«HOJAS MUERTAS»

.

Salir a caminar

el otoño (el verano

desangrán-

dose en

color)

.

para que

pronto

mil pasos

sobre el espacio exterior

te lleven a olvidados caminos

interiores

.

Salir a caminar

alentando la palabra escondida

entre las hojas que

caen sobre las ya

caídas,

.

para hacer el camino

opuesto,

caminante,

que te vales de

tus pies para

reencontrarte

más

adentro:

.

el lugar de tus propias

hojas muertas, de tus

otoños

irrecuperables.

.

.

HjorgeV 25.10.2015

VIRGINIA WOOLF, NELLY BOXALL, VOLKSWAGUENEAR

Tal vez la verdadera Virginia Woolf fue ella: contestataria y sufriente a la vez, leal y rebelde.

Nellie Boxall: su criada o doméstica, además de cocinera.

Su Nelly.

*

Uno/una nunca es una/uno solo/a. Siempre hay alguien detrás.

Muchas veces es la figura materna o paterna. O un hermano, tía o abuelo.

Luego, cuando aparece una persona disfrazada de amor, esta puede pasar a ocupar ese lugar.

A veces es todo un grupo de personas quienes hablan y deciden por nosotros, y nos representan: entonces llevamos una vida vicaria, como por encargo.

Siempre es así.

El asunto es saber disimularlo. Hacer como si fuéramos nosotros los que dominamos las cosas, el universo, lo poco o mucho que nos rodea.

Las personas hacen planes -reza un proverbio judío- para que dios pueda carcajearse.

*

Nelly hacía unos pasteles fantásticos -entre otras maravillas- en la cocina.

Cuando T. S. Eliot llegó de visita a la casa de los Woolf, después de la excelente comida le rogó a la escritora que Boxall saliera de su lugar en la cocina para poder alabarla.

Nelly fue la criada, doméstica, mucama o sirvienta de los Woolf a lo largo de casi veinte años: desde 1916 (un año después de la publicación de Fin de viaje, la primera novela de Virginia) hasta 1934.

En 1929 la dueña de la casa publicó Una habitación propia, un ensayo en el que concluía que una mujer debía tener su dinero propio, así como una habitación propia, si lo que deseaba era escribir ficción:

A woman must have money and a room of her own if she is to write fiction.

Uno de los textos más citados del movimiento feminista.

*

Virginia también escribía un diario, diarios, cuadernos personales.

Escribiendo en uno de ellos, un día de 1929, se descubre volviendo a hacer una anotación sobre Nelly.

If I were reading this, if it were a book that came my way, I think I could seize with greed on the portrait of Nelly, and make a story -perhaps make the whole story revolve around… her character- our efforts to get rid of her -our reconciliations.

Traduzco a mi manera:

«Si yo estuviera leyendo esto, como si fuera un libro caído en mis manos por pura casualidad, creo que me lanzaría con verdadera avidez a hacer un retrato de Nelly. Y escribiría una historia, tal vez la haría girar toda en torno a su carácter, a nuestros esfuerzos por deshacernos de ella, a nuestras reconciliaciones.»

Los diarios de Adeline Virginia Stephen están llenos de referencias a la mujer que le hacía las camas, la limpieza de los cuartos y baños, que cocinaba y tenía que comer en su rincón de la cocina (y esperar allí sentada sus órdenes durante las largas veladas que organizaba su empleadora para sus conocidos y amigos).

En una de esas anotaciones, la del 6 de enero de 1925, deja constancia de que Nelly ha vuelto a presentar su dimisión. La número 165, se burla:

«And today, for the 165th time, Nelly has given notice -Won’t be dictated to: must do as other girls do.»

Porque Nellie era una mujer que no soportaba dictaduras -por así decir-, como otras mujeres tampoco.

Y luego Virginia añade:

«Anyway, the servant question no longer much worries me.»

*

Quien se tome la molestia de revisar las entradas de la Wikipedia con la biografía de Woolf (por lo menos en nuestra lengua, alemán, inglés, italiano, francés y portugués) comprobará que Nellie Boxall no existe para la -por antonomasia- enciclopedia del Segundo Milenio.

Por suerte, Boxall, haciendo honor a su apellido, boxeaba todo. (Su particular feminismo.)

Y así, un día que había vuelto a reñir con su patrona, retirándose a su habitación para concluir la discusión, Woolf, una mujer crecida en un hogar de siete sirvientes, la siguió hasta su cuarto para pedirle explicaciones.

