IMÁGENES DEL FUTURO

Me vi en un video reciente. Estoy cantando. La espalda algo encorvada, el cabello más veteado. Nada especialmente detestable, pero alejándose poco a poco de cierta imagen de la que mi memoria se niega a desprenderse.

Nos pasa a todos: un día nos descubrimos en una foto y nos cuesta entender que la persona que nos muestra eres tú.

El otro día había comprado filetes de tilapia para hacer un cebichito. Ahora, que por fin he dado con las medidas y proporciones exactas de sal (lo más difícil acaso, aunque no lo parezca), suelo prepararlo a menudo en casa.

Una recomendación en la envoltura indicaba que debía mantener el pescado a 2ºC. Como no quería que se congelara, lo dejé unas horas en la refrigeradora, junto a los lácteos.

Después de prepararlo, tuve que tirar el cebiche a la basura, por el desagradable y extraño sabor que tenía.

Esa noche no pude dormirme enseguida, pues aún conservaba ese raro sabor, como una etiqueta pegada sobre mi lengua, y temí haberme intoxicado. 

De modo que me puse a leer y así llegué a una entrevista que le habían hecho a Varguitas. En la foto que presidía la pieza, se lo veía pasado de años, de alguna manera reconocible e irreconocible a la vez, como en esa caricatura de nosotros mismos con la que suele aguardarnos el futuro. 

El gran Marito declaraba, tras finalizar su última relación (una historia de celos, malentendidos y pésimos cálculos, además de vano glamur: perdón por el pleonasmo), que no se arrepentía de nada. Como si fuera posible algo así: quien dice no arrepentirse de nada, alguna vez termina arrepintiéndose -por lo menos- de haberlo dicho. (La vida, en ese tema, no perdona.) 

¿O le quedaba a Varguitas la satisfacción de no verse obligado a escribir sobre una relación que, pocas décadas atrás, solo habría podido vivir desde su tumba? 

Los humanos lo tenemos más difícil. El pescado se nos malogra. Por la noche se nos friega el estómago. Y no solo el espejo nos asombra por las mañanas.

Y encima, por no poder dormir, terminamos leyendo sobre las aventuras que Varguitas ha pasado a través de ciertas junglas y sus no arrepentimientos.

¿Moraleja? 

Del fútbol, del espejo y de la literatura no hay que esperar nada, como en la vida misma. 

Es mejor arrepentirse siempre de todo y de nada. 

A la vez. Y luego al revés.

Para que no quede huella alguna de nada.

HjorgeV

Colonia, 22.04.23