¡DESCUBREN UN ‘MACHU PICCHU’ EN CALIFORNIA!

NOTICIA VIRTUAL

La expedición arqueológica del científico y aventurero peruano Hermenegildo Chumbivilca anunció ayer el descubrimiento de una ciudadela sagrada de 1.000 años de antigüedad en California, EEUU.

En las próximas semanas, su equipo piensa transportar las 46.332 piezas descubiertas, en 80 grandes cajas de embalaje y llevarlas a la universidad de su ciudad natal del norte del Perú, Yara, para su estudio.

Chumbivilca, quien está próximo a ser elegido a senador, no ha aceptado entregar lo descubierto a las autoridades de EEUU, porque, según afirma él:

“Sería imposible asegurar que respeten el alto carácter arqueológico y científico que tienen, sin contaminarlo con lo comercial, como seguramente pretende el gobierno usamericano”.

Acuciado por las autoridades migratorias de ese país y debido a lo sensacional del hallazgo, el científico peruano ha prometido devolver las piezas de aquí a un siglo, “o en los próximos 95 años”, que es lo que –él calcula- debe necesitar su estudio.

Asegura que es imposible afirmar si al final del plazo anunciado no será necesaria aún una prórroga parcial del préstamo.

Sobre la cláusula del contrato que ha firmado con el gobierno de EEUU, según el cual Chumbivilca, la Universidad de Yara y el gobierno peruano se comprometen a devolver los tesoros encontrados en el plazo de 18 meses, el investigador no ha querido hacer ningún comentario a la prensa.

(Nota adicional: Un hacendado mexicano ha decidido exigir una indemnización al gobierno de EEUU, porque las tierras en las que se ha hecho el descubrimiento pertenecían a su bisabuelo.)

UN COMPROMISO QUE YALE LLEVA CASI UN SIGLO SIN CUMPLIR

¿Qué lleva a una institución representante de la cultura y de las ciencias del país más poderoso de la Tierra a incumplir un compromiso asumido y firmado en forma de contrato casi 100 años atrás?

¿Qué la lleva a retener, a mantener secuestrado, el patrimonio histórico de otro país?

La noticia virtual del comienzo no es, por supuesto, real.

Pero sí es una simple inversión de la barbaridad ilegal que Hiram Bingham se permitió cometer -y la universidad de Yale ha seguido perpetrando- contra el Perú y su patrimonio histórico.

Son 46.332 las piezas catalogadas encontradas en Macchu Picchu en 1911 y que hoy después de casi 100 años, la Universidad de Yale (EEUU) se niega a devolver al Perú.

Ahora, después de haberse comprometido a organizar una exposición itinerante con una parte del patrimonio peruano, anuncia que dicha exposición corre peligro.

¿Por qué?

Al parecer, porque el gobierno peruano se ha atrevido a reclamar la devolución no solo de parte de las piezas cedidas temporalmente para su estudio hace casi un siglo, sino de su totalidad.

Como se puede ver, el espíritu colonialista no es sólo potestad de mentes militares o comerciantes.

Ese espíritu sigue tan vivo como hace un siglo.

No quiero imaginarme qué sucedería si a algún peruano -o a otro latinoamericano, africano, asiático o europeo- se le ocurriera hacer lo mismo que hizo Bingham en el propio país del norte.

Que una institución académica de alto prestigio se niegue a devolver lo que le fue prestado con un contrato de por medio y que lleve incumpliendo éste casi un siglo, es más que escandaloso.

LOS TESOROS DE MACHU PICCHU

Es una vergüenza para el mundo universitario usamericano, porque Yale, además, manejó durante mucho tiempo un listado de piezas arqueológicas que apenas sumaban 4.902 unidades.

Ahora se sabe que la cantidad real casi decuplica (multiplica por diez) la manejada por dicho centro de estudios: 46.332.

Y esto sin tener en cuenta todas las piezas –seguramente las más valiosas: de oro, plata y piedras preciosas- que no llegaron a entrar en el catálogo oficial y cuyo paradero se desconoce.

El caso de Machu Picchu siempre me ha fascinado justamente por esto que ahora recién se empieza a saber: Si siendo como es, una obra maestra de arquitectura, ingeniería y paisajismo, apoyada en desconcertantes conocimientos astronómicos y agronómicos, es justo preguntarse dónde están los objetos arqueológicos que podrían completar lo que se conoce.

En mi primera visita –a finales de los años 70- al Santuario Histórico incaico, me quedé asombrado al notar que no existía un museo de sitio ni era posible admirar ninguna de las piezas arqueológicas encontradas allí. ¿Qué se habían hecho?

¿Qué sucedió con todos los restos arqueológicos descubiertos?

¿Cómo era posible que no se pudiera apreciar en el Perú ninguna de las piezas –’valiosas’ o no- desde que salieron en calidad de préstamo a comienzos del siglo pasado?

¿Dónde estaban?

El sentido común me llevó a sospechar que Hiram Bingham no solo había sido un gran explorador, investigador y posterior senador de su país, sino que también había sido un simple huaquero, un depredador y un estafador.

¿A alguien le parece que el adjetivo ‘estafador’ es muy duro?

Es hora de decirlo. No soy de los que piensan que hay que esperar 100 años para hacerlo. La Real Academia lo dice desde hace mucho.

estafar.

1. tr. Pedir o sacar dinero o cosas de valor con artificios y engaños, y con ánimo de no pagar.

2. tr. Der. Cometer alguno de los delitos que se caracterizan por el lucro como fin y el engaño o abuso de confianza como medio.

Son esas cosas que en el mundo ‘oficial’ nadie se atreve a decir así nomás.

Por simple curiosidad personal, durante muchos años he perseguido cuanta noticia aparecía sobre Machu Picchu y esa curiosidad empieza a verse recompensada.

En la Wikipedia en alemán, por ejemplo, ya he encontrado –finalmente- algo que coincide con la sospecha planteada.

Transcribo y traduzco:

„Es wird auch behauptet, dass Bingham die Stadt schon zwei Jahre vorher entdeckt habe und sich Zeit verschaffte, das Gold in die Vereinigten Staaten zu schaffen.“

“También se afirma que Bingham ya había descubierto la ciudad dos años atrás, dándose tiempo para transportar el oro a EEUU.”

Aún sin que esta última afirmación sea cierta, Bingham tuvo casi cuatro años –hasta 1915- para realizar sus excavaciones en paz y se sabe que entre éstas se encontraban varias tumbas.

Por lo menos, ahora está más que nunca claro que no fue Hiram Bingham quien descubrió Machu Picchu.

Y esto, sin mencionar que él había creído descubrir Vilcabamba, la última capital del Imperio de los Incas.

(Dos investigadores españoles anunciaron el año pasado haber ubicado esa otra ciudad perdida.)

Machu Picchu ya había sido obviamente ‘descubierta’ repetidas veces por indígenas de los alrededores durante los siglos posteriores a su decadencia. Y aborígenes de la zona fueron los que acompañaron y condujeron al usamericano y su expedición hasta el preciso lugar en 1911.

¿Cómo se podía mostrar, pues, a unos ‘simples’ indígenas como descubridores de tamaño tesoro al resto del mundo?

Por lo demás, el mismo sabio italiano Antonio Raimondi la habría incluido geográfica y nominalmente en uno de sus mapas de la zona (1865), aparte de que ya se suele aceptar que en 1894 Don Luis Béjar Ugarte fue guiado hasta la misma ciudadela sagrada por el hacendado cusqueño Agustín Lizárraga.

Es seguro que éste último formó -17 años después, en 1911- parte de la expedición de Bingham.

También está al parecer documentado que el 14 de julio de 1901 ó 1902, Lizárraga visitó nuevamente el lugar junto con sus amigos don Enrique Palma del pueblo de San Miguel y Gavino Sánchez de la hacienda Collpani.

Se afirma que en uno de los muros de piedra del Templo de las Tres Ventanas habrían inscrito sus nombres.

El indígena Anacleto Alvárez vivía a la sazón en el lugar, cultivando los andenes de la ciudadela que había arrendado como agricultor.

Transcribo de la Wikipedia en castellano:

Hiram Bingham, un profesor norteamericano de historia interesado en encontrar los últimos reductos incas de Vilcabamba oyó sobre Lizárraga a partir de sus contactos con los hacendados locales. Fue así como llegó a Machu Picchu el 24 de junio de 1911 guiado por otro arrendatario de tierras, Melchor Arteaga, y acompañado por un sargento de la guardia civil peruana de apellido Carrasco. Encontraron a dos familias de campesinos viviendo allí: los Recharte y los Álvarez, quienes usaban los andenes del sur de las ruinas para cultivar y bebían el agua de un canal inca que aún funcionaba y que traía agua de un manantial. Pablo Recharte, uno de los niños de Machu Picchu, guió a Bingham hacia la «zona urbana» cubierta por la maleza.”

