Música como agua pura que cae por una cascada, mientras alrededor las voces y los ruidos de los invitados corroen la cerrada atmósfera.
Es un domicilio privado de Bad Hönningen, Renania-Palatinado.
Es la casa de Fritz Feltens, arquitecto y músico aficionado. Es el número 13 de Am Blauen Stein , algo así como ‘Frente a la piedra azul’, casi el título de un poema.
Feltens lleva un año rogándole a Evans por un concierto privado y ahora está exultante porque para las doce en punto ha preparado un regalo especial para su invitado.
Bill ha aceptado porque no suele despreciar ninguna oportunidad para tocar, por más que su cuerpo (su hígado, su corazón) no den para más.
A medianoche cumplirá 51 y el feliz anfitrión le regalará un costoso reloj.
Pero Bill sigue cargando con sus adicciones y las secuelas de estas.
Además de con el reciente suicidio de su hermano Harry, tras tomrse un año sabático en su trabajo como profesor para intentar arrancar a Bill de las drogas. En vano.
A lo que ya no puede renunciar Bill es a hacer lo que más le gusta: su genio, su cascada.
Al romper el alba, alguien encuentra entre los restos del bufé frío un objeto, de los usados para (intentar) medir el tiempo. Es de plata, costosísimo, con una dedicatoria del anfitrión.