TU BOCA ES EL POEMA

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Tu boca es el poema que

no sabré decir cuando

me lo exija la maestra

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El poema de tu boca lo

tengo ya en la punta de los

labios

sin que termine de caerse como fruta

madura

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Tu boca y el poema no

han pisado jamás la lentitud

de mi huerto

ni la vereda de mi torso

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La boca de tu poema es

de punta, es roma y corazón

salida de un granito de sal

que conmovió a tu lágrima

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Tu boca es un poema

cuando la cruza el mar

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Tu boca es el poema

que busca mi lápiz

cuando piensa en tu boca

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Pon tu poema:

es decir:

tus dedos sobre mis labios

para poder callar

divinamente subido a tus cielos

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HjorgeV 31-05-2009

ANDRÉS NEUMAN: «BÍFIDO»

Repasando las noticias, me encontré con una terrible que tiene que ver con Israel y su actitud respecto a Palestina.

Tomo como pretexto esta noticia para llegar a otro tema: una entrevista  gratificante, fresca y divertida como pocas hecha al que -considero- será, ya es, una de las revelaciones literarias más importantes de los últimos años.

Voy por partes.

LEY DE LA SELVA

Israel ha anunciado que seguirá con su política de asentamientos, “al menos hasta que haya un acuerdo de paz”.

No suena mal, así a simple vista, tal aseveración.

A segunda vista, es como decir: “Te seguiré golpeando en la nariz, por lo menos hasta que no lleguemos a un acuerdo de paz.”

O mejor: “Que quede claro que no quiero la paz contigo.”

Mark Regev, portavoz del primer ministro Netanhayu, justifica la continuidad de la construcción de asentamientos judíos con el “crecimiento natural” de Israel.

Sabroso, como diría un salsero.

Mientras tanto, los palestinos deben morderse la lengua y ver cómo los territorios que ellos reclaman como suyos siguen siendo poblados (por los que ellos consideran como invasores) con impunidad, dificultándose de paso una justa solución futura.

Si los palestinos empezaran a construir sus propios asentamientos en territorios en litigio debido a su propio “crecimiento natural” (¿o solo crece Israel?), entonces eso se llamaría terrorismo.

La Ley del Más Fuerte.

En una de sus versiones más crueles y cobardes.

Ya veremos si Obama cumple su promesa de no permitir la construcción de más asentamientos.

DOS NACIONALIDADES, DOS EXTRANJERÍAS

Y ya que estamos con Israel como tema: a lo que en realidad iba era a una nota que había leído en la Revista Ñ y cuya búsqueda (rescate) me ha llevado a descubrir una entrevista más valiosa aún.

Interesantísimas las palabras de Andrés Neuman, argentino radicado en Granada y ganador del último Premio Alfaguara con El viajero del siglo, una novela ambientada en la Alemania del siglo XIX.

Responde así en una entrevista que le hace Inés Gallastegui:

-¿Se considera judío?

-No, en absoluto. Me considero una persona no religiosa. He tenido una educación laica, lo cual incluía, gracias a Dios, el respeto a todas las religiones. Tengo muchos antepasados judíos por parte de padre, pero por parte de madre casi todos eran católicos o laicos. Por razones familiares, tengo un afecto por la tradición judía que no se tiene en España -un país antisemita-, lo cual incluye una vergüenza absoluta por la política del Estado de Israel. Y sí creo que los seres humanos tenemos un espíritu, que es el que nos permite emocionarnos con la ‘Cantata’ de Bach.

(Anoto que esto último seguramente se trata de una errata, porque Bach compuso no una sino más de 200 cantatas.)

En otro momento de la entrevista, alude a su condición de emigrante, condición -migrante- que recorre todas las ramas del árbol genealógico de cualquier argentino.

(De cualquier ser humano, en realidad, puesto que provenimos de un tronco común africano. Sí, señora y señor, joven y jovencita.)

-¿Se siente más español o más argentino?

-Tengo doble nacionalidad. No sólo tengo dos pasaportes sino que tengo dos extranjerías: cuando voy a Argentina mi parte española se siente rara, y cuando estoy aquí mi parte argentina se siente rara. Pero a la vez muchas veces consigo sentirme como en casa en los dos lugares, y eso es muy hermoso.

Al preguntársele si considera que un gol es poesía, responde que, si lo es, entonces los «goles del Barcelona son ensayos» que «empiezan en el centro del campo y son discursivos».