Recientes descubrimientos, sumados a otros conocidos, más nuevas evidencias, muestran que Machu Picchu no era un complejo aislado, sino parte de una región que llegó a ser bastante poblada, que contaba con varios centros administrativos y que empezó a declinar al morir el inca Pachacútec, su posible constructor, que reinó de 1438 hasta 1471, el año de su muerte.

Se afirma que habría sido su residencia, según documentos del siglo XVI.

La llegada de los inmigrantes invasores españoles y el desmembramiento del Imperio Incaico habrían acelerado el abandono de la zona. (Una en el que el desarrollo sólo podría ser posible bajo un férreo y bien coordinado control administrativo, debido a las especiales características geográficas y climáticas del lugar.)

La vegetación selvática aborigen (de la llamada Selva Alta) habría hecho el resto: cubriendo, en corto tiempo, con un grueso manto verde, las increíbles edificaciones.

La historia es mucho más interesante, porque muestra más que el sentido imperial con que EEUU maneja no sólo su política exterior militar.

Lo es, además, porque actualmente, los hermanos Edgar y Adolfo Echegaray Abril –con los respectivos documentos en la mano- han interpuesto una demanda millonaria al Estado peruano, reclamando una indemnización por las tierras que comprenden la recientemente nombrada Maravilla del Mundo Moderno y que supuestamente pertenecían a sus bisabuelos Mariano Ignacio Ferro y María Laureana Vizcarra de Ferro.

Pero no son los únicos.

Un tal Julio Zavaleta afirma que su familia le compró una parte del fundo –adivinen cuál- al abuelo de los Echegaray Abril.

¿Compensará el Estado peruano a sus supuestos propietarios?

¿Cómo es posible que se siga considerando a Bingham como su oficial descubridor, cuando lo que sí es seguro es que fue su primer depredador masivo?

¿Devolverá Yale los 46.332 objetos catalogados oficialmente o sólo una parte de ellos?

¿Se llegará a identificar el resto de los objetos no catalogados y cuyo paradero se desconoce?

¿Dónde está el resto: el oro, el Tesoro Perdido de Machu Picchu?

HjorgeV 23-04-2008

…..

Fuentes y enlaces relacionados:

http://es.wikipedia.org/wiki/Machu_Picchu

http://www.elcomercio.com.pe/ediciononline/html/2008-04-29/la-primera-exposicion-mundial-sobre-machu-picchu-corre-riesgo-quedar-paralizada.html

http://www.elcomercio.com.pe/ediciononline/HTML/olecportada/2007-09-14/olecportada0424151.html

http://www.elcomercio.com.pe/ediciononline/HTML/olecportada/2007-09-15/olecportada0424267.html

http://www.elcomercio.com.pe/ediciononline/HTML/olecultimas/2007-09-15/olecultimas0424156.html

http://www.elcomercio.com.pe/edicionimpresa/Html/2007-09-15/peru0785070.html

http://www.larepublica.com.pe/content/view/215337/30/

http://www.elcomercio.com.pe/ediciononline/HTML/2008-02-29/walter-alva-cree-que-acuerdo-yale-poco-respetuoso-peru.html

http://www.infocusco.com/modules/news/article.php?storyid=1443

http://www.terra.com/arte/articulo/html/art7869.htm

http://de.wikipedia.org/wiki/Machu_Picchu

Y UN DÍA COMO HOY QUE PISAS (poesía)

…..

Y un día como hoy que pisas,

en las luces,

sin notarlo apenas,

allí donde tus zapatos chocan con

las nubes;

te detienes y notas

que ha sucedido algo con la

velocidad de las cosas

y de las gentes

allá abajo.

…..

Y como un niño que observa una

película prohibida

desde su escondite

en un granero,

te dejas caer hacia atrás

y te quedas pensando por

un buen rato, anonadado

por el peso de tu descubrimiento,

contemplando el firmamento infinito

sobre tus ojos.

Y otro día como hoy que también pisarás,

tal vez con menos luces

y menos fanfarria,

te abrirás el pecho y colocarás su contenido

sobre una superficie imaginaria

entre tus nubes.

Lo observarás y tasarás en calma.

¿Cómo ha sido posible -te preguntarás-

no haberse dado cuenta antes?

Y mirarás

hacia abajo, hacia el paso de las gentes y de

las horas.

…..

Ese día no habrás aprendido

tampoco mucho más,

en realidad.

¿Cómo podría notar

el Infinito

por lo demás

que ha desaparecido una simple estrella?

¿C´p…..

HjorgeV 28-04-08

ABUELOS QUE APRENDEN

Me han pedido que vuelva a enseñar castellano.

Una señora vecina de este pueblucho insiste en tratar de aprenderlo y desea contratarme para conseguirlo.

En alemán acostumbro a decir en esos casos, algo que traducido es como: ¡Propia culpa!

No suena bien en nuestro idioma. Mejor es “Usted se lo ha buscado”, pero es muy largo.

En fin.

Lo primero que le pregunté fue:

-¿Es consciente de que no soy un médico que viene a ponerle una inyección de conocimientos ni a recetarle unas pastillas de aprendizaje?

Sonrió.

Lo segundo fue inquirir por sus motivos para querer aprender castellano.

Hay gente que lo hace porque lo necesita para su profesión urgentemente. O para su futuro profesional, para engrosar su currículo. Otros porque lo podrían necesitar alguna vez, tanto en el campo profesional como en el privado. Después están aquellos que se han enamorado y quieren escribir cartas de amor. Exagero, lo sé.

(Ya no existe más esa figura romántica, me imagino. Los enamorados a la distancia ahora se envían seguramente mensajes en los que los llamados emoticons reemplazan el esfuerzo de plasmar con palabras lo que sus sentimientos quisieran decir.)

El caso de esta señora es más o menos simple, su hijo se ha casado con una argentina.

Casi le repito mi chiste estándar en este tipo de casos:

¡Y sho que culpa tengo!

La señora tiene 60 años.

Hasta no hace mucho a la gente de esa edad se les llamaba ancianos. Ahora ya no lo son. Ni lo quieren ser.

Entre otras razones, porque las nuevas tecnologías y el nuevo sentido del consumismo les ha abierto nuevas perspectivas a los ex ancianos.

De hecho, con un par de toques y retoques, cualquier sesentón gana en años –en aspecto- de la misma manera como nuestros abuelos o padres con apenas cincuenta y tantos años ya empezaban a vestir, presentarse y sentirse como ancianos sin todavía serlo.

Es casi increíble cómo han cambiado las cosas en este sentido. Tal como ha cambiado también cierto sentido de la vida.

Hoy nadie quiere morirse. Voluntariamente, quiero decir.

(Y me estoy refiriendo a cierto núcleo ideal de una ‘sociedad moderna ideal’. No quiero hacer ningún análisis sociológico válido para todos los países y todas las capas sociales. No podría, no quiero, no es lo mío. Hay quien se podría interesar y lo querría y lo podría hacer.)

Nunca nadie quiso morirse, en realidad. Pero creo que en tiempos pasados, la gente solía tomar con más naturalidad esos dos hechos tan inherentes a nuestra condiciòn humana: envejecer y morir.

Los abuelitos eran abuelitos y muchos se sentían orgullosos de serlo y de haber servido a su familia, a una empresa, a su país. (Permítanme las generalizaciones, insisto.)

Un jubilado de los de antes, se aprestaba con tranquilidad y hasta con orgullo a pasar a la última etapa de su vida. Llevaba su cabello cano y su bastón sin complejos. Se paseaba por las calles contento de recibir el reconocimiento de sus vecinos a su paso.

Un anciano era una fuente de saber y experiencia.

Hoy, muchos de los que se jubilan aprovechan para hacer todo aquello que no podían/pudieron hacer mientras estaban entregados a un cierto empleo o trabajo. Desean comenzar una especie de nueva vida. Empezar a aprender.

Por ahora son en su mayoría hombres los que empiezan a dar cierto colorido a las aulas universitarias sin ser jóvenes ni pertenecer al cuerpo docente.

(En la fotografía de arriba se ve a Ola Nochs, quien, si no me equivoco, se graduó junto con su nieta el año pasado, a la edad de 95 años.)

Antes si una cuarentona quería pasar por veinteañera podía ser muy mal vista y muchos podían preguntarse sino había descubierto una nueva antigua profesión.

Ahora, muchos cincuentones y cincuentonas remedan las poses, las modas y ciertas actividades adolescentes y no nos parece nada del otro mundo. Incluso los aplaudimos, les compramos sus discos y vemos sus películas.