-Estoy nerviosa y no quiero hablar más -habría respondido Nelly-. Eso es todo. Por eso me he retirado a mi habitación.

-No hay ninguna habitación que sea tuya aquí, Nelly. Esta es mi casa.

Entonces Boxall se habría acercado a su empleadora y, mirándola fijamente, le habría dicho:

-Trabajo aquí y parte de mi sueldo es esta habitación, señora. Y lo seguirá siendo mientras trabaje aquí. ¿Quiere hacerme el favor de salir ahora?

Nelly, está de más decirlo, perdió su habitación.

*

Vueltas caprichosas que da la vida:

Muchos años después, el 29 de agosto de 1956 (su despedidora ya llevaba quince años fallecida), Boxall participó en un programa de la BBC dedicado a Virginia Woolf y que incluía «impresiones y reminiscencias de sus amigos».

*

Mona Simpson ha anotado que Woolf criticó duramente a la escritora Edith Sichel, veinte años mayor que ella y victoriana:

Pobre habitanta («poor peopler»), incapaz de mencionar «copulations or w.c.’s» en sus obras.

Al parecer, Woolf misma apenas incluye cópulas en las suyas y, según Simpson, en sus libros no aparece ningún retrete (w.c. por water closed) o excusado.

*

Es que es así.

Cuando las cosas (el comportamiento de los demás, los acontecimientos, los días, el mundo, la realidad, un gol, una línea, un pastel) no salen como queremos o calculamos, tenemos que adaptarnos si no queremos correr el riesgo de levantarnos un día y no reconocer como nuestros los pies de allá abajo, al final de nuestros cuerpos.

Otra posibilidad es no adaptarnos, sino adaptar la realidad a nuestros deseos, caprichos o expectativas:

Volkswaguenearla, como ha empezado a decirse este año acá en Alemania.

O no mirar, simplemente; como los niños, que, con solo cerrar o taparse los ojos, creen volverse invisibles. (Qué envidia.)

*

Woolf no escribió ninguna novela sobre la servidumbre, a pesar de haber visto en Nelly un potencial personaje novelístico y de la intensa relación amor-odio que se prodigaban:

Como imanes obligados a juntarse una y otra vez por su lado inestable.

*

Boxall -por su parte-, tras ser despedida de la casa de los Woolf, siguió trabajando en otros hogares, pero sin llegar a casarse.

Tal vez para no tener que servir a otra persona -hay que suponer- sin retribución económica.

Pasó sus últimos días en un asilo de ancianos, con otras mujeres de su misma condición.

*

Virginia -por la suya- se dio un último baño en el río Ouse, muy cerca de su casa:

Sin una criada que le calentara el agua.

Pero con los bolsillos de su abrigo llenos de piedras:

Sus particulares (y últimos) boletos de ida (sin vuelta).

*

Adapto a modo de oración final, ateo de mí, un fragmento del final de Las horas, novela de Michael Cunningham, con la que ganó el Pulitzer de 1999 y que recrea la vida de tres generaciones de mujeres woolfianas.

Oremos, pues:

«Sí, piensa, Clarissa, es hora de que el día termine. Damos fiestas; abandonamos a nuestras familias para irnos a vivir solos a Canadá; luchamos por escribir libros que no cambian el mundo a pesar de nuestros talentos y nuestros generosos esfuerzos, de nuestras extravagantes expectativas.

Vivimos nuestras vidas, hacemos lo que sea que hagamos, y después dormimos.

Es tan simple y ordinario como eso.

Unos pocos saltan por la ventana o se ahogan, o toman pastillas; muchos mueren en un accidente; y la mayoría de nosotros somos devorados lentamente por alguna enfermedad, o, si somos afortunados, por el tiempo mismo.

Solo nos queda un consuelo: una hora aquí y allá en la que nuestras vidas, en contra de todos los vaticinios y expectativas, se abren en una explosión y nos ofrecen todo lo que jamás habíamos imaginado»

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HjorgeV 16-10-2015

https://it.wikipedia.org/wiki/Nelly_Boxall

http://textualities.net/tag/alison-lights-virginia-woolf

http://www.difusioncultural.uam.mx/revista/nov99/lugo.html

http://genome.ch.bbc.co.uk/dc3b5393e74746849ba308453aca691d

http://acommonreader.org/review-mrs-woolf-and-the-servants-alison-light/

http://www.theatlantic.com/magazine/archive/2009/01/imperfect-union/307221/

http://wwwconuqueando.blogspot.de/2015/10/una-cocinera-en-los-diarios-de-virginia.html

TERRY HAYES: «SOY PILGRIM»

¿Existe la obra perfecta?

