ALEMANIA SE CA** EN EL CORONA (16)

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PROTAGONISTAS DE UNA SERIE (PERO SIN MÁSCARA) (Martes 31.03., 22:40)

¿Cómo no creer que lo que estamos viviendo es ficción pura, como si, de repente, sin recordar ya en qué momento exactamente, nos hubiéramos acercado demasiado a nuestra pantalla o monitor y caído como por el túnel vertical de una moderna madriguera?

Ahora estamos, como Alicia, en las Antipáticas.

Y desnudos, como el rey del cuento.

Y miles, millones de terrícolas, países enteros, no pueden terminar de creérselo.

Y, por lo tanto, tampoco aceptarlo.

(Eso es bueno, pues si no se acepta o reconoce un problema, este no existe.

Magnífica estrategia.

Hasta que la realidad nos despierta de un sopapo, claro.)

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El ser humano, las personas, no podemos ver, captar, la realidad en su conjunto.

Además solo accedemos a una interpretación que de ella hace nuestro cerebro (también limitado en sus funciones).

Por una parte, porque sería físicamente imposible que pudiéramos captar todos los detalles físicos de nuestro entorno.

Y, por otra, porque no podríamos procesar tanta información.

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Por lo menos no en tiempo real ni toda a la vez, para no hablar del tiempo que nos tomaría hacerlo.

Distancias, posiciones, movimientos, aceleraciones, desaceleraciones; temperaturas, cambios atmosféricos; ruidos, sabores, colores, olores y demás características físicas, además de las reacciones que provocan en nosotros; más objetos, animales, otros humanos con sus gestos, voces, insinuaciones y el resto de nuestro lenguaje no hablado.

(Otra vez, como en el caso corónico, las cifras inconmensurables se burlan de nosotros.)

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Borges se quedó corto con Ireneo Funes, el memorioso:

Nosotros, de un vistazo, percibimos tres copas en una mesa; Funes, todos los vástagos y racimos y frutos que comprende una parra. Sabía las formas de las nubes australes del amanecer del treinta de abril de mil ochocientos ochenta y dos y podía compararlas en el recuerdo con las vetas de un libro en pasta española que sólo había mirado una vez y con las líneas de la espuma que un remo levantó en el Río Negro la víspera de la acción del Quebracho. Esos recuerdos no eran simples; cada imagen visual estaba ligada a sensaciones musculares, térmicas, etc. Podía reconstruir todos los sueños, todos los entresueños. Dos o tres veces había reconstruido un día entero; no había dudado nunca, pero cada reconstrucción había requerido un día entero. Me dijo: Más recuerdos tengo yo solo que los que habrán tenido todos los hombres desde que el mundo es mundo.


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Como es imposible captar la totalidad de la información del mundo exterior, solo lo vemos parcialmente.

Concentrando nuestra atención en una parte o partes de esa realidad.

E incluso eso, lo vemos también solo parcialmente.

El resto lo completa, se lo inventa nuestro cerebro, siempre de acuerdo a nuestra propia experiencia y nuestra particular forma de ser, productos ambos de nuestra especial constitución e historia, únicas, pues cada persona es un universo aparte.

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Así, lo que para unos es grande o mucho, para otros puede ser pequeño o poco.

Lo que se percibe como incómodo, podría ser agradable para otros.

Un mismo dolor (un clavo que penetra nuestra mano, por ejemplo), su percepción y aceptación -o negación-, varían en una misma persona.

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¿Lo que observo en Alemania es la percepción y experiencia común, promedio o representativa?

¿O está influida por mi condición de extranjero?

Obviamente, lo está: con todo lo malo y bueno que eso pueda significar (por lo menos para dicha observación).

Y, ¿en qué medida?

Me atormenta pensar que podría estar siendo injusto con mis convivientes.

Además de impreciso.

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«ESTO PASARÁ PRONTO»

Una de las frases que más escucho en esta región de Renania del Norte-Westfalia últimamente, es la siguiente:

-Es ist eh alles gleich vorbei!

Algo así como:

«(De qué se preocupan si) ¡esto ya está por acabarse!»

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Otro personaje me dijo algo para encuadernar:

«Mis opiniones sobre el corona no encajan con las tendencias de moda.»

Estuve a punto de aplaudirlo, pues lo dijo con el talante de quien presenta una prenda de vestir o una nueva canción.

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Ya tengo dos frases favoritas:

1) Das geht nicht!

«Eso no es posible/ No va / No funciona / Ni hablar»

(Como reacción cuando menciono que no es posible hacer vaticinios sobre algo que nunca se ha vivido antes, pues, aunque la humanidad ya sabe lo que es sufrir la peste, el cólera y la gripe asesina, no sabe cómo enfrentar a un virus tan agresivo, sutil, ágil, rápido y felón -tendría que inventarse el término espaldero- que solo necesitó unas cuantas semanas para propagarse por el mundo entero: gran ejemplo de globalización.)

2) Es reicht!

«¡Basta!» «¡Alto!»

El corona, por supuesto, se ríe.

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MILENIALES CON MÁSCARA

El gobierno alemán tendría que contratar a un grupo de jóvenes guapos y modernos para que se luzcan con sus máscaras en las redes sociales y en la televisión.

También podría pagarle cierta suma a cada milenial para que salga con su máscara a la calle.

No son los ancianos:

El verdadero grupo de riesgo son los jóvenes.

Por su alta movilidad, porque suelen ser asintomáticos aún siendo positivos y por su exceso de confianza.

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JENA DA EL EJEMPLO

Pero Alemania empieza a despertar.

La ciudad de Jena exigirá el uso de mascarilla a toda su población desde la próxima semana.

Uno de lo argumentos para no usar máscara (como ejemplo de su negativa a tomarse el corona en serio) ha sido que no había/hay suficientes.

¿En una de las primeras industrias mundiales, con la mayoría de sus factorías y fábricas en receso, de esas capaces de reaccionar a cualquier moda o hype en solo días?

Otro de los argumentos defendidos acá en Alemania (y avalado por la Organización Mundial de la Salud), es que una persona sana, sin síntomas, no necesita usar mascarilla.

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De acuerdo.

Pero, ¿quién sabe si es negativo o no?

Y, aún habiendo sido declarado como negativo ayer:

¿Cómo puedes saber que sigues siéndolo hoy?

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Los cinturones de seguridad para los automovilistas y las canilleras para los futbolistas son ejemplos de medidas o precauciones que muy rara vez son necesarias.

Y, por sí solas, no salva necesariamente vidas la primera, ni evita graves lesiones la segunda.

Pero contribuyen a evitarlas.

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Lo sabe el vulgo:

Persona precavida vale por dos.

¿Lo entenderán nuestros líderes alemanes (y otros europeos)?

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HjorgeV

Colonia, martes 31.03. del ACV I

ALEMANIA SE CA** EN EL CORONA (15)

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UNA METÁFORA DEPORTIVA (Lunes 30.03.20, 07:28)

Basta imaginarnos -para valernos de una metáfora deportiva- un modelo para entender (mejor) la realidad corónica:

Imaginemos que estamos en medio de un partido de fútbol y que nuestras bocas, nariz y ojos son nuestros arcos o porterías. Y lo mismo para nuestro rival.