Amante de la música clásica (sus padres son músicos), cuenta que estudió violín y guitarra y «como dicen Les Luthiers, fracasé con todo éxito».

Neuman, al parecer, es divertidísimo aparte de simpático y ha sido un placer leer la entrevista aludida.

(En la nota de la Revista Ñ cuenta, además, que le tomó seis años escribir la novela ganadora del XII Premio Alfaguara y que para documentarse recorrió en bicicleta en el 2004 una zona de este país, Alemania.)

(En otro sitio, hace una sincera confesión: «Me he educado en Argentina y en España y me he maleducado en ambos».)

Me ha gustado especialmente su sentido práctico, desmitificador, certero y nada pretencioso de entender el oficio de escribir:

-Desde muy joven los críticos han subrayado la madurez de su estilo. ¿Era un niño resabidillo?

-Creo más en la búsqueda que en los hallazgos. La madurez me parece muy peligrosa para un escritor. También me incomoda el lugar común del ‘dominio del oficio’. ¿Qué quiere decir? ¿Que ya conoces todos los recursos y sólo tienes que emplearlos? Para mí escribir es no saber escribir, sentir que aprendes cada día que te sientas a escribir. Lo que quizá han podido detectar los críticos es algo evidente: que yo escribía desde los 9 ó 10 años y que el primer libro que publiqué no era lo primero que escribía. Pero eso no es madurez, se llama práctica.

Recomiendo encarecidamente leer la entrevista.

En especial a todos aquellos que escriben con regularidad y empeño.

Y por si alguien tiene interés, comento que me he encontrado en la Red con un breve poema de Neuman que pueden leer pulsando aquí.

Uno de esos textos -verdaderas rarezas- que con cada nueva relectura parecen aumentar su calidad.

¿Argentino o español?, es una de las preguntas que más afronta este bonaerense-granadino.

Bífido -es una de sus respuestas.

Tenemos Neuman para rato.

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HjorgeV 28-05-2009


LA FICCIÓN MAYOR

Domingo por la mañana.

Salgo a dar un corto paseo por los campos vecinos con nuestro perro Tito.

Los demás duermen. Hace muy buen tiempo. Llevo en las manos el suplemento de un diario español y el de un semanal alemán.

Últimamente, en vez de correr, suelo leer mientras cumplo mis obligaciones de perrero familiar.

Como casi siempre, me he levantado muy temprano, sin importarme el desguace natural del calendario, es decir, que el domingo sea el día ideal para dormir largo y tendido.

Después de revisar mi correo electrónico (no tenía ningún mensaje, salvo un poco de correo basura: ¿Cómo se habrán enterado de que necesito viagra y una operación de extensión peniana? es la pregunta que suelo hacer a mis amigos y los desavisados no saben si mirarme con compasión, admiración por mi franqueza o empezar a sospechar que les estoy tomando el pelo) me he puesto a trabajar en mis cosas como si de ese trabajo de escritura dependiera la manutención de mi familia.

El paseo con Tito es una recompensa por eso.

Dejar el escritorio, salir al aire libre. Hacer una pausa mental.

(A veces, cuando encuentro mi correo electrónico vacío tengo que pensar en la tercera novela del colombiano García. El coronel no tiene quien le escriba la pergeñó en su paso por París como corresponsal de un diario, allá por 1961, cuando era feliz e indocumentado y rebuscaba con ansias cada mañana su buzón postal en espera del cheque salvador que debía llegar desde Colombia; dinero epistolar que no podía llegar porque habían cerrado el periódico para el que trabajaba. Llegó a escribir tres versiones de la novela en la Ciudad Luz y fue rechazada por varios editores antes de ser publicada.)

Es temprano, apenas hay gente por los senderos de estos campos que rodean el conjunto de localidades vecinas de esta zona de las afueras de Colonia.

Miro en dirección a la catedral colonesa (cuyas dos torres puntiagudas, que fueron en su momento las edificaciones más altas del mundo, se pueden divisar perfectamente desde aquí) y los veinte kilómetros de distancia me parecen un juego, una bicoca, algo que se podría salvar de un par de buenos saltos gigantescos.

He tomado la costumbre de llevar algo para leer en estos paseos perrunos (antes los aprovechaba para trotar, pero desde que he vuelto a retomar el trabajo de entrenador de un equipo juvenil de la localidad ya no lo hago), porque la conducta de nuestro perro es bastante impredecible y prefiero ponerme a leer mientras él retoza y hace sus necesidades sin importarle mucho la existencia de relojes ni itinerarios humanos.