¿El libro, la pintura perfecta?

Desde el punto de vista del artista la respuesta es clara:

No.

Borges lo anticipó:

«El concepto de texto definitivo no corresponde sino a la religión o al cansancio.»

Otra cosa, por supuesto, es lo que piense o considere el observador, su ojo.

Porque para el artista no existe la perfección. Aspira y sueña con ella. Es su meta. Pero nunca la alcanzará.

Lo sabe. Como el nadador sabe que tiene que mojarse para poder nadar.

Oscar Wilde se permitió un buen chiste sobre la creación literaria:

«Me pasé toda una mañana corrigiendo las pruebas de uno de mis poemas, y al final decidí que sobraba una coma. Por la tarde volví a ponerla.»

Pero el artista también es humano y se ama a sí mismo. Es decir, no se rinde.

Y la aventura puede durar toda la vida.

(Toda la muerte para los clásicos.)

*

Considerando todo esto, empecé Soy Pilgrim.

El comienzo es tan impresionante, que pronto me sorprendí asiendo el grueso libro (casi 900 páginas) como si pudiera huir de mis garras.

La escena inicial es brutal.

Una mujer es encontrada flotando en la tina o bañera de una cochambrosa habitación de un hotel de medio pelo (o menos) de Nueva York, a pocos pasos de donde alguna vez estuvieron las Torres Gemelas del World Trade Center.

El narrador (que aún no sabemos quién es, solo que de alguna forma tiene permiso para moverse por entre los peritos y detectives en pleno análisis de la escena del crimen) ha entrado a la habitación y la inspecciona con ojo sagaz, experto.

La escena es cinematográfica, de serie -moderna- de televisión, vívida, inteligente.

Si el resto es como este comienzo -se relame el lector- las 900 páginas se van a quedar cortas.

Pero basta aplicar un mínimo de rigor, para empezar a encontrar errores garrafales.

Y ruega -el lector- que no se repitan.

Porque, para empezar, ¿qué hotel cochambroso -y en Manhattan, además- ofrece una tina o bañera en la habitación?

Y esa misma habitación, ¿cómo puede ser tan grande siendo tan barato el hotel, puesto que el personaje narrador se mueve como si de una casa se tratara e, incluso, pasa el dedo por algunas superficies (con lo que descubrirá un detalle importante en la investigación) sin que lo vean o noten los presentes?

Transcribo:

En la habitación reina el caos, el ruido es ensordecedor: las radios de la policía a todo volumen, los ayudantes del forense que piden refuerzos a gritos, una hispana que llora.

¿Una hispana que llora dentro de la habitación o fuera de ella?, se pregunta el lector.

Pero el autor solo la ha mencionado para poder decir luego: «Incluso cuando la víctima no tiene ni un solo conocido en el mundo, siempre hay alguien que llora en este tipo de escenas.» (De reflexiones como esta no adolece el libro de Hayes.)

El tipo, entonces, se abre paso entre los presentes a pesar del tamaño de la habitación, y se detiene frente a la cama, quedándose un buen rato imaginando cómo sucedió el crimen. Luego pasa la mano por la mesita de noche.

Si es un experto investigador, ¿cómo se le ocurre dejar sus huellas en una escena en pleno análisis criminalístico?

¿Cómo es que los demás presentes -policía, agentes y peritos- no le dicen nada, a pesar de que no lo conocen?

Podría ser el mismo asesino haciéndose pasar por un curioso para llevarse alguna prueba comprometedora, por ejemplo. En todo caso, ¿hay espacio físico para él y sus movimientos?

La escena, empero, se resuelve de modo elegante –holmiano– y el lector decide cerrar los ojos, hacerse el sueco y continuar el viaje.

*

La diferencia entre una novela y un relato o cuento, para quien la escribe, además del tamaño y al amplitud del tema, el tiempo y los personajes a tratar, está básicamente en el tono.

Esa es la mayor dificultad que afronta un novelista: la voz que hace de hilo narrativo unificador.

Porque podrá disponer de todos sus personajes (acaso los ve a diario) y de la trama (tal vez la tiene detallada como un organigrama).