China, Corea del Sur o Taiwan.

El corona vendría a ser el balón (millones de millones) que tenemos que introducir en los arcos contrarios, a la vez que impedir que el rival haga lo mismo en los nuestros.

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Los casos de Italia y España ya han demostrado que hacer hibernar solo parcialmente la vida pública, manteniendo cierta distancia entre persona y persona, no rinde, pero ni de lejos, tanto, como la estrategia de los asiáticos.

¿Qué nos falta?

Lo más evidente es fácil verlo en las imágenes:

La mascarilla.

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¿SABES SI ERES NEGATIVO?

Una efectiva consigna marquetera podría ser:

¿Ya sabes si eres negativo? ¿No? ¡Entonces usa mascarilla!

Podrías estar aniquilando vidas sin saberlo.

Con una mascarilla, en cambio, además de aumentar tu propia protección, podrías estar salvando vidas, siempre sin saberlo.

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ALEMANIA EMPIEZA A DESPERTAR

Por suerte, tras una larga fase en que hasta los epidemiólogos alemanes denostaban a una estrategia tan simple como barata y efectiva, las voces empiezan a alzarse.

Hoy, por ejemplo, acabo de toparme con un artículo en el Spiegel:

Tödliche Arroganz

Arrogancia mortal.

Que trata, precisamente, sobre la necesidad de incrementar las medidas contra el virus, pero dejando de lado nuestra arrogancia.

Europa, dice el autor, haría bien en aceptar que las mejores estrategias actuales contra el virus provienen de Corea del Sur, Taiwan y Hong Kong.

Y que habría que aprender humildemente de ellos.

El Dios Dinero -o Dios Mercado-, sin embargo, no conoce la palabra ‘humildad’.

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«Saber aprender toda la vida es más importante que saber matemáticas.»

Lo dijo alguna vez Miguel Barrero, un experto madrileño en educación, mucho antes de la Era Corónica, entendiendo que la escuela enseñaba a sumar y restar (multiplicar y dividir menos), pero no a pensar ni a aprender.

Porque no es grave no entender la función exponencial.

Lo grave es negarse -por desidia o falta de costumbre- a aprender qué es, cómo funciona.

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UN NUEVO ORDEN

Hemos vivido en un orden mundial en el que, no solo el bienestar material era lo más importante y la lógica de todo.

Sino en el que ya se había colado cierto miedo disfrazado de virtud, hasta convertirse en una meta digna y el dueño del baile:

La acumulación desaforada de bienes, riquezas y dinero.

Más su correspondiente exposición y lucimiento.

Siempre ligados ambos aspectos.

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No debería llamar la atención, por eso, que el corona haya puesto, para muchos, patas arriba su mundo.

Y sus planes con él.

Tampoco debería esperarse que quienes poseen tanto como para vivir varias vidas como reyes, aporten a la causa y el bien común.

Al contrario.

Si las compras y el acopio desaforado no son sino una forma más del fenómeno de la acumulación desaforada, cuya base es el miedo, ahora que este miedo es ingente, atroz, la acumulación desmedida se convertirá en férreo dogma.

Lo curioso -por decirlo benignamente- es que quienes se negaban a compartir (en forma de impuestos, por ejemplo) lo ‘ganado’ (expoliado) en el marco de una estructura e infraestructura social, solían comportarse y reaccionar como si esa ‘ganancia’ la hubieran hecho en Marte.

O en el fondo del océano.

Debería bastar recordarles que en los años cincuenta, la edad dorada de EEUU, los superricos pagaban una tasa efectiva del 70% de sus ingresos.

(Aquí un artículo al respecto.)

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FORMAS DE SER FELIZ

«Si tu meta y definición de felicidad consiste en esforzarte por el hacer el bien y hacer felices a los demás, esta es la mejor oportunidad de tu vida.»

No así, pero algo parecido acaba de decir en una entrevista El Pepe:

José Mujica, expresidente del Uruguay.

Un esperanzador lunes para todos.

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HjorgeV

Colonia, lunes 30 de marzo, ACV I

ALEMANIA SE CA** EN EL CORONA (14)

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UNA DE POLÍTICOS TESTARUDOS (Domingo 29.03., 20:56)

Ya Darwin pudo comprobarlo en sus estudios, viajes y expediciones alrededor del mundo:

«La ignorancia genera confianza más frecuentemente que el conocimiento.»

David Dunning y Justin Kruger de la Universidad de Cornell decidieron comprobarlo por medio de experimentos.

Su conclusión, entre otras:

«El incompente, por definición, no puede saber que lo es.»

Si, encima, el incompetente es testarudo y caradura, suele, obviamente, culpar a los demás de sus propios errores.

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Michael Gove, político británico del Partido Conservador, por ejemplo, ha acusado a China por no haber alertado claramente al mundo sobre «la escala, la naturaleza y la infecciosidad» del corona.

Con «escala» -hay que suponer- ha querido referirse a su carácter exponencial, algo que debe seguir sin entender.

Pues le habría bastado ver las estadísticas para notar que, no solo en China, el número de positivos detectados se duplicaba cada par de días, para entender que se trataba de algo especialmente grave.

Muchos, la gran mayoría siguen sin entender la función exponencial.

(-¿Expo qué?

-Expociencia.)

Ahí está el caso de Suecia: un nuevo ejemplo de lo explosiva (exponencial) y perniciosa que podría ser la mezcla de incompetencia y arrogancia. El tiempo lo dirá.

(Ruego estar equivocado. Pero el corona ya ha demostrado que es mucho más ágil, certero y veloz de lo que habíamos imaginado.)

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¿POR QUÉ TIENEN QUE SER DESECHABLES LAS MASCARILLAS?

Por fin los dirigentes políticos y parte de la prensa de Alemania han empezado a reaccionar, e imagino que pronto se recomendará a la población el uso de mascarillas.

En realidad, habría bastado ver una foto del Sun Shuopeng, vicepresidente de la Cruz Roja china y jefe de la delegación encargada de asesorar a Italia en la contención del virus.

Shuopeng lleva mascarilla.

Pero no guantes. (Sabe que puede lavarse las manos con frecuencia.)

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Hace un par de años hice un experimento.

Decidí afeitarme con una maquinilla de las de usar y botar hasta que (1) fuera verdaderamente doloroso hacerlo y/o (2) sus cuchillas no cortaran nada.

Los primeros intentos no pasaron de una semana.

Pero entonces decidí ser consecuente y seguir las dos reglas mencionadas.

Llegué a usar todo un mes una maquinilla de la marca Wilkinson.

(Debo advertir que tengo muy poca barba y que usaba un poco de crema corporal antes de aplicar la de afeitar.)

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Por lo anterior, muchas veces me he preguntado:

Si hay tanta escasez de mascarillas (un hospital alemán mediano necesita unas 5.000 por día), ¿por qué no empezar a producir mascarillas reciclables?

(Acabo de ver que en Asturias, por ejemplo, ya han tenido la misma idea.

Ojalá que se haga muy pronto masiva.

Acá en Yérmani están probando a esterilizarlas con temperaturas de hasta 70ºC.

Será una cuestión de encontrar el material adecuado. Pero ya.)