Leo mientras camino –como lo hacía también de niño- o busco un lugar tranquilo bajo la sombra de un árbol para hacerlo.

Este un día especialmente soleado y agradable. Alemania se ha sacado la lotería climática en estos días. (Para mañana ya han anunciado una tormenta.)

Veo a lo lejos una mujer que se acerca en nuestra dirección y preparo el saludo de cortesía que tengo por igual para conocidos y desconocidos.

Cuando está ya a unos pocos metros, Tito se acerca a ella dando saltitos (es un perro manso, tontón y juguetón, un típico Labrador Retriever) y veo que la mujer hace gestos que no son de miedo sino más bien de asco.

-No hace nada –me apuro a decirle para calmarla, pero sintiéndome mal porque sé que es más o menos inútil mi observación: algo así no se puede saber nunca de ningún animal, incluido el ser humano.

(Una vez alguien me dio una réplica genial: «El perro no lo sabe.»)

-¡Pero no me gusta! ¡Lo detesto! –exclama ella sin detener su paso y haciendo aspavientos para que se retire nuestro perro.

La mujer debe estar a finales de los treinta. Es rubia. Lleva el cabello ondulado y que ha pagado por la ondulación, es más que obvio.

Pienso cruelmente que es de las que no incluirían su fotografía en un anuncio para buscar pareja, por más que no sea fealdad la palabra adecuada para describirla. ¿O es su ostensible mal humor lo que determina mi apreciación?

-Lo siento, lo siento –le digo, al notar su reacción, nada usual por estos lares, por estos caminos que cruzan los campos vecinos y que son recorridos por gente que gusta de caminar, pasear a sus animales; de cuando en cuando pasa alguien con su caballo caminando y solo el paso de un tractor o un vehículo verdaderamente rural rompe la monotonía del conjunto.

Repito mis disculpas porque la entiendo perfectamente. A mí mismo me ha sucedido que se me ha acercado algún perro sin conocer sus intenciones.

Me acerco para sujetar a Tito. Tozudamente, espero que la mujer me dé las gracias, pero ella pasa de largo como si fuera la única persona en el mundo con derecho a existir.

-Se va a encontrar con más perros en esta ruta –le advierto tímidamente, pero creo que ya no me escucha.

Detestar a los perros, por más juguetones e inocuos que sean, y escoger para pasear un camino por el que garantizadamente se encontrará con muchos de esos animales a su paso, ¿qué es?

Entonces recuerdo otra escena de hace unos quince años: una mujer, una cliente de un restaurante que se sentó a decirle al camarero que nada le gustaba y que en verdad nada le iba a gustar por más que insistiera.

El empleado gastronómico se quedó extasiado, anodadado, porque apenas había abierto la boca.

-¿Y qué diablos hace aquí, entonces? –tendría que haber sido su réplica; pero, claro, algo así no se dice a los clientes.

(Volví a ver a la mujer, hace poco en otro establecimiento, en el Bauturm de la avenida Aachener de Colonia.

Seguía con el aspecto aquel de que no había nada en este mundo que le pudiera gustar. De relativamente pequeña estatura, llevaba el cabello despatarrado y más o menos corto, anteojos y el ceño inconfundible de quien se mantiene en su propia realidad y que la nuestra es solo una más de sus infinitas posibilidades de acción.

¿En su propio mundo le gustará algo?, no pude evitar preguntarme al reconocerla.)

El artículo cuya lectura he interrumpido tiene un título imposible: Las ‘fanfictions’ y el Centro de Tiempos.

Sí, a mí también me pareció el título de una novela de ciencia ficción. Pero no lo es.

Los fanfictions, fanfic o fic, a secas (sin ka al final), son los relatos que los fans de una obra escriben por cuenta propia basándose en ella.

A muchos autores no les gusta que se metan con sus personajes.

Joanne K. Rowling, por ejemplo, le ganó un juicio a una pequeña editorial por la publicación de un diccionario de la saga de Harry Potter que un fanático había escrito.

En una de las audiencias llegó a expresar con lágrimas en los ojos que consideraba ese diccionario un robo de su propiedad intelectual.

El juez –porque hay jueces así- le dio la razón. (Lo dejo así, sin comentar. ¿Para qué?)

Agustín Fernández Mallo, el autor del artículo, bien nos hace recordar que todo el tiempo se habla de los derechos del autor, pero ¿dónde quedan los derechos del lector?