No hace mucho un grupo de cubanos alrededor de los ochenta años, causó sensación mundial por su energía musical. Y no son los únicos dinosaurios de la música.

Algo decisivo en todo esto tiene que ver con el aumento de las expectativas de vida, claro. El promedio mundial es actualmente de 66 años y se calcula que será de 73 hacia el 2025.

Se pronostica que el número de ancianos casi se doblará en los próximos 25 años, con todo lo que eso podrá significar para la economía y la medicina de un país. Probablemente, alguna vez la gente recién se podrá jubilar a los 70 años.

Pero volvamos a mi nueva alumna de idiomas.

-¿Tiene completamente claro que tendría que verme más como un entrenador deportivo, básicamente de las cuerdas vocales, del resto del aparato fonador y de la memoria, que como un profesor de idiomas?

Volvió a sonreír.

La señora es francesa y se ha pasado la mitad de su vida aquí en Alemania.

Le advertí que a partir de la segunda o –máximo- a partir de la tercera clase hablaría exclusivamente castellano.

-¿Y cómo me va a explicar la gramática? –me preguntó ella, asustada.

-¿Usted desea entender y aprender la gramática española, o hablar español? –le pregunté, tratando de calmarla-. Muchos de nosotros no entendemos ni nunca vamos a aprender grandes aspectos de nuestra gramática. Y, sin embargo, hablamos nuestro idioma. Y lo mismo vale para las demás lenguas.

Me miró con cierto temor.

-Además, tengo que conseguir que pierda la vergüenza al hablar en otro idioma -agregué.

Después de hacerle una pequeña prueba de conocimientos, se confirmó mi sospecha inicial.

Ella me había dicho que poseía rudimentos de castellano –algo que pueden adquirir con relativa facilidad aquellos que hablan alguna lengua derivada del latín-, pero que tenía grandes dificultades para hablar.

-Ya sé –le dije-. Su principal dificultad consiste en que tiene que pensar mucho hasta poder emitir una frase pasable.

-¡Ese es mi problema! –exclamó-. Entiendo casi todo, puedo leer casi todo, pero hablar, ese es mi problema.

Me contó que sus –ancianos, ahora sí- padres, tienen una finca en Mallorca y que cada vez que pasa parte del año con su esposo allí, al tratar de hablar con los lugareños, estos notan que sus conocimientos no son tan buenos como los suyos y se lucen con sus conocimientos de alemán.

-Si usted pudiera decir más frases con soltura, cierta naturalidad y con confianza en sí misma, otra sería la cosa, ¿no?

Agitó su cabeza verticalmente.

-Pues eso es lo que básicamente vamos a hacer –le dije-. Vamos a tratar primero de que usted domine cierto vocabulario y una lista de frases fijas usándolo. Luego trataremos de ir ampliando cada vez más ese vocabulario y, por consiguiente, las frases a usar. Pero todo eso lo va a hacer usted, no yo. La puedo guiar, le puedo dar ejercicios y hacer correcciones. Pero quien tiene que aprender a hablar es usted. Y a hablar se aprende solo hablando. Repitiendo. Volviendo a repetir.

La amenacé de más formas. Le hice más advertencias, pero está convencida de que la puedo ayudar a aprender mi lengua.

-Después, mucho después -añadí-. Si usted insiste en aprender y entender la gramática. Esa será una nueva situación.

Se mostró de acuerdo.

-No soy barato –le dije, finalmente-. Entre otras cosas, voy a tratar de armar un programa individualizado en base a sus conocimientos, sus capacidades de aprendizaje y sus intereses.

Me preguntó por el precio. Le di el que yo creía que sería el límite máximo para ella y esperé a que me dijera que no.

-Está muy bien –comentó, contenta.

Así es que desde este lunes retomaré por dos veces a la semana una actividad que odio y amo a la vez. Enseñar algo.

Enseñando se aprende, es algo que debo notar cada nueva vez.

Hay un lindo dicho chino al respecto. Que tengan un buen domingo.

Si el alumno no supera al maestro, ni es bueno el alumno ni es bueno el maestro.

Estos chinos, me digo, siemple tlatando de implesional.

HjorgeV 27-04-2008

EL FUTURO DETRÁS

En una reciente velada literaria con motivo de la presentación aquí en Colonia -en las catacumbas de una iglesia- de la novela La mujer ballena, me fascinó un comentario de su autor, el peruano Alonso Cueto.

Afirmó que en la cultura quechua –si mal no recuerdo- existía otra concepción del paso del tiempo.

Una forma diferente de verlo, en la que el futuro estaba detrás y el pasado delante de nosotros.

En otras palabras, ¿una cosmovisión en la cual se caminaba de espaldas hacia el futuro? ¿A ciegas, porque no podemos verlo, teniendo delante nuestro pasado, que sí conocemos?

La idea me pareció no solo fascinante sino algo que valía la pena profundizar, aunque sin saber exactamente por qué.

Así, parte de los últimos días los he utilizado para seguirle el rastro a este asunto y hoy he encontrado en la Red un más que ilustrativo e interesantísimo artículo, aparecido originalmente en inglés en The Guardian, al respecto.

Permítanme una digresión previa, tratando de mantenerme en cauces peatonales, pedestres.

Lo digo, porque he descubierto que el tema tiene muchas más connotaciones, relaciones e implicancias que abarcan gran parte del conocimiento humano: desde las ciencias, pasando por el arte y la sociología, hasta la filosofía.

Lo ilustraré con una pregunta un tanto capciosa.

¿ES EL ESPACIO QUE CONOCEMOS TAL COMO LO PERCIBIMOS O SÓLO ES UNA DE LAS REPRESENTACIONES POSIBLES DE ÉL?

Cuando nos comunicamos, para representar al tiempo, esa realidad tan difícil de aprehender –de coger con pinzas-, solemos valernos de otra representación: el espacio.

Digo, expresamente, representación, porque el espacio que conocemos es tal como lo percibimos, debido a las características (humanas) de nuestros sentidos y de nuestra mente, completado todo esto por nuestra cultura, nuestras creencias y nuestras propias experiencias.

Un mono ve el mundo, el espacio, de otra forma que una gallina. Y ésta diferente de cómo lo percibe una hormiga o un perro.

No somos una excepción en esta diversidad. Nuestra percepción puede ser a lo sumo, la más completa o la más compleja de todas las especies vivientes de la Tierra.

Pero nada más que eso.)

Decía arriba “difícil de coger con pinzas”, porque es más o menos conocido que lo que llamamos y consideramos materia es, al parecer, simplemente otra forma de organización de la energía.

Si antes creíamos que todo estaba formado por átomos, luego los científicos nos mostraron que la materia estaba formada por electrones, protones y neutrones. Más adelante vinieron los quarks. Parece ser que pronto será posible hablar del bosón vectorial de Higgs.

Divinamente -podría afirmar alguien, mostrando una gran paradoja-, mientras más nos acercamos a la estructura última de la materia, más parece esconderse ésta.

EL TRÁNSITO DEL TIEMPO

En la llamada cultura occidental cuando nos referimos al pasado, señalamos hacia atrás. Así como lo hacemos hacia adelante cuando nos referimos al futuro.

Según esto, nuestra representación ha convenido en que avanzamos ‘físicamente’, nos desplazamos por un espacio –un camino, más bien- llamado tiempo.

Un camino espacial que se inició el día en que nacimos y que terminará, tal vez, un día con aguacero. (Dudo que en París para todos.)

El tiempo es, así, en esta metáfora, un desplazamiento, un movimiento lineal ininterrumpido a lo largo de un camino o espacio también lineal.

(Si ambos no fueran lineales, uno se podría quedar ‘a vivir’ más tiempo en un día especialmente agradable, por ejemplo.)

En otras culturas no tiene por qué ser así, necesariamente.

De hecho, tampoco lo es.

En la cultura aymara, por ejemplo, dueña de una cosmovisión sorprendente y que recién se empieza a tomar en serio, la orientación se invierte.

Transcribo algunos extractos del artículo mencionado líneas arriba.

En 1975, Andrew Miracle y Juan de Dios Yapita, ambos de la Universidad de Florida, se dieron cuenta de que qhipüru, la palabra aymara que se traduce como mañana, combina qhipa (: atrás) y uru (: día), siendo literalmente «día que está a la espalda». […]

Todo idioma tiene un conjunto de marcadores que obliga al hablante a prestar atención a algunos aspectos de la información que se quiere expresar y no a otros. El francés hace énfasis en el género de un objeto (sa voiture, son livre), el inglés en el género del sujeto (his car, her book). El idioma aymara marca si el hablante vio cómo sucedía la acción: «Ayer mi mamá cocinó papas (pero yo no la vi cocinar)».