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PREOCUPACIÓN ESTÉTICA

En sus bamboleos veleidosos (el transporte público sigue parcialmente abierto, muchos negocios gastronómicos también; está permitido pasear de a dos, no hay restricciones para salir de compras, los vendedores de los supermercados y los carteros no están obligados a usar mascarillas, entre otros) Alemania sigue -voy a exagerar- mirándose el ombligo.

Lo de las máscaras, por ejemplo, es una simple preocupación estética. O sea, cultural.

No les gusta.

No va con su idiosincrasia.

(En la historia de la humanidad hay varios casos de pueblos enteros que desaparecieron por asuntos de similar calaña. Jared Diamond lo explica en Colapso. Por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen.)

(Bueno, también sucede que este país se burló de los chinos y sus mascarillas paranoicas cuando brotó la epidemia en Wuhan y, claro, la ingenuidad e ignorancia les está pasando ahora la correspondiente factura.)

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UN VIEJO CHISTE

La actitud de la población teutona me ha hecho recordar un viejo chiste.

Un conductor de un Porsche sufre un accidente y, cuando lo van a rescatar, se queja porque una puerta ha quedado destrozada.

-Eso es lo de menos -le dice el paramédico-, ahora lo importante es evitar que no pierda también el otro brazo.

-¿He perdido un brazo? ¡¿Cuál?! -dice mirando al cielo porque no lo quiere ver.

-El izquierdo, señor.

-¡¿El izquierdo?! ¡Mi Rolex! ¡Dios mío, mi Rolex!

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Mis convivientes se niegan a abandonar la fase de negación.

Que es la primera de las diferentes fases del duelo: el mecanismo de adaptación emocional que subsigue a una gran pérdida (un ser querido, empleo, pareja).

En este caso:

La pérdida de todo un mundo.

Ese pleno de planes para el futuro, sobre todo de consumo:

La nueva cocina, el nuevo todoterreno, el descapotable, la casita en Mallorca o Jávea, los viajes por todo el mundo, los nuevos muebles, la nueva casa, los estudios, el futuro trabajo.

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EL MUNDO NO VOLVERÁ A SER COMO ANTES

Pero para pasar a la fase de afrontar el futuro, habría que aceptar primero que el mundo, tal como lo conocíamos, ya pertenece al pasado. Ya fue.

Que nada volverá a hacer como antes:

Las relaciones sociales, laborales, económicas, familiares.

Viajes, turismo, estudios, planes en general. Estatus. Estilo de vida.

Nada.

Y creo que eso es lo que más les cuesta a mis convivientes.

Lo que les está impidiendo reaccionar convenientemente y pasar a la fase de aceptación (en medio hay tres fases más).

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Los datos son más que contundentes.

Apenas en un mes el mundo habrá pasado de tener ‘solo’ 80.000 infectados (ver un artículo del 3 de marzo aquí) a decuplicar esa cifra, que hasta podría llegar al millón el 3 de abril.

La cifra de 3.000 muertos, por su parte, ya se decuplicó ayer, 28.03.

Y todo esto, sin considerar a todos aquellos infectados no detectados.

Ni, por lo tanto, las muertes no consideradas en las estadísticas corónicas, pero causadas por el virus.

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Nadie sabe lo que pasará.

Ni cómo afrontarlo.

En otras razones, porque no gobiernan quienes saben lo que necesita un país y cómo resolver sus problemas, sino quienes son elegidos.

No nos gobiernan estadistas.

Sino simples políticos: gente concentrada en su reelección.

Muchas veces corruptos, además.

Encima, cada error (porque el futuro próximo irá de prueba y error), será visto con lupa.

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Personalmente, veo un gran problema futuro del que nadie querrá ocuparse, considerar siquiera, hoy.

Cuando en India, en los campos de refugiados y África (para nombrar solo unos cuantos lugares) el virus empiece a campar.

Una vez que pase la Primera Gran Ola Corónica (los virus suelen volver) y los países empiecen a recuperarse de alguna manera.

Y se vea dónde han estado y están las mejores chances de sobrevivir.

¿Adónde creen ustedes, creéis, que se dirigirán los futuros flujos migratorios?

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Hemos aprendido a comerciar y consumir ‘globalmente’.

A comunicarnos, gozar y aprender globalmente.

¿Conseguiremos también obligar a nuestros gobernantes a pensar y planear globalizadamente?

¿O seguiremos luchando por nuestros nichos egoístas y tribales, creyendo que por nuestro lindo rostro el virus no nos alcanzará?

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Ya lo dijo Martín Caparrós sobre Argentina, y ahora más que nunca vale para todo el mundo, globalmente:

«Los ricos argentinos creyeron que podían armar una sociedad injusta, desigual, sin ninguno de sus inconvenientes. No pudieron.»

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HjorgeV

Colonia, domingo 29 de marzo ACV I

ALEMANIA SE CA** EN EL CORONA (13)

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EL CORONA NO ES UN DRON (28.03.20, 06:07)

Pregunta:

Si los ancianos tienen, por lo general, menos vida social y se movilizan menos que los jóvenes.

¿Cómo se explica entonces, aparte de por la edad, que, a pesar de las medidas restrictivas adoptadas, sigan siendo los más afectados?

El virus no es un dron que busca a sus víctimas desde las alturas como un buitre basándose en su edad.

En realidad, somos todos nosotros los que salimos (literalmente) a su encuentro.

No hay otra forma conocida (ni sospechada, por ahora; parece que no por el tracto digestivo, por masturbarse ni por telepatía, por ejemplo) de contagiarse.

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Habría por lo tanto varias posibilidades:

1) De toda la población, son los ancianos los que más tocan superficies contaminadas con sus manos.

2) Son los que más se llevan esas manos ‘viruseadas’ a la boca, nariz y ojos.

3) También los que más respiran cerca de algún infectado (diagnosticado o no).

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La otra posibilidad es que el número de infectados (asintomáticos o no detectados) sea mucho mayor que los cálculos conocidos, incluso de los más intrépidos y peregrinos.

Solo que no enferman.

O no han enfermado todavía.

Y por eso no los conocemos como positivos.

(Kiko Llaneras expone el caso de España aquí.)

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Y una gran conclusión:

Si el virus sigue propagándose, es obvio que se debe a que las medidas decretadas son insuficientes e inefectivas.

Acá en Alemania ya se inició la discusión sobre el verdadero tema que está detrás de cierta pusilanimidad y duda por parte de nuestros gobernantes:

¿Qué es más importante?

¿La economía? ¿O la vida?

(En Yérmani muchos lo tienen claro: la economía. Nada nuevo en la historia de este país.)

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(Que las medidas son insuficientes e inefectivas, lo he vuelto a comprobar en el Aldi que visité ayer, notando, de paso, que la escasez de ciertos productos está obligando a la gente a aumentar el número de sus salidas -para conseguirlos-: otra lamentable consecuencia del irresponsable acopio desaforado.

Dos guardas controlaban en la entrada que los clientes formaran una fila para entrar, manteniendo una distancia de por lo menos 2 metros entre ellos.

Lo hacían bastante bien los desenmascarados.

Y, los clientes, mejor: llegando a mantener hasta 5 metros de separación. 