¿Acaso no recrea cada nuevo lector –y cada uno de ellos en una nueva lectura- una obra con solo leerla?

De hecho, agrega Fernández, hasta la inclusión de una simple cita en un texto cualquiera se podría considerar como un tipo de fanficción.

Tras llegar a casa me he puesto a escribir estas líneas, recordando a la tipa del perro y a la otra del gusto insatisfactible.

¿Cuántos de nosotros nos levantamos a diario con la misma ficción -la mayor posible- en nuestras cabezas?

Esa ficción que parte de que la naturaleza y el tiempo (esas coordenadas sin las que nuestro cuerpo y nuestra mente no nos servirían de nada), el mundo de afuera, las personas que lo conforman, en fin, están allí para acomodarse a nuestros deseos y órdenes. Y para ceñirse a nuestro paso y nuestra velocidad.

Conforme aumentamos la densidad de nuestra invasión tecnológica sobre el planeta (empezamos con nuestra vestimenta y calzado, seguimos con nuestros medios de locomoción y nuestra rutas viales, con nuestras casas, aparatos y muebles; desde hace poco con la Red y pronto con Internet 0, la Red de las cosas) crece esa ilusión.

La ilusión de que lo tenemos todo controlado.

Y de que lo malo que pasa y puede/a pasar, no son sino anécdotas de nuestra existencia a las que no deberíamos prestarle mayor atención, puesto que todo está bajo control. Incluso nuestras emociones y sentimientos.

La realidad es otra.

A la naturaleza, al tiempo, al mundo de allá afuera, le importamos un pito.

Llueve, nieva, corre el viento, se oculta el sol o amanece con absoluta independencia de nuestros deseos, esperanzas y acciones.

Un paraguas, una chaqueta, zapatos y vestimenta adecuada; o aparatos de refrigeración y ventilación nos pueden hacer olvidar solo parcialmente que es así.

Pero nada más.

Yo sueño que estoy aquí
de estas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.

(Pedro Calderón de la Barca)

A la gente con la que nos cruzamos le importamos un pepino más grande aún.

Pero muchas veces nos movemos por el mundo como la rubia del perro.

Como si fuéramos castos y puritanos e intentáramos ver una película pornográfica, y pretendiéramos interesarnos solo por el contingente argumento romántico de la misma.

¿De qué tendríamos que quejarnos en un caso así?

Como la vida tiene sus propios e insondables métodos de enseñanza, un día de estos abriré un diario colonés.

Y me enteraré de que la mujer a-la-que-no-le-gusta-nada-no-insista-no-cambiaré-de-opinión, es una de las más grandes críticas gastronómicas de este país.

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HjorgeV 25-05-2009

NEGAR ES EL NEGOCIO (Poema)

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Te había dicho que podía

Esperarte vidas enteras

Que su amor no conocía la definición de prisa

.….….….

Te había hablado de la eternidad de los

Amores verdaderos

De la certidumbre de los amantes obsesionados

….

Ahora murmuras que se va

(no sé qué de ti viaja como fallecido en tu voz al decirlo)

Y no sabes a qué eternidad reclamarle nada ahora

Las certidumbres se te han convertido en

Retruécanos imposibles

Álgebra de otro planeta

.….

Sospecho el movimiento tenue

De tu cabeza

Concentrada en las cosas del mundo

Que ahora te acometen con fuerza

….

Irse era un verbo que no iba con

Tu persona

Aunque te rieras y recordaras con excitación

Que irse en nuestra lengua significa tanto desaparecer, partir

como orgasmear, eyacular, descartarse y morir

….

Vivir ahora de los sueños que te dejó

Navegando como un barquito tonto

Sobre la difusa superficie del océano comprendido

Entre tus dos orejas

….

Vacío de espada

Tordo y ceniza

Revuelo de aves que no aciertan ni con la dirección

De su globo terráqueo

Manos que se mueven fuera de

Sus cuerpos en un ensueño de

Abalorios aéreos y falsos

….

Qué quieres

Es el adiós

El movimiento eterno de las cosas

….

El delito no es haber perdido

Lo sabes

….

Negarlo es la canción que más se

Vende ahora en tu quiosco cardíaco

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HjorgeV 24-05-2009

eden ahbez: NATURE BOY

Provenía de una familia judía de Brooklyn.

Afirmaba haber crecido en un orfelinato y ya a los 35 años de edad haber atravesado ocho veces su país -EEUU- a pie.

George Alexander Aberle (Brooklyn, 1908-Los Ángeles, 1995) cambió su nombre a eden ahbez en los años 40 tras mudarse a vivir de Nueva York a California.

