beethoven, donde muchos solo podían ver heterodoxia.
(Medio en broma decía que era un puritano y que veía graves descuidos históricos en la estructura musical de las obras de los grandes románticos.)
Adoraba a Bach.
«Escribe de forma tonal pero sin excesos de color. Es dueño de una inacabable gama de tonos grises. La paz y el recogimiento de sus últimas fugas son sobrecogedoras. No modula nunca en un sentido convencional, pero deja la impresión de un universo expandiéndose.
Mi amor por Bach me hizo músico. Todo mi interés fue moldeado por él. Es difícil concebir que el más grande músico de la historia, cuya obra nos sigue atrayendo magnéticamente y ha sido la pauta del arte musical de los dos últimos siglos, no tuviera ningún efecto entre los músicos y el público de su época. Bach es el más grande inconformista de la historia de la música.»
Gold amaba la radio, el teléfono y la privacidad y el hermetismo de un estudio musical.
Le horrorizaban los Beatles, la fama y dar la mano a extraños por temor a que se la rompieran.
Su fama de desaliñado en su vestimenta durante sus conciertos (el video de arriba lo desmiente), de sumamente excéntrico y de que habría llegado a tocar sentado sobre el suelo para sentirse más cómodo son parte del Mito Glenn Gould: mitad mentira, mitad verdad.
Los últimos años de su vida se los pasó afectado de cefaleas, resfríos y otros males menores contra los que se automedicaba de forma compulsiva.
Murió de un derrame cerebral poco después de cumplir los 50.
Para su psiquiatra, Peter Ostwald, su inclasificable personalidad tenía muchos elementos del síndrome de Asperger, una variedad del autismo.
«Duermo con la radio puesta», le comentó a uno de sus entrevistadores por teléfono, en su época post-concertista. «Me resulta difícil entender a la gente que le molestan los hilos musicales. Yo podría pasarme la vida subiendo y bajando en un ascensor.»
Se puede decir que lo está haciendo en este momento en los confines de nuestro universo.
Pues el Voyager 1, lanzado en 1977 y ahora en la zona terminal entre el Sistema Solar y el Espacio Interestelar (allí donde la influencia del Sol cede ante las radiaciones de otros astros) lleva una grabación suya de El clave bien temperado de Bach:
Como muestra de actividad humana, por si llegara a tropezar con alguna civilización extraterrestre.
En estos días Glenn Gould habría cumplido 80 años sobre esta Tierra.
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HjorgeV 29-09-2012