Pero, ya dentro, el siglo XX otra vez, como si no hubiera cambiado nada:  la gente se rozaba como antes.)

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HURACÁN DE DATOS

Leo que ya existen dudas sobre las cifras corónicas.

En España, por ejemplo.

Javier Sampedro, científico y periodista de El País calcula que los contagiados por el virus no son 56.188 (data 27.03.), sino que están más cerca del medio millón.

Lo hace basándose en la letalidad mostrada por el corona en China, cuyo alto número de casos permite hacer extrapolaciones confiables.

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Pero muchas veces es el mismo gobierno quien difunde cifras contradictorias y, por lo tanto, necesariamente falsas algunas de ellas.

Pondré un ejemplo de ayer, 27.03.

(Antes debo recordar que Alemania hizo test masivamente y muy temprano, una de las razones por las que las cifras de letalidad son bastante bajas -por ahora- en este país. Pero también de que aún esté por llegar lo peor, pues se hicieron cuando el periodo de incubación recién empezaba.)

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Lo descubrí al preguntarme:

¿Cuántos test se realizan actualmente en Alemania?

Así di con tres fuentes gubernamentales y contradictorias entre sí:

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1. Derzeit werden nach Angaben des Bundesgesundheitsministeriums 200.000 Tests pro Woche in Deutschland durchgeführt.

«Actualmente se realizan en Alemania, según los datos del Ministerio Federal de Salud, 200.000 test por semana

Fuente: artículo del Spiegel, publicado a las 08:18 de ayer viernes 27.03.

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2. Pero ya anteayer, 26.03., Christian Drosten, virólogo de la Berliner Charité y consejero del gobierno, había dicho:

In Deutschland würden derzeit pro Woche über eine halbe Million Corona-Tests durchgeführt.

O sea, que en Alemania se efectúan actualmente medio millón de test por semana: una cifra mucho mayor (más del doble) que la anterior.

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3. Curiosamente, ese mismo día, un vocero de la asociación nacional de médicos, difundió otra cifra:

Andreas Gassen von der Kassenärztliche Bundesvereinigung (KBV) sprach später in einer Pressekonferenz davon, dass bislang in Deutschland 410.000 Tests durchgeführt worden seien.

«Andreas Gassen, de la KBV, mencionó más tarde en una conferencia, que se habían realizado hasta ahora 410.000 test en Alemania.»

(Notar ese «hasta ahora».)

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¿500.000 test por semana?

¿O solo 200.000?

¿O 410.000 hasta ahora?

Escoja usted.

Las tres son cifras de voceros del gobierno alemán.

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Es cierto el efecto Dunning-Kruger:

Los incompetentes no pueden saber, por definición, que lo son.

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HjorgeV

Colonia, sábado 28.03. del ACV I

ALEMANIA SE CA** EN EL CORONA (12)

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CASOS DE MI ENTORNO MÁS CERCANO (06:38, 27.03.20)

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1. Un héroe al revés

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Con 7 millones de jugadores asociados, Alemania es el país con el mayor número de futbolistas en todo el mundo.

Por mi parte, una de mis actividades consiste en ‘entrenar’ a dos equipos infantiles de un club vecino, el SCG.

(No los entreno, propicio el aprendizaje mediante la práctica intensiva y concentrada.)

Hace dos semanas, cuando ya estaba claro que el corona no era «un asunto de los chinos» ( la Bundesliga acababa de anunciar los Geisterspiele, los partido fantasma, sin público), uno de los entrenadores del club, y director de la sección juvenil, anunció que él iba a seguir con los entrenamientos.

Peor aún. Como se habían cerrado las escuelas y colegios, ahora sus jugadores tendrían más tiempo libre, por lo que también aumentaría el número de días de entrenamiento.

En mi función de coordinador deportivo me puse en contacto con él para disuadirlo de su ‘valiente’ pero peligrosa decisión.

Antes debo decir que llegué a mi actual club con un nuevo concepto de entrenamiento y juego, más un paquete de medidas concretas.

Dentro de ese concepto, resalta el papel de la función exponencial en el juego, algo desconocido por las masas, de ahí que cada quien se crea un experto.

No voy a entrar en detalles ahora, tal vez alguna vez lo haga en este cuaderno que cuenta.

El caso es que, antes de integrarme al SCG, tuve varias reuniones con el presidente y el responsable de la sección juvenil, a los que les expliqué, entre otros puntos, la función exponencial con sencillos ejemplos.

Pero ahora no fue necesario explicarle nada al entrenador de marras.

Enseguida me dijo que la madre de uno de sus jugadores había dado positivo y que ahora se hallaba en cuarentena.

-¿Y el hijo? -quise saber.

Me respondió que, como no presentaba ningún síntoma, las autoridades no le habían hecho ningún test y que podía moverse libremente. (Ahora se ve claramente que fue una burrada por parte de las autoridades.)

Me bastó ver sus gestos para entender que había entendido el peligro latente por carne propia, por así decir.

Pero también entendí que las autoridades no se estaban tomando en serio al coronavirus.

Por suerte, nuestro club lo entendió e inmediatamente se decretó el receso inmediato de todas las actividades.

Recién pocos días después, las autoridades sanitarias del Land reaccionaron en el mismo sentido, y eso a pesar de que el fútbol es un deporte de contacto, en el que se comparten los vestuarios y hasta las botellas de agua, y hay muchos abrazos.

Y todo eso para no mencionar (extraña expresión) lo que ocurre en los estadios, especialmente entre los miembros de una barra o peña de aficionados, tan propensos a abrazarse, celebrar o llorar, y viajar y beber juntos.

(Ahora se está investigando hasta qué punto, partidos con afluencia masiva de público, como algunos de la Liga de Campeones, pudieron potenciar la difusión del virus. Lo he leído aquí.)

Alguna vez habrá que investigar hasta qué punto el fútbol, como actividad masiva, ha podido influir también masivamente en la difusión del corona.

Por lo menos acá en Alemania.

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2. Una familia común y corriente

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Me enteré de su caso por mi esposa, que conoce al hijo, un niño de dos años.

Se trata de una familia del pueblo vecino, los tres enfermos, con fiebre los padres, y cuarentenados por orden de las autoridades sanitarias.

Antes debo explicar que Alemania es un gran conjunto de estados federados con un sistema que funciona bastante bien, entre otras razones, por las características geográficas de su territorio:

Una región de llanuras bajas en el norte, una zona de mesetas centrales y una región montañosa en el sur.

Si alguna vez han oído o leído sobre la importancia de las carreteras en el desarrollo económico de un país, Alemania es un buen ejemplo de ello.

Que uno de los sueños de un austríaco megalomaníaco y tal vez de ascendencia judía y africana (según un estudio publicado por un diario británico, ver la nota aquí) fuera, precisamente, construir 22.000 kilómetros de autopistas y producir cada año un millón y medio de escarabajos, no se debió a la casualidad.

Tampoco el llamado Milagro Económico Alemán.

Pero la descentralización, que permite la transmisión rápida y fiable de tecnología, el desarrollo de la economía y sus productos, además del desplazamiento para trabajar y estudiar, no solo tiene pros.

También contras, como en este caso.

La familia en cuestión, por ejemplo, proviene de una región lejana y no tiene quien se ocupe siquiera de sus compras de subsistencia.