Había elegido un nombre de comienzo paradisíaco para su nueva vida al aire libre y lejos de las convenciones sociales, y exigía que se escribiera con minúsculas. (Aunque se hacía llamar simplemente ahbe por sus amigos.)

Pero no hay que imaginarse a un tipo desaliñado y mendicante.

Este pre-hippie de la era pre-rock, adelantado 20 años a su época, tenía el aspecto de un ermitaño moderno de barba y cabellos largos, casi el de un Jesucristo contemporáneo salido de los libros catequistas.

Se dice que se decidió por Nat King Cole para publicar su Nature boy y que para el efecto se habría acercado con su bicicleta a la puerta trasera del teatro donde actuaba Cole sin haber podido encontrarlo.

Según una versión de los hechos, habría dejado su manuscrito en el teatro con el encargo de entregárselo a Cole, y este, tras leerlo, habría hecho lo imposible por localizar a su autor, ubicándolo debajo de la primera L de un famoso letrero de las colinas de Los Ángeles.

(Otra versión asegura que se acercó al representante del artista, Mort Ruby, con un rollo sucio y maltratado en las manos que contenía el manuscrito de su tema.)

Afirmaba ser estrictamente vegetariano y se vanagloriaba de poder vivir con tres dólares a la semana.

Si no acampaba en el parque Griffith del centro de Los Ángeles con su consorte Anna Jacobson, lo hacía en otro de sus lugares favoritos: al pie de la primera L del mítico y gigantesco letrero de Hollywood.

Eran otros tiempos, por supuesto.

Nature boy es tal vez una metáfora de su cosmovisión y de su propia vida, aunque él afirmaba que se había inspirado en su amigo Robert Gipsy Boots Bootzin, un pionero del yoga y del naturismo en su país como ahbe mismo.

El texto de la canción es la historia de un muchacho encantador, tímido y errante, que llega tan lejos solo para descubrir que el mejor regalo posible es “to love and to be loved in return”: amar y ser amado en recompensa.

La versión con arreglos de Frank de Vol catapultó a Nat King Cole a la fama en 1948 como cantante, apenas dos años después de haberse atrevido a cantar por primera vez en su propio Nat King Cole Trio fundado en 1939 y originalmente orientado solo al jazz.

Cole, quien no se consideraba un cantante y se avergonzaba al presentarse como tal, llegó a las listas de EEUU en abril de ese año y se mantuvo en ellas durante quince semanas llegando a ocupar el Nº1 de las mismas.

Es probable que eden ahbez no haya sido sino un desquiciado singular, con una especial inclinación por la música y la poesía beat; conocido por sus arengas sobre mística orientalista lanzadas en una esquina cualquiera de la ciudad de Los Ángeles.

Su disco Eden’s Island de 1960, mezcla de poesía beat y aires exóticos, fue catalogado unánimemente como bizarr.

Aparte de otros escarceos con la música comercial en los años cincuenta (Land of love fue el otro tema que escribió para Nat King Cole), pasó rápidamente al olvido.

Ni siquiera se sabe si Nature boy fue un plagio consciente del tema Schweig mein Hertz (en alemán ‘corazón’ es solo Herz, sin la t) del compositor judío Herman Yablakoff, quien llevó el asunto a los tribunales y obtuvo una resolución extrajudicial a su favor.

Aunque tal vez ambos tendrían que haber sido demandados por el compositor checo Antonín Dvořák (Nelahozeves, 1841-Praga, 1904).

Pues en su Quinteto para Piano Nº2 en La Mayor, Opus 81, del año 1887, es posible reconocer claramente y repetidas veces la melodía principal de Nature boy, así como diversas variaciones de esta.

(A partir del momento 16’15’’ en el video.)

Como sea que fuere (acaso Dvořák tomó el pasaje en cuestión de una vieja melodía judía, por ejemplo), eden ahbez mantuvo su vida de pasota y ermitaño moderno a pesar de la fama temporal y pasajera.

Este hijo de la naturaleza (una de las posibles traducciones de Nature boy) llegó a vivir 86 años de una existencia singular interrumpida por un accidente automovilístico en Los Ángeles, muy poco antes de que se acabara el siglo pasado, su siglo.