Si el hablante obvia el uso de estos marcadores será considerado un fanfarrón o un mentiroso. Hace treinta años, Miracle y Yapita pusieron de relieve las frecuentes respuestas incrédulas de aymaras a algunos textos escritos: «‘Colón descubrió América’ – ¿de veras estuvo el autor allí?». En un idioma tan dependiente del testimonio ocular no debe sorprender que el hablante se ponga metafóricamente de frente a aquello que ya ha sido visto: el pasado. Es incluso lógico, dice Lakoff.

«Lo del aymara es una gran noticia,» dice Vyvyan Evans, una lingüista teórica de la cognición de la Universidad de Sussex. «Es el primer ejemplo bien documentado de cómo el futuro y el pasado se estructuran de una manera totalmente distinta a gran cantidad de lenguas, incluido el inglés». […]

Miracle y Yapita, en un trabajo de 1975, describían la «gran paciencia» de los aymaras, que no juzgaban excesivo esperar medio día a un camión que les llevase al mercado. A la gente de las culturas anglosajonas le gusta hacer planes y se siente violentada cuando la vida interfiere. Pero si el futuro no está a la vista, dice Martha Hardman, antropóloga de la Universidad de Florida, la planificación pierde parte de su importancia.

Hardman ha estudiado a los aymaras durante 50 años (Miracle y Yapita fueron estudiantes suyos). Cuando, en la década de 1950, llegó al Perú, entre los aymaras, le sorprendió la ausencia de jerarquías sexuales. La gente daba valor a saber recordar los orígenes de uno: la propia comunidad, los antepasados o la madre. A las mujeres se las respetaba más que en su país de origen. «De pronto me vi tratada como un ser humano,» afirma.

50 años después no puede dejar de sentir que es su propia cultura materna, no la aymara, la que tiene inclinaciones antinaturales. En inglés se nos insta a ignorar el pasado, dice. «Tratamos de pensar que no está ahí y sin embargo lo llevamos como equipaje en nuestro camino.»

Comentándolo ayer en el almuerzo en casa, comenté:

Es verdad, ¿por qué tiene que ser necesariamente nuestra representación de atrás para adelante y atravesándonos –además- y no de derecha a izquierda, o de arriba hacia abajo, o viceversa?

(Curioso es notar que todas las culturas parecen haber asumido naturalmente una representación ‘gráfica’ de la curva llamada vida. Una representación tridimensional además –puesto que nos atraviesa y teniendo en cuenta que no nos consideramos un punto en esa metáfora- algo para lo que las matemáticas necesitaron mucho más tiempo solo en su versión bidimensional, hasta llegar al espacio vectorial y el álgebra lineal.)

Después noté que el asunto es más complicado, porque la representación es, también, más compleja: el futuro puede ser tanto algo a lo que nos dirigimos, como algo que se nos está acercando. Es decir, la metáfora del tiempo visto como un espacio lineal puede ser tanto pasiva como activa respecto al futuro.

En lo que respecta al pasado, me imagino que se considera siempre fijo. Salvo cuando lo relatamos y empezamos a movernos dinámicamente en él; algo que en las obras literarias y, especialmente en la narrativa, diferencia a los autores clara y cualitativamente.

Considerando esto, la metáfora ‘occidental’ usada para el tiempo sería más complicada: una línea estática (histórica) que viene por detrás de nosotros hasta atravesarnos y se vuelve dinámica al entrar en contacto con ‘nosotros’, el presente.

(Como bien podemos imaginar, se puede decir que el presente no existe como momento.

Quiero decir que es algo que se nos está escapando todo el tiempo y convirtiéndose inmediatamente en pasado.

Es otra de las paradojas de nuestro mundo y de la ciencia: no se puede dar información sobre variables ‘actuales’, porque siempre se necesita un lapso entre la medición y la lectura, además del necesario para dar a conocer esa lectura. De tal manera que lo que se lee siempre es sobre algo que ya ocurrió, por más que esa lectura sea la más rápida posible.)

Me pareció fascinante esa forma de concebir el paso del tiempo. De varias formas, mucho más ‘correcta’ que la nuestra.

Como solo podemos ver lo que está delante de nosotros por simple anatomía ocular (los ojos los tenemos en la cara y no en la nuca, que es lo que necesitarían ciertos futbolistas, y automovilistas, también), le debería corresponder al pasado esa posición, como en la cultura aymara.

El pasado es lo que conocemos, lo que hemos visto y podemos ver mentalmente utilizando la memoria.

El futuro, por el contrario, es justamente lo desconocido porque todavía no ha sucedido y le debería corresponder en esa misma organización metafórica el lugar detrás nuestro, a nuestra espalda.

¿Hasta qué punto ha influido o influye esto en la concepción y en la planificación del tiempo del resto de los peruanos, bolivianos y chilenos?, fue una de las primeras preguntas de sentido práctico que me he hecho, teniendo en cuenta que como peruano, como latinoamericano me he visto confrontado a la crítica y a la burla alemana debido a nuestra impuntualidad.

De una fiesta, el alemán se va a la hora planificada. Más o menos independientemente de cuánto se está divirtiendo o no en el momento de su partida. Se va.

De una fiesta en la que se está divirtiendo, un latino no se va: ¡lo tienen que echar!

Lo dice el título de un tema famosísimo -de los tiempos de ñangué- de El Gran Combo:

¡No hay cama pa’ tanta gente!

Es el gusto por el placer no planificado, que, tal vez, por eso, es doble placer.

Alguna vez leí –ya no recuerdo dónde- que el anglosajón ve el futuro como una ampliación de sus perspectivas. Por eso lo respeta y lo hace respetar tanto.

El latinoamericano, en cambio -se dice-, ve el futuro, como un límite de su presente, como un recorte de su posible y ocasional placer.

(¿Tendría que decir íberoamericano? ¿Y los italianos?)

Continuando esta metáfora o representación, el ‘hogar’ natural del anglosajón sería el futuro, allí donde está llegando cada momento.

El pasado, siguiendo la misma lógica, sería el ‘hogar’ natural del latino, aquello que nos acaba de suceder y nos está sucediendo.

Mientras uno persigue lo desconocido, el otro trata de solazarse en lo conocido.

(Aquí debo recordar mis días de escuela en los que lo más rico temprano por las mañanas, era poder robarle un par de minutos al día para invertirlos en dormir un poquito más: “¡Ahorita bajo, mamá!”, le decía a mi madre con una voz muy convincente que ya tenía entrenada, antes de volver al paraíso onírico.)

¿Es esto realmente así?

Según esta forma de ver las cosas, no es raro que el Primer Mundo se quede atónito al escuchar a Evo Morales instando a erradicar el Capitalismo.

No era una broma o atrevimiento suyo.

El capitalismo-tiburón actual se podría ver como una patología de ese enfermizo ‘mirar’ (no lo miramos, rogamos que sea bueno) hacia el futuro.

-¿Para qué ahorras tanto? -le pregunta una de mis vecinas que ha estado a punto de morir a otro de mis vecinos continuamente, un ingeniero que vive solo y es tacaño como las piedras.

¿Qué sentido tiene la acumulación enfermiza de capital -de dinero, de riquezas y posesiones-, a partir de ciertos deseos de gran lujo que podrían ser absolutamente comprensibles por más que no compartibles?

Mientras las culturas anglosajonas miran (es un decir, porque no se puede mirar lo que no se ve o no se conoce) solo al futuro sin querer aprender del pasado y llegando al extremo de ignorar los problemas fundamentales de nuestra especie y de la Tierra, poniendo en cambio los ojos en otros planetas del espacio sideral donde tal vez solo encontremos el virus que acabe con nosotros en una temporada de golpe, hay gente que mira de manera diferente la vida.

Pero, ¿miramos todos así, ansiosos del futuro? ¿O es la influencia de un sector o ciertos sectores de la sociedad interesados en que esto sea así?

(Este es un tema que necesita ser profundizado, teniendo en cuenta que el mismo Banco Mundial ha reconocido hoy que la llamada cesta de consumo básico cuesta 83% más que hace tres años, con lo que queda claro que el espectro del hambre que pende sobre nuestro planeta no es ningún fantasma mediático ni sensacionalista.)

Delante nuestro (de nuestros ojos) tenemos en verdad el pasado: lo que conocemos, ‘lo que hay’ hasta este momento y podemos ver.

Avanzamos hacia el futuro como si fuéramos de espaldas, en realidad, porque lo hacemos sin saber lo que nos espera.

En la cosmovisión ‘occidental’ tanto caminamos hacia el futuro como éste viene hacia nosotros y le damos nuestra espalda al pasado.

Negándolo, muchas veces.