Y del final de todos los capítulos.

Pero si no consigue hilvanar todos sus ingredientes a lo largo de todas y cada una de las páginas con una voz convincente y duradera, no tiene novela.

No tiene nada.

El reto principal del novelista radica en mantener, como un corredor de largas distancias, el aliento, el ritmo, el tono que lo une todo.

*

Hayes no solo no lo consigue.

Por partes Soy Pilgrim se lee como una parodia, como una gran almazuela en la que el autor se ha esforzado por la unión de las partes, sin preocuparse demasiado por la función o el sentido de cada una de ellas.

Un procedimiento correcto, si la finalidad es solo impresionar con un conjunto colorido, por ejemplo. (Después de todo su idea era escribir un superventas.)

Pero no, si esa pieza debe servir para abrigar o sostener algún peso.

El gran Capote lo dijo con precisión:

«Al principio fue muy divertido. Dejó de serlo cuando averigüé la diferencia entre escribir bien y escribir mal; y luego hice otro descubrimiento más alarmante todavía: la diferencia entre escribir bien y el arte verdadero; es sutil pero brutal.»

La curiosidad mató al gato.

Y la ambición, cuando es desmedida, suele matar al novelista. O ridiculizarlo.

Especialmente, cuando trata de montar varios caballos a la vez, olvidando que solo tiene un trasero.

Armar una novela global (thriller, elementos históricos, terrorismo, guerra bacteriológica, Arabia Saudita, Manhattan, París, Afganistán, Moscú, Turquía, islamismo, servicios secretos, aventuras, espías, el 11-S, choque de civilizaciones y más) requiere de incontables caballos.

*

La diferencia entre la vida y el arte es brutal.

Cuando ocurren cosas increíbles en la realidad, desde el punto de vista narrativo no hay necesidad de demostrarlas, justificarlas o buscarles explicación.

Sucedieron -suceden- y punto.

En el arte, en cambio, los hechos que te inventas tienes que presentarlos de forma coherente, verosímil. Por lo menos.

De no ser así, el lector no te lo perdonará.

*

La imaginación no delinque.

Pero no puedes ir sacándote conejos de la chistera, solo porque tu historia de pronto los exige. No basta crear atmósferas propias de una gran novela.

Si en ella empieza a haber demasiados conejos por todas partes, estás perdido. A lo más, habrás creado una conejera.

*

Escribir una novela, para muchos, es como cruzar el Atlántico en una bañera. Ya lo dijo James N. Frey, consejero de escritores.

Soy Pilgrim, además, es una bañera plagada de huecos y lastres. Menciono un par:

La bondad y altruismo de los occidentales (especialmente los usamericanos), mientras los demás siempre son los tontos y perversos.

Cierto (buen) humor del narrador que aparece sin razón en medio de la novela y que luego continúa, haciéndose insoportable con sus chistes y empeorando todo.

Las descripciones infantiloides, especialmente de lugares supuestamente exóticos: en un mundo en el que la gente viaja mucho, ya no le puedes contar cualquier cosa.

Como no le puedes contar que alguien entra acá a Alemania y enseguida consigue trabajo -sin pertenecer a la Unión Europea- en un consorcio químico. Se lo puedes contar a quien nunca estuvo en este país, claro.

Y todo eso aparte de los numerosísimos recursos de mago barato: historias paralelas que se cruzan y descruzan pretendiendo zurcir la almazuela.

Y aquí me bajo.

*

Al final del libro Hayes hace un recuento de todas las personas (más de veinte) que leyeron su manuscrito con el fin de mejorarlo.

¿Nadie se atrevió a decirle la verdad?

El crítico Peter Conrad dijo una vez de Dan Brown que al comienzo creía que era simplemente malo, para añadir luego:

«Ahora, después de leer la última versión del thriller apocalíptico que reescribe cada pocos años, sospecho que, además, podría estar loco».

Con Terry Hayes empiezas creyendo que estás ante un genio y al final te das cuenta de que para poder tragarte su mamotreto has tenido que cerrar demasiadas veces los ojos ante el comic que -en realidad- es.

Y que lo verdaderamente genial de Soy Pilgrim solo es su comienzo.

Pero que, incluso este, tiene demasiados huecos.

Que dios perdone a Hayes. Después de todo, es su profesión (perdonar).

Con este lector ha contraído una deuda imposible de remediar.

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HjorgeV 05-10-2015