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HjorgeV 22-05-2009

OTRAS VERSIONES:

KURT ELLING (2008): NATURE BOY

NATE KING COLE (1947): NATURE BOY (versión orquestal)

JAMES BROWN (1964): NATURE BOY

JOHN COCUZZI, SHELLEY DENNY & JOEY VENTITTELLI: NATURE BOY (en vivo)

http://www.youtube.com/watch?v=ar0EVDlJ-PM

BUD SHANK: NATURE BOY

http://www.youtube.com/watch?v=sU4T4icUYRc

FRANK SINATRA: NATURE BOY

http://www.youtube.com/watch?v=Aq-Lvxrzj4U

MINA: NATURE BOY

http://www.youtube.com/watch?v=dU6BJFdzUF8

DEMIS ROUSSOS: NATURE BOY

http://www.youtube.com/watch?v=SXf1pHAhGjE

FUENTES:

http://en.wikipedia.org/wiki/Nature_Boy_(song)

http://de.wikipedia.org/wiki/Eden_Ahbez

http://www.myspace.com/edenahbez1

http://www.youtube.com/watch?v=4WE34wozOv4

FOTOGRAFÍAS DE LIFE:

http://images.google.com/images?q=Eden+Ahbez+source:life

MEMORIA Y OLVIDO (Poema)

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Cuando los seres de mi cuerpo se resisten a

Crecer en el olvido

Cierro las ventanas de mi habitación solar

E impido la privación eterna

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Cuando creo estar a salvo

Levanto el sudor, esquivo la garra

El habla tranquila, la concesión de la calma

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Su asunto no es el olvido

Afirman

Lo suyo es la activación de la memoria

La putrefacción del mal

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HjorgeV 19-05-2009

UN POEMA DE MARIO BENEDETTI

Me lo leyó un amigo, Carlos, en la esquina de su casa de Pueblo Libre, en una fría madrugada limeña.

(No queríamos despertar a sus padres a esa hora y nos quedamos conversando, como tantas otras veces, en plena calle.)

Carlos V. tenía una especialidad desconcertante.

Se podía pasar contigo varias horas charlando en la vía pública, pero haciéndote recordar cada cuarto de  hora que ya era demasiado tarde para continuar. (Sin dejar de proseguir, por supuesto.)

Así, en un invierno limeño a la intemperie de una madrugada y al calor de una conversación interesantísima, conocí la magia de Benedetti por medio de este poema que alguna vez supe de memoria.

Después me compré Inventario y desde entonces ha formado parte de mi personal inventario y ruta por un par de países y dos continentes.

No tengo más palabras ante su partida.

$ …..HjV 18-05-2009

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LOS FORMALES Y EL FRÍO

(Mario Benedetti)

Quién iba a prever que el amor, ese informal
se dedicara a ellos tan formales

mientras almorzaban por primera vez
ella muy lenta y él no tanto
y hablaban con sospechosa objetividad
de grandes temas en dos volúmenes
su sonrisa, la de ella,
era como un augurio o una fábula
su mirada, la de él, tomaba nota
de cómo eran sus ojos, los de ella,
pero sus palabras, las de él,
no se enteraban de esa dulce encuesta

como siempre o como casi siempre
la política condujo a la cultura
así que por la noche concurrieron al teatro
sin tocarse una uña o un ojal
ni siquiera una hebilla o una manga
y como a la salida hacía bastante frío
y ella no tenía medias
sólo sandalias por las que asomaban
unos dedos muy blancos e indefensos
fue preciso meterse en un boliche

y ya que el mozo demoraba tanto
ellos optaron por la confidencia
extra seca y sin hielo por favor
cuando llegaron a su casa, la de ella,
ya el frío estaba en sus labios ,los de él,
de modo que ella fábula y augurio
le dio refugio y café instantáneos

una hora apenas de biografía y nostalgias
hasta que al fin sobrevino un silencio
como se sabe en estos casos es bravo
decir algo que realmente no sobre

él probó sólo falta que me quede a dormir
y ella probó por qué no te quedas
y él no me lo digas dos veces
y ella bueno por qué no te quedas
de manera que él se quedó en principio
a besar sin usura sus pies fríos, los de ella,
después ella besó sus labios, los de él,
que a esa altura ya no estaban tan fríos
y sucesivamente así
mientras los grandes temas
dormían el sueño que ellos no durmieron.

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«EL ARTE DE EMPOBRECER CON ESTILO»

ALEXANDER VON SCHÖNBURG

Me ha sucedido pocas veces en mi vida. Con un libro esta vez.

¿Cuántas veces hemos despreciado algo -o incluso a alguien- simplemente por su aspecto, por su nombre o por nuestros simples prejuicios?