Con lo dicho aquí, por lo menos sería justo reconocer algo asaz obvio y corregir, así, la descripción de esta cosmovisión, de esta forma de ver e interpretar el mundo.

Caminamos –de acuerdo- de frente hacia el futuro, pero lo hacemos -reconozcámoslo- a ciegas.

Solo por eso, deberíamos tener mucho más que cuidado, entonces.

HjorgeV 24-04-2008

…..

Fuentes y enlaces de interés:

http://aymarani.blogspot.com/

http://aymarani.blogspot.com/2005/07/los-aymaras-y-su-sorprendente-visin.html

http://aymarani.blogspot.com/2006/07/retroceder-al-futuro.html

P.D.: Mi esposa me acaba de hacer notar que en el mundo andino es común llevar los bebés a la espalda. ¡El futuro se lleva atrás!, justamente. (De allí la fotografía incluida arriba.)

DANIEL SMISEK Y LA MÁS DULCE DE LIMA (relato)

LUCES DE MERCURIO

No era su culpa, él veía las cosas así.

No había forma de achacárselo a ninguna droga ni a ninguna disfunción fisiológica. Continuó sus pasos junto a ella.

Sus jefes de Kailudran se lo habían advertido, la Tierra es un viaje con regreso fijo. No había nada que discutir. Había sido advertido. Sus sensores no se habían estropeado y menos su escala de valores, con él estaba todo aparentemente bien.

La Tierra seguía siendo ese planetilla que había que mantener a raya en esta región del Universo y nada más. Todos los Emisarios tenían una misión y después de haberla cumplido debían regresar a Kailudran.

No se conocía ningún solo caso de alguno que se hubiera enamorado del paisaje terrestre, de sus mujeres o sus hombres, de la naturaleza de la Tierra en general y, menos, por supuesto, de sus absurdas y peligrosas congregaciones y formas sociales.

Pero Smisek se había enamorado de lo impensable y ahora no quería regresar. Por lo menos no tan pronto.

-Daniel, te veo demasiado pensativo –le dijo ella, parándose casi frente a él como para impedir que siguiera avanzando.

Sus labios eran dulces, tenían esa suavidad y ese grado de humedad y elasticidad que podían volver loco a cualquier hombre entre los 14 y los 99. Eso lo sabía. Los ojos brillantes de la muchacha podían deslumbrar a cualquiera. (Había escuchado decir de otros muchachos, que ya solo su larga y sedosa cabellera era un pecado incontenible.)

Cuando ella se le acercaba, como ahora en el parque, más o menos ocultos por unos arbustos, su cuerpo juvenil parecía arder y poder hacer arder el suyo. Todo eso lo sabía Daniel. Su problema era de otra índole.

-Ya sabes –se disculpó él-, las cosas de la universidad me tienen demasiado preocupado.

-Sigues teniendo las mejores notas, Dani, un tropiezo lo puede tener cualquiera.

Su preocupación no era ella ni la universidad. Su preocupación era cómo conseguir alargar su estadía en la Tierra. Conseguir una dispensa, algo que le permitiera seguir su obra escrita y dejar un precedente que, aunque nadie más lo conociera, bastara para darle cierto sentido a su vida cuando regresara a Kailudran.

Así había comenzado todo, como un simple desafío. El chico que graba un mensaje en la corteza de un árbol o lo esculpe sobre una superficie calcárea y desea acercarse a comprobar su obra años después. Visitar el lugar, a ser posible con cierta regularidad, como un peregrinaje.

¿Y si todo lo que había aprendido de la Tierra había sido ese sentimiento mezcla de melancolía, reconocimiento de lo vacío, lo absurdo y lo inútil de todo, la oquedad del que sin ser creyente le gustaría que por lo menos fuera cierto que existía cierto orden divino para poder así arrancarse ese hueco del pecho?

Los de Kailudran lo tenían más claro: existían aún muchas más criaturas allá afuera. El hecho de haber descubierto a los terrícolas no significaba que más lejos, detrás de ellos, inmensamente más allá de esos cúmulos lechosos estelares no pudieran existir civilizaciones más inteligentes y más desarrolladas.

¿Habían tenido mala suerte los kailudranos? En cierta forma sí. Habían buscado oro, diamantes, y se habían topado con lata al encontrar la Tierra. Por lo menos podían dar gracias de seguir existiendo, quién sabía cómo podía ser el encuentro con una civilización más poderosa y sin ganas de realizar una ronda de tanteo inicial.

O con una civilización portadora de una enfermedad instantáneamente mortal para ellos. Sí, se podía hablar de suerte terrestre.

-Hoy no me has tomado de la mano –le dijo ella, dulcemente-. Quiero que vengas a mi casa.

-No –respondió Daniel, acariciándole torpemente una mejilla-. Tengo algo mejor.

Ella sonrió como la muchacha dulce e inocente que era. Sin saber si el rubor de sus mejillas era algo que debía apreciar u odiar. Sintió que le temblaban las piernas de vergüenza.

-Tengo un poema para ti –le dijo él, con una sonrisa forzada.

-Por la poesía estás poniendo en peligro tus estudios, Dani –alcanzó a decir ella, por decir algo, por encubrir su torpeza, empantanando todo más aún.

-¿Te refieres a lo nuestro, no? ¿Que prefiero leerte un poema a besarte en tu cuarto cuando no están tus padres, no? Lo daría todo por la poesía, ¿sabes? –le dijo él, arrepintiéndose de inmediato porque vio el apesadumbrado gesto de ella, alguien a quien muchos consideraban la muchacha más bella de toda Lima-. Pero yo sé que la poesía no daría nada por mí -agregó.

-Vamos –dijo ella, tomándolo de la mano y apoyando la cabeza en su hombro-. Sé que no me quieres, ¿qué le vamos a hacer? Es la maldición de las chicas guapas, siempre lo dijo mi mamá, aunque tú sabes que yo no me considero una de ellas.

-¿Te parece bien aquí? –preguntó él, después de algunos metros de recorrido.

Ella asintió, tomando sitio sobre una de las bancas más escondidas del parque y acurrucándose a su lado una vez que él se hubo sentado.

-Lo escribí esta mañana, después de salir a correr –dijo él, sonriendo con cierto orgullo que le hubiera gustado evitar.

-Ah, Daniel Smisek –dijo ella, soltando dos lágrimas que trató de ocultar mientras él se preparaba para empezar a leer. Luego recitó de memoria el inicio de un poema de Manuel Scorza: –Íbamos a vivir toda la vida juntos. / Íbamos a morir toda la muerte juntos. / Adiós. / No sé si sabes lo que quiere decir adiós.

Luego como si hubiera empezado a leerle el pensamiento, él le dijo:

-Unos graban un corazón y ponen sus nombres unidos por una flecha sobre un árbol. Yo escribo estas cosas. ¿Me puedes entender?

-Lee –le dijo ella, ocultando dos lágrimas más y sujetándose más fuertemente de la parte superior de su brazo, como si hubiera empezado a sentir un frío inhumano.

El poeta de Kailudran empezó a tratar de pulsar oralmente las palabras que había escrito sobre un papel común y ahora maltratado por el uso.

Cuando, finalmente, empezó a leer, sabiendo que era una de las pocas cosas que todavía haría en la Tierra, supo, también, que así sería más fácil despedirse pronto de ella:

El color violeta invade el día
como una peste.
Violeta el cielo, azul su
reflejo en el asfalto mojado, índigos los
árboles sombríos que se hacen
a un lado para dejarme
correr.
Incluso el césped comulga de
rocíos amoratados y hace
del parque un enorme
molusco jaspeado, oscuro, cuyos solos ojos amarillos y
lineales
y
múltiples como
cuentas de un rosario
de ámbar
me miran horriblemente
desde las luces de mercurio.

…..

HjorgeV 22-04-2008

Aclaración: no se sabrá nunca con absoluta certeza si este (‘maravilloso’ es poca palabra) poema pertenece a Daniel Smisek o es obra de E. Prochazka. Lo que es seguro, es que el préstamo para su publicación aquí ha sido consultado y aprobado por escrito por el autor.

PROCHAZKA Y CUETO (Continuación)

Por eso afirmo que un libro es materia viva.

Si no vive: por lo menos acepta infinitas lecturas.

No solo las de los posibles lectores. También todas las posibles de cada lector.

Todas estas, necesariamente dependientes, productos, de nuestro cuerpo y de nuestra mente. También dependientes de nuestros estados de ánimos y de nuestras necesidades puntuales de determinado momento o fase personal: filosóficas, emocionales, anímicas, de simple saber, de ansias de conocimiento o hasta de consolación.

Hay, simplemente, días en los que ciertos libros no nos dicen nada y a veces ni nos llegamos a enterar de lo que nos hemos perdido.