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UNA APLI PARA EL CORONA

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En la segunda década del nuevo milenio una frase se difundió rápidamente:

«Ya hay una apli para eso.»

Para todo había una aplicación, o varias; y, si no la había, pronto se inventaría.

Con nuestro fonos podemos hablar con la abuela que está al otro lado del mundo, informarnos al minuto y formarnos.

Podemos entrenar en casa, ver películas de todo tipo y series. Leer, escuchar música y hasta cocinar, siguiendo las recetas de otros internautas.

El Spiegel fue de los primeros en basar sus informaciones en los datos del Centro de Sistemas, Ciencia e Ingeniería de la universidad John Hopkins de Baltimore.

El CSSE, por sus siglas en inglés, ofrece un enlace gratuito. (Pulsar aquí.)

El cómo recopilan los datos es algo que no me ha quedado muy claro. (Al parecer, no solo se basan en las cifras oficiales, sino que todo un grupo de colaboradores se encarga de rastrear todo tipo informaciones y datos en los medios de comunicación y redes sociales.)

Pero su confiabilidad y seriedad son tales, que la prensa más seria (El País, Spiegel) se basa en sus datos y ya han aparecido otras aplis que los copian.

The Corona Virus App es una de ellas y de las más informativas, visualizables y prácticas. Por ahora, por lo menos.

Aquí el enlace.

Un buen día a todos.

Y un gran codazo.

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HjorgeV

Colonia, viernes 27.03. del ACV I

ALEMANIA SE CA** EN EL CORONA (11)

LA FUNCIÓN EXPONENCIAL (21:24, 26.03.20)

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«El mayor defecto de la especie humana es su incapacidad para entender la función exponencial.»

AL BARLETT (Shanghái, 1913 – Boulder, EEUU) físico

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Imagina que eres un rey.

Cierra los ojos.

Te propondré tres juegos.

Son de adivinanza.

Si ya los conoces, puedes saltearte esta entrada.

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1. El tablero de ajedrez glotón

Este ‘juego’ se lo planteó, según una lejana leyenda, el creador del ajedrez -un antiguo matemático de la India- a un rey, cuando este quiso recompensarlo por su genial invento.

Agradecido, le dio el privilegio de poder escoger él mismo su regalo.

-¿Lo que quiera? -dijo con gesto humilde el matemático.

-¡Por supuesto!

-¿También algo de comer?

-¡Para eso soy el rey y me pertenece todo el reino!

El matemático señaló el tablero de ajedrez que le había traído al soberano.

-Me contentaría con que en la primera casilla hubiera un grano de trigo -dijo-, dos en la segunda, cuatro en la tercera, ocho en la cuarta…

-Dieciséis en la tercera, treintaidós en la cuarta y así sucesivamente -lo interrumpió el rey-. ¡Lo he entendido!

Existen diversos finales de la leyenda.

En uno el rey le entrega dos sacos de trigo y le pide que desaparezca.

En otro encarga a un matemático de su corte que calcule la cantidad.

En uno peor, ordena castigar al matemático por su ofensa.

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El juego consiste en que adivines qué cantidad de trigo (o arroz) necesitarías para cubrir la última casilla del tablero.

Puedes planteárselo a un familiar o amigo (por teléfono o videoconferencia).

Para hacer más atractivo el juego, uno de los paquetes que contienen los granos podría estar abierto.

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2. La montaña de papel

En este juego tienes que calcular una altura.

Supongamos que tienes una hoja de papel, del típico formato A4, con un gramaje de 80 g/m².

Y que puedes plegarla por la mitad cuantas veces quieras.

¿Qué altura llegará a tener después de doblarla 30 veces?

¿Hasta la cadera o tu hombro? ¿O más?

Como ayuda, te diré que el grosor de la hoja es de 0,1 mm.

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3. Las botas de siete leguas

En este juego podrás desplazarte a tu gusto, evadiendo (mentalmente) la prohibición de salir a la calle.

Imagina a dos personas.

La primera puede dar 30 pasos y puede hacerlo saltando si lo desea.

La segunda eres tú y tendrás a tu disposición botas de siete leguas que te permitirán avanzar primero 1 metro, luego 2, 4, 8, etc.

La pregunta es:

¿Qué tan lejos llegarás tras 30 pasos? ¿Hasta la comarca vecina?

*

EL REY SOMOS NOSOTROS

Consultando una de las tantas aplicaciones que ya existen para consultar las cifras, estadísticas y curvas de la pandemia corónica, es posible analizar su expansión por todo el mundo.

Tomemos el caso de Italia, por ejemplo.

(Pulsar aquí.)

Según el gráfico, que aparece debajo de las cifras correspondientes a ese país, alrededor del 14 de marzo (hace 12 días) ya había allí más de 2.000 muertes.

Hoy (jueves 26.03.) ya son más de 80.000 y en apenas un par de días serán 100.000.

Dicho en otras palabras:

Italia habrá pasado de 2.000 muertes a 100.000 en solo dos semanas aproximadamente.

*

Veamos ahora las cifras de nuestros tres juegos:

1) Al casillero número 64 (aquí puedes ver el cálculo de la Wikipedia) le correspondería la producción mundial anual de trigo de casi 1.200 años.

*

2) Tras plegar 30 veces la hoja de papel, se habrá alcanzado una altura de 100 km.

(Alguien ya ha calculado que si pudieras plegarlo 103 veces, su altura sería mayor que el diámetro del Universo observable.)

*

3) Tras 30 pasos con las botas de siete leguas, habrás dado 30 veces la vuelta a la Tierra.

*

Todos nosotros somos como el rey de la leyenda.

Estamos en medio de una expansión exponencial de un virus especialmente ágil y veloz, y, como decía Al Bartlett (experto en aritmética, población y energía), somos incapaces de entenderlo.

*

UN COMENTARIO MACABRO

Esta tarde arribó un comentario macabro a este cuaderno que cuenta.

Macabro, pero también perverso, porque, en medio de una situación así, alguien se permite aprovecharse de ella para hacer proselitismo, en este caso en favor de una religión.

El comentario refería el caso (que debe ser cierto) de un médico italiano, ateo para más señas, que había pasado de curar a tener que decidir, entre cientos de moribundos, a quien quitarle el respirador.

Recién al encontrar a dios, el médico en cuestión había podido encontrar la paz.

*

Ignoro si dios, o un creador, existe.

No me interesa, en realidad. El tema me aburre.

Y no tengo nada en contra de que cada quien crea lo que desee.

Es algo personal.

(Por lo demás, me lo imagino a ese dios angustiado, no solo por su malhechura –especialmente notable en estos tiempos corónicos-, sino también porque ya debe haber llegado a imaginar la posibilidad de haber sido creado por otro ser, superior, a quien no conoce y solo puede imaginar, como nosotros.)

*

Explico lo de macabro y perverso.

Supongamos que ese dios exista.

Entonces solo caben dos posibilidades:

Es responsable del más del medio millón de infectados actuales por el corona (que dentro de pocos días serán un millón).

O no lo es.

Si lo es, entonces el médico italiano ha pasado de Guatemala a Guatepeor.

Si no lo es, estamos hablando de un dios irresponsable.

