DECADENCIA
Soy de los que piensan que vivimos un momento crucial de la historia de la humanidad.
Hemos llegado a nuestro cenit como especie y ahora nos encontramos en plena decadencia.
Y nunca los altos términos de Libertad, Democracia, Justicia, Solidaridad y Cultura fueron tan huecos como antes.
Para mucha gente –ni de lejos la mayoría del planeta-, el hecho de poder tener un fácil acceso a una inmensa red de posibilidades tecnológicas –básicamente de la tecnología de la comunicación- y de entretenimiento futurista, es una demostración de lo contrario.
A mí me sigue llamando la atención que hayamos llegado al siglo XXI y la civilización dé claros signos de estancamiento y decadencia sin que apenas se note.
No bien acababa de llegar el ser humano a la Luna, desentrañaba el núcleo del átomo, conseguía librarse de una serie de enfermedades y hacía que la tecnología sirviera para vivir mejor, cuando la civilización empezó a cojear.
Nunca hubo tantas riquezas y posibilidades de resolver problemas mundiales como hoy.
Sin embargo, hemos regresado parcialmente a la barbarie.
Es una gran paradoja.
En el mejor momento de nuestra historia, le damos la espalda al verdadero progreso, ignorando a los millones que se mueren de hambre y le entregamos nuestro futuro a los mercaderes, al comercio y a los guerreros.
Y en este momento decisivo, también, los mercaderes tiran la toalla y piden el auxilio del estado, cuando sólo pocos años atrás, se habían derrumbado las ideologías y los sistemas políticos que preconizaban la presencia más o menos totalitaria del estado como la salvación de la humanidad.
Pero allí tenemos el caso de Guantánamo: seres humanos enjaulados sin derecho a defenderse, sin acusaciones que se conozcan y sin que el resto del mundo haga nada por ellos.
Allí tenemos los vuelos secretos que Europa permite en su territorio a EEUU y que violan varios acuerdos, leyes y derechos internacionales, aparte de varios puntos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
El caso del presidente de la nación más poderosa del planeta, quien, ahora que van cuatro mil soldados de su país y 150 veces más (600.000) iraquíes muertos, se atreve a anunciar sin ningún empacho que el mundo sin Saddam es un lugar más seguro.
(Si así es de seguro el mundo para ese bufo peligroso y malo, no quiero ni imaginarme cómo sería el mundo con su propio concepto de Inseguridad.)
¿Y el caso del líder de la mayor iglesia del planeta, departiendo cordialmente con el anterior, del que muchos consideran que debería ser juzgado por un tribunal de guerra?
¿Más ejemplos de absoluta decadencia?
El caso del presidente europeo que habla y se porta como un gánster. (Hay más de su calaña.)
¿Y qué decir del crimen de las hordas de ciudadanos italianos que incendiaron el hogar (eran provisorios campamentos, pero eran sus hogares) de cientos de personas de una etnia que sigue siendo perseguida, la gitana, arguyendo razones racistas y que ha quedado impune?
¿Ahora es correcto combatir supuestos crímenes con verdaderos crímenes?
¿Se han puesto de moda los ataques preventivos bushianos hasta en las huestes racistas?
LAS NUEVAS CLASES PLANETARIAS
Me atrevo a dividir al mundo en cuatro nuevas clases sociales:, los Productores, los Consumidores, los Intermediarios y los Acumuladores.
Pienso que los nuevos tiempos estarán claramente marcados por grandes tensiones sociales producidas básicamente por intermediarios y acumuladores en su afán de aumentar ad infinítum sus ganancias.
Estas cuatro clases sociales no son cerradas entre sí: una misma persona puede ser productor, consumidor, intermediario y acumulador al mismo tiempo.
La principal característica es que estos dos últimos tienen un poder casi infinito e invulnerable, en el que los gobernantes y las masas sólo juegan un papel de espectadores con poder más simbólico que real.
Personalmente, considero que hay dos buenos ejemplos que marcan claramente estos nuevos tiempos:
1.La aparición de nuevos conflictos sociales determinados por claros enfrentamientos entre los intereses de estas cuatro clases. Los aumentos monstruosos de los alimentos y la continua alza del precio del petróleo, las huelgas y los bloqueos son muestras iniciales de las nuevas tensiones sociales.
2.La atrofia del deporte que debería ser el deporte ciencia por excelencia.
Vi el partido de Alemania contra Croacia en un establecimiento (alemán) que nació como centro cultural y deportivo, pero que apenas se puede mantener en pie, justamente por no haber atendido ‘correctamente’ al nuevo signo que marca esta nueva era: el comercio.
No bastan las buenas ideas hoy en día.
