Voz de luna llena. Túnel del tiempo. Terciopelo negro.
Fruta, pasión y seda. Fogata salvadora. Razón de vivir. Y morir.
Estaba conduciendo con la radio como murmullo de fondo, cuando empezó a sonar un tema de Leonard Cohen que me dejó pasmado.
Tuve que detenerme al borde de la carretera para averiguar quién cantaba:
Madeleine Peyroux, nacida en Georgia en una familia de profesores universitarios hippies y músicos aficionados.
De niña aprende ukulele con su madre, mientras en casa se escucha jazz de Nueva Orleans, la ciudad de su padre.
Entonces adiós matrimonio y la madre que parte a París con sus dos hijos a cuestas.
En plena adolescencia, Madeleine termina en un internado inglés, del que escapa a los 15 para regresar a París tirando dedo.
Allí conoce el Barrio Latino y sus músicos callejeros, y aprende a cantar en francés: experiencia que le transparenta su camino y decide que quiere vivir para cantar.
Así empieza a saltarse la escuela para cantar en la calles de la Ciudad Luz y luego adiós al hogar materno con la guitarra al hombro.
Nunca hay camino. Se hace al andar:
Tres años de vida y canto por las zonas peatonales de la vieja Europa, preparándose para el regreso a su país; allí la suerte se le alza como un sol y siguen grabaciones y ofertas serias.
Con todo, desaparece entre su primer y su segundo disco: ocho años sobre los que existen diversas versiones. (Hay quien dice que se los pasó cantando en las calles de París.)
Luego la vuelta a la superficie (comercial: giras, conciertos), y eso a pesar de su pánico escénico; en el fondo añorando la calle.
Tal vez cantando para todos aquellos que se detienen un instante sobre la gran rueda para comprobar que no están soñando, como me sucedió mientras conducía.
HjorgeV 30.05.2016
https://es.wikipedia.org/wiki/Dance_Me_to_the_End_of_Love
http://www.femalefirst.co.uk/celebrity_interviews/Madeleine+Peyroux-7659.html