(Llámame blasfemo. Me crearon así.)

*

Como sea.

Las religiones existen porque el cerebro humano que nos ha permitido llegar a la Luna y leer estas líneas en un artilugio impensable una generación atrás, ese cerebro no es incapaz de entender la función exponencial, tampoco soporta la incertidumbre y siempre prefiere la coherencia.

Todo tiene que tener una explicación.

Y si no la conoce -o no la encuentra- la inventa.

Ahí están las más de 4.000 religiones vivas en el mundo, además de las ya extintas.

O sea, casi tantas como idiomas hay y hubo.

*

Al virus le importa un pepino todo eso.

El está concentrado en su vertiginosa expansión, sin preocuparse por inútiles disquisiciones teológicas.

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HjorgeV

Colonia, jueves 26 de marzo del ACV I

ALEMANIA SE CA** EN EL CORONA (10)

SOBRE CÓMO VOLVER AL PASADO (11:55, martes 26.03.20)

Desde hace varios días ya no hay test suficientes, aunque se dice que actualmente se realizan medio millón por semana.

Apenas hay máscaras donde se necesita con urgencia. Y, encima, desaparecen. (Seis millones anteayer. No es un chiste.)

Y, pronto, imagino (espero equivocarme profundamente) tampoco respiradores.

*

En un caso de emergencia mundial como este, ¿no podría asumir cierto ramo de la industria la tarea, por lo menos en algo tan simple como las máscaras?

No digo ya intervenir un par de fábricas, como en una economía de guerra.

Sino ofrecerle a alguien –un puñado de empresas-, acaso el negocio de su vida.

¿No tienen una excelente reputación la industria y los ingenieros alemanes?

Y eso para poner un solo ejemplo.

*

Por lo demás, notable cómo el capital se mantiene agazapado (tan rápido y efectivo a la hora de pedir rescates), sin comprometerse apenas, esperando el zarpazo (supongo: es su naturaleza y lo demuestra con fiereza cada nueva vez) que le permitirá multiplicar aún más sus ganancias.

¿Piensan que exagero con la situación de Alemania?

*

Aquí una sarta de perlas recogidas al azar entre anoche y esta mañana en diversos medios alemanes:

(Para comprobar las fuentes, bastará guglear entre comillas el texto en alemán.)

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Die Fußball-Bundesliga plant ihre Auszeit erst einmal bis Ende April.

«La Bundesliga planea por ahora su receso para finales de abril.»

(O sea, la Bundesliga sueña, como el resto del país, con que en un mes, pasará todo. Por lo menos ya han empezado a rogar que se haga sin público inicialmente.)

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Die Zahl der gemeldeten Fälle steige zwar weiter an, doch die exponentielle Wachstumskurve flache etwas ab.

«El número de positivos sigue aumentando, pero la curva del crecimiento exponencial se aplana un poco.»

(Basta ver la curva para ver que la difusión y letalidad del virus sigue mostrando su carácter creciente. Obviamente, su desarrollo es irregular. Pero quien quiera ver en días menos letales un fin cercano, podría pasarle como en Italia o España, que el tigre que retrocedía, pero solo para volver a atacar. Espero estar equivocándome por completo, por supuesto.)

*

Es gibt überhaupt keinen Grund für die Menschen, zu ihrem eigenen Schutz im normalen Leben Atemmasken zu tragen, bei den Maßnahmen, die jetzt getroffen werden.

«No existe una sola razón, en el marco de las nuevas medidas restrictivas, para que la población use máscaras como medio de protección en su vida diaria.» 

*

Wenn die Meinungsforscher durch die Befragung von 2000 oder 4000 repräsentativ ausgewählten Menschen die politische Stimmung ebenso ergründen können wie modische Vorlieben oder Essgewohnheiten, dann würde ein nach denselben Methoden vorgenommener Corona-Test Aufschluss darüber geben, wie weitverbreitet das Virus tatsächlich ist.

Lo resumo:

«Unos 2.000 a 4.000 test podrían permitir saber cuál es la difusión real del virus.»

(¡Ya van medio millón de casos conocidos en todo el mundo, necio! C-o-n-o-c-i-d-o-s.)

*

Dann ließe sich auch besser darüber diskutieren, welche Einschränkungen sinnvoll sind oder nicht. Zurzeit muss die Politik auf der Basis unvollständiger und schnell überholter Zahlen agieren – wie ein Autofahrer, der den Weg im Rückspiegel sucht.

Este es de reír y llorar también, pues, sabiendo cuántos casos hay:

«se podría discutir mejor, qué medidas restrictivas serían sensatas. Por el momento, la política tiene que basarse en cifras incompletas y rápidamente cambiantes para actuar, como un conductor que se guiara solo por el espejo retrovisor.»

Cifras incompletas y rápidamente cambiantes es, precisamente, casi la definición de una expansión viral exponencial. Algo que, por lo visto, ni los políticos ni los periodistas lo entienden.

Y eso que Alemania va en el quinto lugar de la lista mundial de países afectados.

*

UNA PREOCUPACIÓN BÁSICAMENTE ESTÉTICA

Mientras tanto, la prensa sensacionalista ocupada en resaltar casos, eh…, sensacionalistas:

Un tipo que recibía ayuda social y que llegó luego a jefe, ahora podría volver a perderlo todo; o el suicidio de una empresaria que perdió su pequeño imperio en pocos días.

Consecuencia: la gente reacciona con rabia.

Que no puede desahogársela con el virus.

Por lo que se frustra.

Y, al final, vuelve a la rueda, al carrusel de lo sensacional. Y a empezar de nuevo.

*

También está el simple truco de animar, alentar («Mut machen»). Pero como solución.

Y, entre todo eso:

Las alarmas de ahí viene el tigre:

«¿Se agotarán pronto ciertos productos de primera necesidad?»

*

Tal vez lo que paraliza a los dirigentes alemanes es la gran preocupación, por ahora, no sobre cómo se hará para salir de la crisis, o cuánto y cómo tendrá que cambiar como país y sociedad, sino sobre cómo hacer para que todo vuelva al estado ‘original’ de hace mes y medio.

O sea, la preocupación por el Wohlstand: el estilo de vida, el bienestar, la riqueza.

En otras palabras: por el consumo, que no es otra cosa que el qué-dirán.

*

Se alzan las voces de quienes le exigen al gobierno que reaccione porque habrá Wohlstandsveluste, pérdidas de ese bienestar, de riqueza, del estatus.

Ese tipo de noticias tranquilizan por un lado, pues se ve la presión que se hace sobre los políticos.

Pero, por otro, son simple desfogue.

Pues en el momento actual lo único que se sabe con seguridad es que no sabemos qué pasará.

(En realidad, siempre fue así. Solo que no lo queríamos creer y las consecuencias no eran tan graves tampoco.)

*

Imagínense al dueño de un Porsche (pronunciar la e final: es un nombre alemán, no inglés ni francés) en un gran accidente sobre una autopista, del que no se sabe su extensión ni la duración de la tarea de rescate.

Atascado como cientos de automovilistas, el del Porsche le exige a la policía que lo dejen pasar porque tiene negocios urgentes y pendientes.

-Ni siquiera sabemos si la localidad a la que se dirige aún existe -le dice un policía.