Tal vez nunca bastó el sólo tenerlas, pero sucede que hoy más que nunca, si algo o alguien no atiende al signo del comercio sería mejor no haber nacido.
Y, al revés, aquello que recibe –generalmente por efecto de un círculo vicioso- la bendición del comercio y de los mercaderes, bien puede despreocuparse de sus contenidos e ideas: su éxito estará igual de garantizado.
El fútbol es, en este caso, otra vez el mejor ejemplo.
Partidos mediocres de jugadores mediocres son atendidos por millones de espectadores de todo el mundo como si de un juego celestial y perfecto se tratara.
¿Nos habremos vuelto ciegos?
No lo creo.
NEGOCIO CON LA MEDIOCRIDAD
Pienso que el fútbol como Negocio, como fenómeno comercial, está en su apogeo.
Pero, como Deporte, sigue sin salir de la mediocridad.
Como Juego en sí, peor: sigue absurdamente en pañales.
Ese es otro signo de los nuevos tiempos, de nuestra decadencia como pretendida civilización.
¿Exagero?
El partido de Alemania contra Croacia que vi ayer en el establecimiento que menciono es un buen ejemplo de todo esto que digo.
Había ocupado una mesa mucho antes de que comenzara el partido. Teníamos pensado cenar en familia y ver el encuentro.
El detalle que no cuadraba era que mis dos hijas tenían una presentación de su curso de danza jazz en el auditorio del complejo y al terminar su actuación, pasarían a la cafetería, en donde han colocado una pantalla gigante.
Lo malo era que no sabían cuándo terminaba exactamente su actuación.
Como soy de los que detestan guardar cola y asientos para otros, y viendo que mis hijos y mi esposa no llegaban, decidí ceder los asientos disponibles a otras personas que deseaban ver el partido.
-¿Por qué equipo está? –me preguntó una rubia pequeña de unos cuarenta años, con aires de profesora de escuela devenida vendedora de ropa exclusiva.
-Por ninguno –le respondí.
-¿Cómo que por ninguno? –me preguntó ella, sorprendida-. ¡Siempre se está por alguien!
-Me fascina el fútbol –le dije-, por eso estoy aquí. Pero soy bastante anacional. Estoy por que gane el mejor. Bueno –agregué, tratando de no embarrarla más-, tengo cuatro hijos con pasaporte alemán. Me imagino que me alegraré si gana Alemania.
La tipa frunció la nariz y pidió junto con sus acompañantes las bebidas.
Cuando estas llegaron, le hice notar que la camarera se había equivocado y les había cobrado de menos. (A mí me había cobrado de más, pero decidí no decir nada, porque el error era mínimo.)
-Ese es su problema, no el mío -dijo ella, como si hubiera hecho una labor social.
Es gente, me dije, que tiene un trabajo y un hogar fijo, que sale por lo menos dos veces de vacaciones al año, que ha recibidio educación, tiene una o más cuentas en el banco y tiene acceso a mayor formación profesional y a la cultura.
No me lo podía creer.
Más tarde, vi el vibrante partido de los austriacos contra los polacos. Qué velocidad. Qué emocionante el encuentro, sí.
Pero alguien tendría que escribir alguna vez una tesis sobre la Disfuncionalidad sensorial en los futbolistas, me dije.
DISFUNCIONALIDAD SENSORIAL Y PSICODELIA
¿Cómo es posible que señores profesionales, dedicados a su oficio y que se supone que son los mejores pagados y competentes del planeta hagan pases y jugadas que ni siquiera mi hijo de tres años haría?
Estoy exagerando, claro.
Pero si gente de otra profesión –un cirujano, por ejemplo- se permitiera tales márgenes de error en su labor, ya quisiera ver yo las que se armarían.
Alguien podría argumentar que los señores estos están jugando con los pies.
Muy bien, respondería yo, pero los automovilistas –profesionales o no- también dirigen sus vehículos con los pies y no están saltándose de la carretera cada dos minutos. Bueno, cada hora, tal vez. Pero no con la frecuencia de los futbolistas.
Como conozco el juego, creo saber de dónde proviene esa disfuncionalidad sensorial, esa disfunción de los sentidos, porque son los sentidos los que deciden qué hacer y hacia dónde dirigir la pelota en un jugador.
1.El estrés. El miedo, el alto nivel de responsabilidad y la presión existente –tanto física como psicológica- deforman la percepción sensorial de los jugadores en los momentos de mayor tensión. Es como si los jugadores creyeran ver monstruos y leones, dragones y guerreros armados hasta los dientes en un espacio que se deforma casi psicodélicamente en sus mentes.
