CÓMPLICES DE VIDRIO

Tengo una buena relación con mi espejo.

Aunque a veces preferimos no vernos por la mañana (como dos amigos que han pasado una larga noche de farra juntos y prefieren no compartir el desayuno para no ver en el rostro del otro las ruinas del propio), solemos llevarnos bastante bien.

No somos como esas parejas que habiéndose ido a la cama juntos, en algún momento de la noche lo racional (o irracional) se impone en uno de los dos (por lo general en el que está de visita), llevándolo a emprender una presurosa huida.

Eso jamás me haría mi espejo.

Lo que me gusta de él es, curiosamente, tanto su capacidad para quitarme años como para ponérmelos de más.

Porque hay días en que me los quita como un generosísimo y senil Papá Noel al revés y, en otros, me agrega hasta las décadas de los vecinos.

Pero nunca acierta.

Y ahí radica su encanto: en su incapacidad para determinar el número exacto de las hojas de mi almanaque.

A veces me río de sus errores y me enorgullezco de mi capacidad para despertarme unos días más joven y otros más viejo.

Pero sé que es así por miedo a la muerte: a esa guerrera ciega e incansable que, sin conocer a sus futuras víctimas, sabe que igual les pasará su particular factura el día menos pensado.

(Y debe reír por ello, hay que imaginar: por el poder y la pétrea determinación de su oscura lotería.)

Ese respeto viene de familia: para la que la muerte es un tema escabroso y, de ser posible, a evitar; como si así perdiera su vigor y -quién sabe- hasta su sentido.

¿Murió fulanito de tal, papá o la abuelita del vecino?

Mejor no lo digas: no vayan a morirse de nuevo por estar mencionándolo.

La verdad es que ignoro qué sería de mi familia si la historia la hubiera situado en, vamos a decir, Alepo o, salvando las inevitables coordenadas y las respectivas dimensiones, en Guernica.

Por mi parte, ni siquiera un espejo entero tendría.

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HjorgeV 28.11.2016

LEON RUSSELL: «THIS MASQUERADE» (1972)

Adiós a 60 años de gospel, jazz, soul, rock, blues y música country.

Había dado su último concierto apenas cuatro meses atrás y quería regresar, tras una complicada operación cardíaca, a los escenarios en enero.

No le fue posible.

Cantante de voz quebrada, guitarrista, compositor y genial pianista, hizo arreglos para Sinatra y Phil Spector, trabajó con los Rolling Stones y compuso Delta lady para Joe Cocker.

Alejado del gran público desde finales de los 70, sus composiciones (entre ellas A song for you y This masquerade) lo compensaron con éxito comercial.

Elton John volvió a hacerlo visible con el álbum The union del 2010.

En mi álbum personal queda marcada con fuego la versión de los Carpenters de This Masquerade, codo a codo con la de George Benson, acaso más que genial.

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HjorgeV 17.11.2016

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EL PADRE QUE NUNCA TUVE

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Salir a la superficie

tras

una larguísima inmersión sub-

marina y encontrarse con

que allá arriba también suceden

cosas.

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Acabo de perder

al padre que nunca tuve.

Me lo comunicaron cuando

salí a tomar una necesaria bocanada de aire

a la superficie.

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El que fue mi padre

ya se fue.

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Arrojamos sus cenizas al

Pacífico, o sea, al mundo que

moraba yo

sumergido.

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Ahora debo vivir con la sensación

de que ocupa el lugar que

yo tuve que abandonar

para enterarme de su muerte.

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Qué putada:

como vivir de alquiler

sin saber que uno era el dueño

de todo.

O al revés.

.

La vida es especialista en

este tipo de bromas

infinitas.

.

Lo malo es que siempre

termina acabándose

y sus libros de

reclamaciones no conocen otro

destino que el 

extravío constante.

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Todo lo que puedas

incluir en ellos es

sobre lo sucedido en el pasado, que,

bien se sabe, es más fácil de

predecir que

el futuro.

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Escribir, por eso,

como quien pone una cicatriz

comprada en la

farmacia sobre una herida

que nadie ve

salvo

tú mismo:

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Tu padre muerto:

una herida cerrada/abierta;

tan particular

que no

podrás llegar a entenderla

jamás.

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HjV Lima, 11.11.2016