Me encontraba leyendo la traducción al alemán de Ensaio sobre a lucidez de José Saramago.

Mejor dicho, me encontraba luchando por meterme a la novela y por salir de las primeras páginas.

(Al final me rendí. Aburrimiento puro y simple.)

Tenía la novela del Nobel portugués en mis manos, cuando eché un vistazo a lo que estaba leyendo mi esposa a mi lado.

Me llamó la atención el título de su libro.

Le pregunté en tono de chanza si ahora se dedicaba a leer libros de los llamados de autoayuda.

(Si te ayuda a ayudarte, ¿por qué se llama de autoayuda?)

Traducido al castellano el título era algo así como El arte de empobrecer con estilo.

“Ah, un típico título de esos libros”, me dije.

El subtítulo –por más que era más de lo mismo- aumentó mi curiosidad: Como hacerse rico sin dinero.

Como Alemania vive una época muy interesante, puesto que la crisis económica está haciendo cambiar a la gente en muchos aspectos y forzándola a pensar de manera difertente, me animé a echarle una ojeada.

(Curiosamente, el diccionario de la Academia consigna la palabra hojear para “pasar las hojas de un libro, leyendo deprisa algunos pasajes”, pero no hojeada. Sí, en cambio, ojeada, “mirada pronta y ligera que se da a algo o hacia alguien”.)

-Préstamelo un momento –le rogué a mi esposa.

Pero entonces me entusiasmé inmediatamente con el libro, mandé al diablo a Saramago, le corté la lectura a N. (con su complicidad) y me soplé su libro en un par de horas.

(Era el cumpleaños de una de nuestras hijas y lo celebraba en el claro de un bosque vecino con unos veinte amigos. Nuestra función consistía en acompañar al grupo por si alguien necesitaba ayuda. Se trata de un lugar que se alquila y tiene un par de comodidades como retrete, parrilla debajo de un cobertizo y basureros.)

Por esas cosas que tiene la vida, empecé a leer el libro por uno de sus últimos capítulos, pero que resultó siendo también uno de los mejores. No sé si habiendo empezado por el comienzo habría terminado de leerlo, a pesar de su calidad como texto.

Alexander von Schönburg (Somalia, 1969), un alemán nacido en África, periodista y escritor, sabe de lo que habla.

No solo perdió un trabajo muy bien remunerado y en el que pensaba pasarse gran parte de su vida, él mismo proviene de una familia (“que empobrece desde hace siglos”) de la llamada nobleza europea, nobleza que aquí en Alemania ha dejado de tener hace mucho tiempo ya asidero legal.

(Admirable la consecuencia de los alemanes en este punto -a diferencia de holandeses, ingleses y españoles, entre otros-: si la civilización moderna clama la igualdad de derechos para todos, la ley no puede amparar por lo tanto la existencia de ningún priviliegiado desde el nacimiento.)

Además de saber qué es empobrecer, pasó a lo largo de toda su infancia por castillos y palacios de sus familiares, mientras sus propios padres apenas tenían para vestirse a veces, es decir, von Schönburg conoce los dos lados de la medalla.

Además de eso, en un mundo que tras entregarse desenfrenadamente al culto del Dios Dinero acaba de recibir la visita de un antidios más grande llamado Bancarrota, von Schönburg sabe burlarse de la riqueza.

De la riqueza material excesiva y especialmente de aquella que deslumbra (a los que se dejan deslumbrar), cuando en el fondo no satisface ni llena medianamente a sus poseedores.

Al contrario, quien tiene más que suficiente de algo, difícilmente podrá soñar con ese algo.

Esta es tal vez la enseñanza más clara de este entretenido libro, lleno de anécdotas divertidas y datos bien fundamentados: la felicidad es algo que se debe estar persiguiendo permanentemente.

Y que el deseo deja de existir cuando se cumple o se alcanza lo deseado.

En alemán existe la palabra Vorfreude.

Traducible como ‘alegría anticipada’, es la que se experimenta por algo que está por suceder: un viaje, una fiesta, un encuentro o día especial, una compra determinada.

Alegría que, por definición (‘anticipada’), termina cuando ocurre el suceso en cuestión.

Bien visto, me puse a pensar, es de lo que ha vivido el capitalismo desenfrenado de las últimas décadas.

Si antaño se construían automóviles que duraban más de un cuarto de siglo y hasta se heredaban, pronto la industria se dio cuenta de que así no podría vender cada vez más vehículos ni podría aumentar la producción.