Me ha sucedido haber desechado libros y cuando los he vuelto a leer –finalmente pescándoles la onda– me he quedado alelado con el crimen y la gran injusticia que había perpetrado.

Por otra parte, no es lo mismo leer de pie en un ómnibus que hacerlo en la playa con gafas oscuras y una cerveza al lado. En la banca de un parque que en una biblioteca.

Mis mejores lecturas han sido en sitios tan poco propicios para ella como un ómnibus repleto. Creo que las mejores obras literarias (novelas, sobre todo) pueden soportar el llanto de un bebé del entorno inmediato, el grito de varios niños jugando, los cambios de temperatura y otras incomodidades.

Cuando es así, uno puede estar seguro de que la lectura tiene que ser tan buena como para poder abstraerte de todo lo que juega en contra de ti como lector a tu alrededor.

(No he leído ningún Potter, pero sé que Rowling escribió parte de su obra en una cafetería; para poner un ejemplo de la orilla opuesta.)

Decía ayer, que, con su lectura en alemán de La mujer ballena de Alonso Cueto, Axel Gottschick iba creando una nueva obra, vivaz, interesantísima, más que perceptible en el aire con los sentidos.

(Perdonen esta última imagen, pero así se sentía su voz en esas catacumbas, perceptible físicamente.)

Cueto leyó otra obra diferente de la que, seguramente, cada uno de sus lectores lee, ha leído o leerá; sin que esto signifique en absoluto nada negativo.

Él conoce su material, sus personajes, la masa de la que está hecha su novela. Sabe lo que quería hacerles decir a sus figuras en su obra, que es un gran diálogo también.

Me fascinó -fue muy agradable- escucharlo, regodearse en sus personajes. En su creación.

A este Alonso Cueto, al de de La mujer ballena, es al que acaban de descubrir los alemanes. Y se han entusiasmado.

Para empezar, han cambiado el título y lo han vuelto más imaginario, casi mítico: El susurro de la mujer ballena (‘Das Flüstern del Walfrau’).

Traduzco de la contraportada:

Un sutil retrato de dos mujeres, unidas por el odio y la amistad. Con su reciente novela, Alonso Cueto confirma su fama como uno de los autores latinoamericanos más importantes de la actualidad

Cuando terminó la sesión, aplaudí. No suelo hacerlo.

No solo me había desapolillado, sentía que me había enriquecido. Estaba saliendo con más ideas, también, de esas catacumbas, muchas de las cuales no tenían nada que ver con Cueto ni con su obra.

De lejos observé la fila de entusiastas que se formó frente a su mesa para solicitar autógrafos.

Discretamente, volví a casa, después de andar deambulando con Lingán y Victorio M. por la noche colonesa tratando de encontrar un lugar acogedor para conversar.

Como tenía que manejar después un buen trecho hasta llegar a mi pueblucho, me disculpé y partí, dejándolos en el terreno de gran parte de nuestros sueños y nuestras andanzas juveniles aquí en Colonia: la plaza Zülpicher, la esquina donde acaba la zona universitaria y comienza el mundo de verdad.

(Después –me contaron, oh, casualidades de la vida-, se encontraron con el hermano de Victorio y con el guayaquileño Israel Pérez que salía de una pollería, y se quedaron hasta las quinientas conversando.)

Dos días después, por esos rizos que tiene la vida, el autor que se había negado a viajar en forma de libro de Lima a Colonia, Enrique Prochazka, dejaba un amable comentario aquí, en la entrada dedicada a Arthur C. Clarke.

ENRIQUE PROCHAZKA: EL ESCRITOR BORRADO

Le contesté, agradeciéndole haberse tomado la molestia de comentar y contándole entre otras cosas que había asistido a la lectura que describo y la anécdota de la compra frustrada.

También me apresuré a aclararle que no soy de los que buscan un autógrafo, ni de él, ni de Cueto ni de nadie.

[Mario Vargas me preguntó una vez con su sonrisa conejal allá a finales de los 70, creo, en la Feria del Libro de Miraflores, que si mal no recuerdo la armaban a la espalda del Bowling:

-¿Y tú? ¿No quieres que te firme ningún libro?

-No -le respondí, asombrándome de notar qué bien lo parodiaban en la televisión por su programa La Torre de Babel-, solo soy el encargado de la caseta de al lado nomás.]

El autor de Cuarenta sílabas, catorce palabras (2005) me contestó la parte en la que menciono que no me interesan los autógrafos de nadie, con unas líneas que me hicieron reír un buen rato a carcajadas.

Cuento todo esto –toda esta inútil vuelta-, porque estas circunstancias descritas me han llevado a descubrir que Prochazka tiene una bitácora, Cartas del Archipiélago, que debe ser –recién estoy saltando cuidadosamente entre sus islotes- un verdadero tesoro para cualquier aficionado a las letras, los ejercicios de imaginación, la poesía y otros laberintos mentales.

Territorio verdaderamente virgen, además. Galápagos prochazkianas vírgenes.

Al respecto, escribió en su mensaje, lo siguiente:

En cuanto a «Cartas del archipiélago», no logra ser lo
que yo quise que fuera, un registro o mapa de mis
islotes y arrecifes mentales (filosofía, escalada,
educación, astronomía, carpintería…) quizá porque el
nivel del mar sube y el carácter isleño, apartado,
disperso de mis ideas se agudiza, y pasado un cierto
umbral las comunicaciones entre ellas se cortan y
mueren las civilizaciones que pudieron haber medrado
en ese tonto archipiélago.

Allí acabo de descubrir, de paso, a un poeta que desconocía, Daniel Smisek, quien tiene su particular e interesantísima historia, casi secreta.

No soy la persona más conveniente para desvelarla.

(Recomiendo visitar para el caso el sitio de Gustavo Faverón, Puente aéreo, quien acaba de publicar con el boliviano Edmundo Paz Soldán el libro Bolaño salvaje, recopilación de trabajos sobre el escritor chileno, con textos del catalán Vila-Matas, los mexicanos Juan Villoro y Jorge Volpi, los peruanos Fernando Iwasaki y Peter Elmore y del argentino Rodrigo Fresán, entre otros.)

En cambio, he escrito ayer un pobre cuento dedicado a este poeta interesantísimo, Daniel Smisek, que mostraré mañana aquí, y en el que me he permitido incluir al final un maravilloso poema smisekiano.

(Con permiso explícito y escrito de su tutor y apoderado terrícola, Euqirne Akzahcorp.)

Me cuentan que dentro de unos días, Alonso Cueto volverá a visitar Colonia, presentado en Ehrenfeld –barrio al que le debía una visita prolija, porque fue mi primer hogar colonés- en esta oportunidad por la Tertulia Ambulante de Lingán y Victorio M.

Esta vez sí volveré a ver a la muchachada, si la oportunidad se presenta, claro.

Y creo que le daré una segunda lectura a La hora azul.

HjorgeV 21-04-2008

ENRIQUE Y ALONSO, PROCHAZKA Y CUETO

No soy crítico literario.

Dios me salve, ateo y hereje renacido como soy. (Parafraseo a un ciudadano usamericano que se hace llamar cristiano renacido.)

Eso de estar hablando sandeces o estar haciendo malabares mentales para poder decir algo sobre los textos de alguien que existe solo en la imaginación de ciertas personas que escriben por diversas razones, no es nada para mí.

En una historia, la voz que narra no es necesariamente la del que la escribe, y éste, el escritor, no es tampoco necesariamente (ni biográficamente ni en cuestiones de carácter, personalidad, vicios y gustos) idéntico a la persona que lo sostiene físicamente, la que vive y pervive para que pueda existir todo lo de atrás, como la locomotora arrastra al resto de los vagones de un tren.

Hay escritores, sí, que se creen eso de coincidir con el cuerpo que les ha tocado o con su obra.

Y otros más que creen -además- que han llegado a ocupar todas las secciones, gavetas y escondrijos laberínticos de la mente de su continente humano.

(Después está -dentro del subcontinente escritor- el que escribe y el que piensa, además del que corrige y censura; el que sueña que escribe, el que más sueña que escribe, etc.)

Bromas aparte, todo crítico literario es, para empezar, un ser humano.

Por lo tanto, tiene sus debilidades, gustos y tiende a jalar –legal o ilegal, simpática o antipática, justa o injustamente- agua para su terreno.

Aceptado esto, personalmente, prefiero por eso confiar y preferir el juicio de las críticas positivas, y de éstas, solo aquellas que han sido escritas por la real fascinación que sus autores han sentido por un libro o un texto en un determinado momento.

Del resto, no tengo nada especial que decir.

De gustos y colores, decretan suficiente y permanentemente los demás autores.