2.La alta velocidad de las jugadas y las largas distancias que se recorren, que multiplican en su efecto los pequeños errores. Basta errar por milímetros un balón para que su trayectoria cambie por completo a la larga.
3.La falta de visión periférica de la mayoría de jugadores. Si bien es cierto que el jugador perfecto debería tener ojos en la nuca (y de ser posible, que se puedan elevar a un par de metros por encima de los demás), muchos parecen no ser capaces de distinguir siquiera el color del uniforme de sus compañeros, que es el propio.
4.Los sistemas de entrenamiento que no contemplan estas disfuncionalidades. Un jugador que se mueve a gran velocidad y cambia de trayectoria y de dirección cuando driblea, pierde con facilidad la orientación y muchas veces termina sin saber dónde está el arco contrario o adónde dirigirse. Los sistemas de entrenamiento actuales no consideran este efecto, que es algo que se puede rebajar practicándolo convenientemente.
A pesar del gran negocio en el que se ha convertido, el fútbol apenas interesa a los pensadores.
Últimamente los escritores se han acercado casi sin vergüenza a este deporte y este acercamiento romperá una serie de barreras más, que antes a pocos se les habría ocurrido siquiera intentar cruzar.
Pero ese acercamiento es externo: visual y crítico. Pero no consustancial.
No es lo mismo hablar de fútbol que jugarlo.
Hablar sin saber de qué se habla verdaderamente.
Sin ánimo de denigrar a ningún futbolista, el deporte rey –me parece detestable esta denominación- no es practicado necesariamente por gente inteligente como en el caso del ajedrez.
Por eso me permito diferenciar entre balompié y fútbol.
BALOMPIÉ Y FÚTBOL: DOS COSAS DIFERENTES
El primero es un deporte ciencia muy parecido pero más complicado que el ajedrez y que se juega no con piezas de madera o plástico, sino con seres humanos.
El segundo es principalmente un negocio y un espectáculo.
El primero es un pasatiempo y juego intelectual que exige pensar y moverse (¡en conjunto!) a grandes velocidades, tanto de la mente como del cuerpo.
El segundo es un espectáculo en el que valen más las emociones y las pasiones, sin importar mucho cómo se consiguen los resultados.
El primero es un deporte que requiere un eficiente y rápido uso de la inteligencia, así como de las cualidades físicas.
El segundo se resuelve también simplemente a patadas, que es lo que muchos espectadores prefieren.
El primero exige la comprensión del grupo y su actuación como tal.
El segundo potencia las individualidades, porque eso da más dinero y es más fácil de presentar.
Lo dijo anoche, demostrándolo, Hansi Müller –campeón de Europa en 1980 con la selección alemana- en la televisión, después de la vibrante y aplastante victoria de los holandeses sobre los franceses, y eso que Müller es un tipo que cursó el Gymnasium alemán, el equivalente al bachillerato o instituto en otros países:
-Este es el verdadero juego –afirmó, muy cómodo en sus palabras-, el de los holandeses. Juego sin pensar, sin esquemas. Juego puro.
«Juego sin pensar, sin esquemas. Juego puro».
Qué dolor.
Sus palabras pueden sonarle bien a muchos. Casi poéticas, si se quiere. Pero él estaba confundiendo intuición con pensamiento.
Porque si intuición es la «facultad de comprender las cosas instantáneamente, sin necesidad de razonamiento», eso no significa que se deja de pensar al hacerlo.
El hecho de poder reproducir en el terreno de juego automatismos aprendidos y entrenados no anula la capacidad pensante: al contrario, la tiene que complementar. Y potenciar.
Porque el mejor jugador será aquél que pueda jugar automáticamente, dejándole libertad al cerebro para decidir las jugadas, las posiciones a tomar y los pases y disparos a ejecutar.
(Y dejo sin comentar eso de «sin esquemas», a pesar de ser otra gran ofensa al fútbol holandés que tanto admiro. De hecho, el no poder reconocer algo -esquemas: ideas, conceptos, representaciones simbólicas o gráficas- no significa necesariamente su ausencia.)
(«¿O?», habría preguntado mi hijo J.A. de tres años.)
Sus palabras muestran su alto sentido para el Fútbol-Negocio-Espectáculo, pero también su ofensiva ignorancia respecto al deporte ciencia llamado balompié.
Para él, once descerebrados habían corrido como autómatas y a eso le llamaba juego puro.
Su opinión es una muestra más de la decadencia de nuestra civilización que mencionaba, porque quien hablaba era una persona del llamado Primer Mundo, con formación y educación, además.
Tan decadente como la actitud de la otra tipa frente al error de la pobre camarera.
Continuará mañana…
HjorgeV 14-06-2008