Entonces se inventó una nueva necesidad: la de comprarse el último modelo en intervalos cada vez más cortos de tiempo.

Hoy sabemos que ese sistema de negocios no funciona o funciona solo bajo circunstancias especiales (que nadie sabe cuáles son o cómo crear, dicho sea de paso).

Todos conocemos a alguien que si no tiene el último modelo de su marca favorita, termina desplazándose por la vida como un apestado, a pesar de hacerlo en un automóvil guapo, moderno, seguro, casi nuevo y funcional.

¿Cuánta gente existe que si no sale a la calle vestida a la última moda preferiría no hacerlo o lo hace avergonzada, sintiéndose mal?

La lectura del libro me hizo recordar también que en mi niñez se puso de moda el modelo aviador de una conocida marca de gafas de sol.

Hasta que llegó el momento de la saturación y pasamos a burlarnos de ese modelo porque nos hacía recordar los ojos de un insecto gigante.

Durante muchos años, cada vez que me veía en las fotos con esos lentes, me reía de mi aspecto tan grotesco. Y reía también porque recordaba que en ese momento era la moda absoluta.

Ahora resulta que esas mismas gafas se han vuelto a poner de moda y mis hijas quieren tener unas así.

El consumismo, pues, es una quimera.

Un canto de sirenas.

Un fantasma que sabe seducir.

Pajaritos en el aire que hoy nos pueden deslumbrar y mañana hacernos reír por el absurdo que representan.

(¡Hace doscientos años no existía siquiera la publicidad!)

Quien no sabe reconocerlo y termina siendo una marioneta de los dictados publicitarios, nos recuerda von Schönburg, es el verdadero pobre.

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HjorgeV 17-05-2009

SUERTE (Poema)

Pero entonces una imagen nos restaña y somos como el trébol

ansiado que un simple haz de luz deslumbra sobre el prado.

Al fondo,

niños que buscan su suerte arrodillados sobre el

césped, completan el cuadro.

Suerte entonces

la del que ignora

que su búsqueda inocente es la parte más importante de

esa misma suerte.

Suerte la del que puede buscar sanamente

aunque no encuentre.

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HjorgeV 16-05-2009

ANTONIO VEGA: EL SITIO DE MI RECREO

NACHA POP: CHICA DE AYER

Había fundado en 1978 la banda Nacha Pop junto con su primo Nacho García Vega.

En 1980 lanzaron el LP Chica de ayer, homónimo de este tema, ahora un clásico del pop español.

Ya en esta grabación de 1980 Antonio Vega lleva ese aire de chico despistado y triste, inmerso en su particular batalla con las drogas (heroína): infierno y vida excelsa a partes desiguales.

A pesar de su inmensa popularidad, el trajín agotador y los particulares problemas de Antonio disolvieron la banda en 1988 con dos conciertos en la sala Jácara de Madrid.

Acaba de morir el muchacho triste y solitario (Madrid, 1957-2009).

El de las canciones frágiles y los «poemas adaptados a la música» como el mismo prefería decir.

HjorgeV 13-05-2009

ANTONIO VEGA & MIGUEL BOSÉ: EL SITIO DE MI RECREO

Volveré a ese lugar donde nací.

De sol, espiga y deseo son sus manos en mi pelo. / De nieve, huracán y abismos, el sitio de mi recreo.

Silencio, risa y cordura dan aliento a mi locura. / Hay nieve, hay fuego, hay deseo, allí donde me recreo.

-¿Qué pasa con esta canción? –le pregunta un Bosé emocionado hasta las lágrimas tras el dueto-. Siempre pasa lo mismo. Cada vez que la escucho hay algo que, o sea, no lo sé… Sin defensas estoy, ¿por qué?

-Yo te preguntaría lo mismo, la verdad, porque no lo sé –le responde Antonio Vega-. Es una canción emocionante, que yo he tenido que descubrir poco a poco. Me sigue proporcionando momentos de verdadera angustia, a veces, y otras de verdadero placer.

¿Cuál es la magia?, es la pregunta eterna humana ante el vértigo de la verdadera poesía.

La respuesta de Vega es una de las mejores -por honestas- que conozco.

El Muchacho Triste y Solitario le entregó gran parte de su vida a la heroína y su retribución a plazos (y con moneda de devaluación constante), algo inocultable en su caso.

El resto fue su quemante esfuerzo por dejarnos sus canciones de emoción eterna.

HjorgeV 13-05-2009