Aclarado este otro punto, paso a exponer un par de hechos interesantes que me han acaecido en estos últimos días.

Todo empezó con un emilio que me envió un amigo artista peruano, varado como yo –pero con menos prontuario alemán, léase simplemente años– por estos lares de Alemania.

“Alonso Cueto leerá en la iglesia St. Agnes este miércoles a las 20:00”, me escribió Victorio M. por correo electrónico, el amigo que menciono.

¿Una sesión literaria en una iglesia?, me pregunté.

“Vamos para que te desapolilles”, había añadido él, sabiendo que vivo en un pueblucho semirrural de las afueras de Colonia.

«Paso a recogerte», le respondí.

Y así fue que me enteré de que en ese lugar se realizan con frecuencia eventos literarios y de que hacía poco me había perdido la oportunidad de asistir a una lectura que había hecho allí, entre otros, Eduardo Mendoza, un autor que aprecio por su obra, su particular humor y su universo pensante.

Pero de todo eso me enteré después, la misma noche del evento.

Que nadie se imagine una congregación con cientos de asistentes, muchos de ellos sentados en los pasillos, con los gurús y profetas literarios de costumbre, gente dándosela de importante, periodistas y la fauna habitual.

Se trata de la iglesia más grande de Colonia… después de la catedral, como les gusta presentarla a los coloneses. Fue construida a finales del siglo antepasado y bombardeada, destruida parcialmente en la Segunda Guerra. En uno de los ambientes de sus catacumbas era el punto de reunión.

Entramos por la puerta principal. Alguien nos hizo una seña al otro lado de la nave principal, vacía a esa hora. La cruzamos, bajamos por una escalera. Mi amigo hizo las presentaciones de rigor.

Ya ubicado en mi puesto, me pregunté: ¿Mendoza se había presentado en este lindo recinto que debió servir alguna vez para que los vecinos del barrio corrieran a protegerse del inhumano bombardeo de británicos y usamericanos, y en el que apenas estábamos y cabíamos 40 personas incluidos el autor, su hijo, la presentadora y el lector en alemán?

Que se entienda bien.

Al catolicismo en este país, a la religión en general, le faltan cada vez más clientes.

Muchas iglesias alemanas han sido vendidas o se alquilan para eventos sociales y otras más han sido transformadas en discotecas. (Un primo de mi esposa, por ejemplo, actor de profesión, alquila una pequeñísima que la ha convertido en su vivienda cerca de Hamburgo.)

La presentación que hace la iglesia en su portal digital lo explica bien: se encuentra abierta a autores de todo el mundo, como una forma de intercambio con la cultura moderna. Y, puesto que su religión se basa en un libro -ya saben cuál-, ¿qué mejor forma de crear lazos sino a través de la literatura?

Estos son los detalles, me dije -cobijados subterráneamente por arcos neogóticos, un techo abovedado y adornado por artesones, más la muda compañía de un antiguo órgano de madera detrás nuestro-, por los que uno aplaza con gusto los sueños de volver a emigrar al terruño donde nació. (¿Me convertiría en un emingrante? ¿O en un inmivuelto? ¿Podría sobrevivir?)

Hay que poder imaginárselo: la entrada es gratuita.

Así es que –retrocediendo en el tiempo- esa noche pasé a recoger a Victorio y llegué temprano a su departamento vecino a la universidad, porque el negocio chino donde pensaba comprar siyau (salsa de soya o soja), y ají y culantro frescos, ya había cerrado.

Ya en su casa, con el tiempo suficiente para ir calentando cuerpo con una copita de vino español y unos fideos con forma de tornillos acompañados de un resto de asado que me invitó, me contó sus últimas impresiones de Lima.

Entre otras cosas, lamentó no haberme traído el libro Casa de Enrique Prochazka que le había encargado.

Después de la cháchara y con tiempo, partimos a la zona norte de la ciudad.

La velada literaria resultó una sorpresa para mí. Positiva en más de un sentido.

Para empezar, en base a la fotografía de Cueto que había visto en el único libro que había leído de él –La hora azul, bonito título-, me lo había imaginado rechoncho y bajito.

Resultó ser uno de esos tipos por culpa de los cuales, muchos colegios se quedan sin aros en los tableros de baloncesto del patio.

Una persona muy amable, además, con muy cuidadas maneras, dicción culta, voz agradable, mundo y cancha.

Es una simple constatación, no es especial admiración ni menos envidia. ¿Qué más se le podría pedir a un autor que quiere exponer sus ideas y su obra, independientemente de si comulgamos con ellas o no?

En este punto, debo confesar que La hora azul no me dejó ninguna impresión especial. Recordaba haberla leído, haberla terminado y constatado que, si algo tenía mi compatriota, eso era oficio.

Después, me había enterado de que había ganado el Premio Herralde de novela.

Esa noche, la presentadora contó que en China, un jurado compuesto por cinco hispanistas la había elegido, para la mayor casa editorial de ese país, como la mejor novela del mundo español [sic] en el año 2005.

Digo todo esto porque yo iba, más para desapolillarme que para escuchar al Cueto que no me había entusiasmado con su Hora Azul. Defecto mío, seguramente.

Iba más porque se trataba de un acontecimiento para mí: el presidiario que sale con permiso por un par de horas. La lectura sería lo secundario. Lo principal sería visitar mi segunda ciudad, ver a los patas, a los conocidos y a los escritores y artistas latinos que nunca faltan en este tipo de eventos.

(Sólo encontré al infatigable Carlitos Müller y al radiólogo y escritor cajamarquino Walter Lingán, del cual he leído todos los comienzos de sus numerosos libros, es decir, lamentablemente, muy poco, casi nada.)

Por el contrario, la lectura en sí se convirtió en lo principal.

El arte del actor alemán Axel Gottschick, que, con su voz, sus inflexiones, su mímica muy particular y bien dosificada, y el resto de su oficio, fue todo un acontecimiento.

Parecía crear oralmente otro libro, otro texto, con su aparato fonador y su histrionismo, muy diferente del que Cueto leía parcialmente a contrapunto, a su vez, en castellano.

La fascinación que ejercen en mí los libros tiene que ver con esto.

Con la vida, con la materia viviente de la que parecen estar hechos. Lo noto ahora que estoy revisando después de años mi desordenada y caótica biblioteca.

Las diversas mudanzas de los últimos años, debidas a la conformación y al crecimiento de mi familia, me han hecho un favor en este sentido: encuentro libros que no sabía que tenía, otros que había olvidado tener o leer, y los conocidos y apreciados de siempre.

No con todos sucede de manera patente, pero sí con muchos:

Cada nueva lectura es diferente.

Continúa mañana…

HjorgeV 20-04-2008

16 CUENTOS DE 6 PALABRAS

«VENDO VESTIDO DE NOVIA SIN USAR»

Empecé a escribir estos 16 minirrelatos anoche y los he terminado esta madrugada como en trance.

 

Se dice que el relato más corto pertenece al escritor nacido en Honduras, guatemalteco de adopción y que radicó en México, Augusto Tito Monterroso:

Cuando despertó, el dinosaurio ya no estaba allí.

El segundo de esta lista es un sencillo y torpe homenaje a él.

El último es real: la parte final de la biografía de un tío mío que llegó a vivir –se dice- 94 años.

HjorgeV 19-04-2008

1. Vendo ataúd por cambio de planes.

…..

2. Al despertar, había olvidado su cuento.

…..

3. -¡Dios a Tierra!

El número marcado….

…..

4. Vendí todo, menos corazón. Remato saldo.

…..

5. -¿Para siempre? –Sólo por última vez.

…..

6. -¡Abre la puerta!

-No querrás saberlo.

…..

7. Vendo vestido de novia sin usar.…..

…..

8. -Venimos de Marte.

-¡Ya es Jueve!

…..

9. Perdida busca encuentros. Favor abstenerse scouts.

…..

10. Muere científico loco. Viuda promete fidelidad.

…..

11. Decapitado busca nuevo amor. Abstenerse naranjas.

…..

12. Dios dijo: “Perdonado”. “Que soy ateo”.

…..

13. –Soy virgen.

–Yo también.

-¿Tu nombre?

…..

14. Mujer busca buen oyente. Abstenerse vendedores.

…..

15. “En el fondo eres bueno”. Hundiolo.

…..

16. Le decían El Sordo. Murió atropellado.

HjorgeV 18 y 19-04-2008

 

MONEDA (poesía)

Subir a tu altar

Bajar la grada del

Placer y volver a poner la

Mejilla y las cúpulas en

El álveo del deseo

…..

Sonreír con tu boca sobre

La mía dibujándola

En medialuna

Con tus labios

…..

Recorrer tus ciudades naturales

Tus campos y tus reductos

Cristalinos

Hasta quedar rendido

Junto a tu última flor

…..