-¡Y a mí que me importa! ¡Los negocios no pueden esperar, necio!

*

Las noticias sensacionalistas tienen otro efecto, de ahí la masa adicta a ellas.

Además de ‘tranquilizar’ (porque no es a mí a quien le suceden las desgracias, o me imagino en la piel de un famoso), actúan como pegamento tribal, pues permite y facilita el contacto con amigos y familiares, haciéndolos reír, por ejemplo (¿qué más se les podría decir sino?).

Propagándose así, rápidamente también, como un virus, hasta convertirse en ley.

*

Curiosamente, nuevos detalle, como el del que el virus podría sobrevivir en la ropa varios días o, según un estudio alemán, hasta 9 días en algunas superficies bajo ciertas condiciones, apenas se ha propagado.

Tal vez por ser verdaderamente terroríficos.

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Resumiendo:

Alemania no está pensando en cómo salir de la crisis cuando esta acabe, si acaba.

Solo está deseando que lo haga pronto.

*

Alemania no está pensando en cómo cambiará todo: el sistema educativo, la economía, el turismo, las relaciones sociales y familiares, el deporte, los espectáculos, el sistema sanitario.

Alemania solo observa con pánico las ventajas y comodidades que ha empezado a perder.

*

Yérmani no está pensando en la posibilidad de un mundo mejor, la que abre esta crisis mundial.

Está pensando en cómo volver al pasado, a lo que era hasta hace un par de semanas.

Pero solo cerrando los ojos y deseándolo con fuerza, porque así lo quiero y así será porque yo lo digo.

¿Aprenderá de la experiencia española e italiana?

¿O seguirá mirándose el ombligo, sumida en su preocupación estética?

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HjorgeV

Colonia, jueves 26.03. del ACV I

ALEMANIA SE CA** EN EL CORONA (9)

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UNA DE TERROR (23:24, miércoles 25.03.20)

¿Cómo decirlo de una forma concisa, clara y plana, no dramática (para evitar que se active el instinto que nos lleva al «modo supervivencia» en fracción de segundos, o sea a huir o luchar)?

¿Argumentar que España, un país europeo, hoy (25 de marzo) acaba de superar con 3.435 muertes corónicas a China, pasando al segundo lugar en el mundo?

(Aquí una aplicación que replica los datos de la universidad John Hopkins.)

¿Que Italia, otro país europeo, ya duplicó esa cifra (~3.285) solo anteayer y que apenas en un par de días la triplicará?

¿Que Alemania no está en el Polo Norte y que pronto será alcanzada por la ola viral, como a toda una serie de países europeos que siguen sin usar máscaras ni cerrar el transporte público, para mencionar solo dos medidas watsianas (por elementales)?

(Los chinos no pueden entender que los europeos no lleven máscaras, como, por fin, empieza a reconocer la prensa alemana.)

¿O está confiando Yérmani en un otro Milagro (Económico) Alemán?

Tal vez, en el fondo, no esté sucediendo otra cosa que lo que menciona el psiquiatra Antonio Bulbena:

«Cuando la alarma es inespecífica en el espacio y el tiempo como ocurre con este virus, el cuerpo usa una gran cantidad de energía física y mental para afrontar una amenaza que no puede atajar, y se traduce en más tensión, más ansiedad y más susceptibilidad.»

O sea, simple escapismo.

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Un neurocientífico me advertiría que, una vez que una persona se ha encerrado en su nicho de creencias (no necesariamente probadas: ahí está el caso de las religiones), todos los demás argumentos en contra solo conseguirán que se reafirme en los suyos.

Es el llamado sesgo de confirmación.

(Tal vez por eso uno de mis hermanos ha dicho que está tan aburrido con la cuarentena obligatoria, que hasta les abriría la puerta a los Testigos de Jehová.)

Lo bueno es que ya podemos sacar una gran enseñanza de esta crisis mundial:

El sistema educativo tendrá que reinventarse.

Su mantra sobre la necesidad de formar (cebar) carne de cañón para la industria ya no es válida (nunca lo fue, pues nunca tuvimos un planeta de repuesto).

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El europeo promedio sabe leer.

Sabe contar. Multiplicar, ya, bueno, más o menos.

Mejor no hablemos de dividir ni sacar la raíz cuadrada.

Y eso para no hablar de la historia del arte, química, física o geografía.

(Una vez le dije a alguien que venía del Perú. “¿En Sudáfrica, no?”, me dijo. “Sí”, respondí. Y no es un chiste.)

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A las escuelas les bastaría con enseñar:

1. La función exponencial. (El tema de mañana en esta bitácora.)

2. A vivir con una actitud mental crítica permanente. (Adiós cursos de religión, los «Sí, jefe».)

3. A vivir sanamente: moverse tendría que ser la principal actividad escolar, que no debería abandonarse hasta el sarcófago.

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Empecé a escribir estas líneas después de regresar de un paseo por los campos de esta zona de Renania del Norte-Westfalia.

Antes había estado en dos supermercados de dos puebluchos vecinos.

(No hay que engañarse: son puebluchos, pero de ellos está lleno este Land, geográficamente muy plano -o sea, muy bien comunicado- como toda Alemania y una de las razones que podrían explicar la expansión del virus en esta región, actualmente puntera en las estadísticas de infectados y muertes. Más adelante volveré al tema de la geografía.)

Cuando pase todo (es un decir: el mundo ya quedó marcado de tal forma que viviremos preparados para la siguiente pandemia, por lo que nada volverá a ser como antes: sueldos, seguros, planes de jubilación, estadios, conciertos, transporte, mercados, viajes, vacaciones) se recordará como una película de terror, ese momento en que la bella pasea inocentemente justo antes de que el monstruo la ataque:

Se recordará la testarudez de toda una nación (hablo sobre lo que observo -Alemania-, pero seguro que otros países europeos van por la misma senda).

Que debió recurrirse más a la neurociencia.

Que el negocio de muchos medios fue crear pánico y un ambiente de aquí-no-pasa-nada para poder volver a crear pánico y vender más.

Se sabrá que el mayor peligro del exceso de información es que llega un punto en que la gente empieza a desentenderse de la lluvia noticiera y se recluye en creencias infundadas. Y peligrosas.

En el Wir schaffen das” (“Lo conseguiremos”) como mantra, pero sin ser consecuentes en todo lo demás.

Fuerza mental pura.

Si por lo menos matara de risa al virus.

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Veremos cómo algo tan valioso e importante como es el juego democrático (en el que las llamadas fuerzas vivas de la sociedad luchan y se oponen a todo tipo de métodos dictatoriales) puede llevar a perjudicar gravemente a la misma población que lo impulsa.

Toda una paradoja.

Que el incompetente no sabe, por definición, que es incompetente.

Y que lo único que nos puede salvar de líderes incompetentes es una permanente e informada actitud crítica.

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Me quedé asombrado esta mañana:

En el primer supermercado una sola persona con máscara.

Marcas sobre el suelo (los famosos 1,5 m), que apenas se respetaban, solo en la zona de pago.

De no haber sabido que Alemania se encontraba justo a punto de colapsar (lo dicen las estadísticas: hoy 200 muertos, la próxima semana ya serán 1.000 y recién entonces, demasiado tarde, empezará a despertar este país), no hubiera notado nada especial.