Justo en el instante en que

El guardián se acerca a cerrar

Tu parque

Quedarme en tu portal

Anonadado

…..

Bajar del altar

Considerar tus astros desde mi diván

Subterráneo

Escribir luego:

…..

«El placer es

Una moneda grande

Y transparente

Sorda y fina

De valor incalculable

Por mínimo

Que sea»

HjV 18-04-08

ALEMANES ATREVIDOS

UNO PASTOREA, EL OTRO BOMBARDEA

Más o menos así encabezaba Der Spiegel, el semanario considerado como el más serio e importante de este país, su portada digital de ayer.

Me parece increíble.

¿Un alemán de Papa, visitando el país que bombardeó sin piedad a Alemania en la última Guerra Mundial y siendo recibido con aplausos por alguien a quien muchos quisieran juzgar por genocidio?

¡Y celebrando su cumpleaños, además, en suelos de EEUU!

Textualmente traducido, éste era el encabezamiento del semanario:

«Pastor se reúne con cowboy»

Este título, impensable por irrespetuoso apenas años atrás –en pleno inicio de la Invasión de Irak, por ejemplo- para un medio como el Spiegel, iba acompañado de material más duro aún:

«Uno reza, el otro bombardea. Sin embargo, se quieren.»

Sin embargo, se quieren. Tomen nota.

Entre las cosas que admiro de este país está el claro esfuerzo diario de sus habitantes por la objetividad más o menos a todo nivel y en todo campo.

Al alemán le gustan las cosas claras. Y si alguien bombardea, pues, bombardea.

Por otra parte, Alemania le debe mucho a EEUU, se dice, ¿tiene por eso que cerrar los ojos ante lo claro, patente y desastroso de la política internacional de Bush y sus neocons?

¡Alemanes atrevidos!, me digo y me alegro por el descaro que muestran en momentos históricos como éstos en los que mucho parece estar patas arriba en este mundo y Occidente, en general, sabe callar. Y mirar sumisamente para otro lado.

¿Cómo es posible que, a pesar de la crítica papal a su Invasión de Irak y de la postura contraria a la pena de muerte, Bush reciba a Benedicto como a un héroe y personalmente con aplausos al bajar por las escalinatas del avión?

Simplemente porque ambos tienen mucho que ganar.

Tanto los neocons como los teocons.

Otros lo explican por su alto respeto a la religión.

Podría ser.

Respeto a la religión, empero, significaría respeto a los principios de esa religión (cristiana) y, por lo tanto, respeto a sus mandamientos.

Recordémoslos, lo ruego, aunque pueda parecerles un chiste mío:

  1. Amarás a Dios por sobre todas las cosas.
  2. No tomarás el Nombre de Dios en vano.
  3. Santificarás las fiestas.
  4. Honrarás a tu padre y a tu madre.
  5. No matarás.
  6. No cometerás actos impuros.
  7. No robarás.
  8. No darás falso testimonio ni mentirás.
  9. No consentirás pensamientos ni deseos impuros.
  10. No codiciarás los bienes ajenos.

No sé cómo andará Bush en el cumplimiento de los 4 primeros, pero, sólo refiriéndome al caso petrolero de Irak (pronto, tal vez, el segundo productor mundial de petróleo por detrás de Arabia Saudita), creo constatar de un solo vuelo que no cumple con por lo menos 5 de los 6 restantes.

Y esto, suponiendo que no es cierto que robó votos para asegurarse su reelección frente a Al Gore.

(Recordemos que las elecciones del 2000 las ganó por un margen de nada más ni nada menos que apenas 537, a pesar de haberse denunciado, por ejemplo, que miles de nombres de ciudadanos afroamericanos habían sido injusta e ilegalmente borrados de las listas electorales, impidiéndoseles, así, sufragar. Y todo esto, en un estado gobernado por el hermano de Bush, Jeb.)

¿Alguna otra duda?

Lo que une a Bush y Benedicto es más que la B del nombre. Y es poco, efectivamente, lo que los separa.

Al cumplir 40 años Bush renunció al alcohol y se redefinió como reconvertido o renacido cristiano (reborn christian).

Afirma rezar y leer la biblia regularmente.

¿Qué mejor propaganda podría tener, entonces, que el mismísimo patriarca de la mayor iglesia del mundo a su lado, avalando así a su persona y, de paso, sus actos; sus bombardeos, como dice el Spiegel?

¡Es como obtener el perdón o la aquiescencia ‘personalmente’ de dios!

Por su parte, olvidando sus conocidas meteduras de pata, el Papa alemán reniega de la cada vez más atea Europa y añora y anhela sociedades como la usamericana, con su alto potencial ovejuno.

(La última metedura: recriminar a sus obispos usamericanos por la “pésima gestión de los escándalos de pederastia”, pero no por sus actos pederastas en sí.)

Pastor a tus ovejas.

Un potencial ovejuno vuelto a demostrar hace algunos días con la detención de uno más de los cientos de estafadores, abusadores y violadores que deben existir en ese país tan fecundo en carne de cañón para todo tipo de profetas y falsos profetas.

Personajes que saben muy bien manejar los hilos efectivos de la religión mezclados con los del fanatismo puro a favor de sus más oscuros intereses.

Son los profetas modernos: simples parásitos, de los muchos que debe soportar la religión, junto a los pederastas.

ALEGRÍA CONTAGIANTE

B. y B., por su parte, ambos patriarcas de sus respectivos rebaños, sabrán sacar el máximo partido de este encuentro.

Ya lo están haciendo.

El revuelo y el eco mediático es una prueba de ello, acicateado todo recíprocamente por la respuesta de la gente de a pie.

Puedo dar testimonio personal de lo contagiante que puede ser eso.

Lo viví aquí en Colonia cuando el Papa llegó a visitar esta ciudad en el 2005, un año antes de la celebración del Mundial de la FIFA.

En el XX Día Mundial de la Juventud (católica) de ese año, Benedicto XVI pudo mostrar y demostrar sus grandes dotes mesiánicas frente a las delegaciones llegadas de casi todos los rincones del mundo (pudiente, se entiende), a las que volvió ‘literalmente’ locas.

¿Cómo consiguió entusiasmarlas de modo tan frenético, a pesar de la diferencia de edades, de estilos y de ser el único Papa que esos jovencitos habían conocido en su vida?

Por estas calles colonesas se podía ver grupos de jóvenes de diversos países paseándose con ese espíritu dinámico, esperanzador, positivo y extremadamente contagiante que tanta falta le hace a este planeta.

(En la fotografía de arriba, frente a la Catedral de Colonia.)

A mí mismo, ateo recalcitrante y renacido hereje, me llegó a contagiar ese espíritu.

Son esas cosas que -bien sabía Hitler- nos gusta, al parecer, a los seres humanos: los certámenes masivos, la fascinación por las grandes congregaciones de personas, las banderitas y la excitación en el ambiente.

Tanto fue así, que las iglesias volvieron a ser visitadas después de la visita del Papa compatriota.

Pero eso pasó pronto.

El lema de «Queremos ver a Cristo» no llegó a su destinatario, por lo visto.

Hoy, nuevamente, muchas de ellas se alquilan para congresos y hasta para ser utilizadas como discotecas.

(En mayo una conocida mía celebrará su cumpleaños en los salones de una, precisamente.)

Lo que no sabía la mayoría de los espectadores callejeros que como yo, en medio del mar de banderas multicolores, nos quedábamos embelesados con el paso de las muchedumbres con una sonrisa en la boca, es que bastaba permanecer en los respectivos puestos de observación.

Porque apenas doce meses después, se vio otra vez a las masas invadiendo las calles de Colonia y de Alemania con más alegría y mucho más color que los grupos cristianos.

Se trataba de otra religión, sí; se podría afirmar.

Me atrevo a decir que de una religión tal vez menos negativa de lo que se cree y con mucho más potencial que la otra, convencida de la existencia de un dios, que de existir verdaderamente, habría que acusarlo de inhumano, ciego, olvidadizo, racista y sordo.

Las masas multicolores se aprestaban, simple y alegremente, a presenciar el Mundial de Fútbol en este país.

HjorgeV 17-04-2008

Fuentes y enlaces interesantes:

http://www.elcomercio.com.pe/ediciononline/html/2008-04-16/el-papa-benedicto-xvi-celebra-hoy-su-cumpleanos-81-visita-estados-unidos.html

http://www.elpais.com/articulo/internacional/Papa/recrimina/obispos/pesima/gestion/escandalos/pederastia/elpepuint/20080417elpepuint_1/Tes#EnlaceComentarios

http://docuselrond.blogspot.com/2007/11/sin-sin-precedente-cmo-george-bush-rob.html