Solo en el siguiente supermercado se hicieron patentes estos tiempos corónicos: muchos ancianos llevaban mascarillas, y las demarcaciones sobre el suelo eran de 3 metros.

Luego en la radio:

Un ambiente festivo, como si uno acabara de salir de un manicomio, donde había una epidemia que solo era el producto de una mente enajenada, y no se hubiera enterado de que había empezado el Mundial.

«Mut machen» (‘alentar’, ‘infundir coraje’), era la consigna radial.

¿Por llevar ni una semana en casa, y eso pudiendo salir de a dos, a pasear y a hacer deporte, usar el transporte público e ir a comprar hamburguesas al McDonald’s?

Y menos si nadie sabe cuánto durará la pandemia. Ni la crisis correspondiente.

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Luego el paseo por los campos vecinos.

Un sol radiante. Temperaturas ideales para un paseo al aire libre (14ºC).

Parejas, familias y algunos solitarios, muchos con sus perros.

¿Y si resulta que parte de los contagios se debió a los perros?

Parece que son inmunes, sí, pero podrían ser un medio de transporte: con sus hocicos que tanto besan a humanos como olfatean el ano de otros perros.

(El nuestro suele interesarse por la boñiga de los caballos. Incluso comerla.)

Quiero decir que un encuentro de perros es, literalmente, un intercambio exhaustivo de partículas y gérmenes de todo tipo.

Me impactó especialmente una imagen:

Un can suelto, bello, cuyo dueño no podía alcanzarlo, acercándose hasta donde estaba un padre con su hijo pequeño.

El dueño del perro gritándole que era inofensivo.

El padre y el niño acariciando al perro, sobándole el hocico y las orejas.

De película de terror.

Mañana volveré a la carga.

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HjorgeV

Colonia, miércoles 25.03. del ACV I

«TIEMPOS Y JUEGOS CORÓNICOS»

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El mundo al revés. ǂ Verrückte Welt.

No hay quedado cabeza ǂ Kein Hut ist auf irgendeinem

con dueño. ǂ Kopf geblieben.

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Tan repentino, ǂ So plötzlich,

inesperado y violento ha ǂ unerwartet und gewaltig kam

sido el huracán viral. ǂ der virale Hurrikan.

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Nada de lo que fue, parece ǂ Nichts was es war, scheint

poder ǂ wieder

volver a ser otra vez. Y eso ǂ sein zu können. Und das

que recién estamos ǂ ist nur der

al comienzo ǂ Anfang.

.

Alguna vez recordaremos ǂ Irgendwann werden

estos días, ǂ wir uns an diese Tage

bien como ǂ entweder als

La Gran Chance o La Mayor ǂ die Große Chance oder die Größte

Bancarrota de la historia. O ambas ǂ Pleite erinnern. Beides ginge

a la vez (mejor que solo lo segundo). ǂ auch, lieber als nur das zweite.

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Interesantes, sanos o insanos, ǂ Interessante, gesunde (oder nicht)

pero prometedores ǂ aber versprechende

días, meses, semanas. ǂ Tage, Monate, Wochen.

.

El tiempo se ǂ Zeit, die ging

fue volando de golpe, solo para ǂ auf einmal so schnell weg nur um

regresar y detenerse como si fuera ǂ stehen bleiben

para siempre. ǂ zu können.

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HjorgeV

Colonia, martes 24.03. del ACV I

ALEMANIA SE CA** EN EL CORONA (8)

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EFECTOS DEL EXCESO DE INFORMACIÓN (07:12, martes 24.03.20)

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Uno de los efectos más comunes y probables del exceso de información es la desinformación.

Es, simplemente, imposible procesar tanta información, y menos digerirla y administrarla convenientemente en nuestro cerebro.

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Me fascinan los humanos, su comportamiento extraño, intrincado, errático.

Tan impredecible, muchas veces, como el gordo de la lotería, por así decir.

Otras veces veces, si bien no deducible, sí permite, por lo menos, sacar conclusiones, probar explicaciones.

Es lo que intento en estos días con la extraña conducta de mis convivientes, los compatriotas de Heinrich Böll y Alexander von Humboldt, ante la pandemia.

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Tratando de informarme concienzudamente para continuar con mi lista de posibles razones (por las que Alemania sigue sin reaccionar del todo ante la propagación exponencial del virus), he vuelto a notar algo.

Aunque es obvio, apenas se menciona negativamente (¿cómo quejarse, si la consecuencia sería callarse uno mismo?):

El exceso de información que menciono.

Y eso, en una era -la digital- caracterizada por una verdadera Red que muchas veces llega a ser errática y abrumante, y que ya es como la biblioteca infinita con que soñaba Borges, pero también un descomunal vertedero, un gran basural inmundo.

Y todo está mezclado en él, lo bueno y lo malo, lo valioso y despreciable, lo importante y desechable.

Codo a codo, en esta era de codazos, ya no de abrazos.

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UNIVERSO 25

Con un poco de suerte y empeño, pero también tacto y prudencia, la Red te regala de cuando en cuando verdaderos tesoros, antes totalmente desconocidos e inimaginables para ti.

Informaciones, datos y hechos que propician preguntas, que, a su vez, son las que suelen guiar y alentar el trabajo de científicos, profesionales, artesanos y artistas, y simples curiosos como este servidor.

La pregunta, por ejemplo, sobre hasta qué punto la situación corónica actual (el comportamiento grupal en plena pandemia) podría tener paralelismos con el de las ratas del experimento del etólogo John B. Calhoun, Universo 25.

En él, Calhoun empezó a notar conductas extrañas como reacción al estrés causado por la superpoblación:

Los 8 roedores iniciales se reprodujeron en condiciones alimentarias ideales hasta llegar a ser 2.200.

Entonces empezó la catástrofe, la implosión.

Entre esas extrañas conductas, le llamó especialmente la atención una:

El desprendimiento social de un grupo que él llamó Los Bellos:

Individuos que, empezando a apartarse del resto de la población, crearon una reacción en cadena que desembocó en su extinción total.

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Obviamente, se trataba de una jaula de unos pocos metros cuadrados.

No del inmenso planeta que habitamos y destruimos.

Para mencionar una sola diferencia.

Pero me pregunto si ciertas conductas especialmente anómalas actuales, por lo menos aquí en Alemania, podrían explicarse por ese exceso informativo.

Bastaría que nuestro ‘sistema instintivo’ lo perciba como una superpoblación agresiva: miles y miles de voces, griteríos, exhortaciones, datos, cifras y noticias, muchas falseadas o, simplemente inútiles.

O sea, ¿hasta qué punto el exceso de información -la superpoblación informativa- puede crear un efecto parecido y provocar que las personas empiecen a descolgarse?

Lo he observado entre mis colegas.

Algunos ya han empezado a adoptar una actitud sectaria, creándose nichos determinados o definidos por creencias.

Y las creencias, ya sabemos, no admiten discusión.

*

El hecho de que Alemania se niegue a usar mascarillas, por ejemplo.

Bastaría un ejemplo (un solo positivo asintomático sin mascarilla, pero con una ligera tos, en el transporte público) para convencer de la importante urgencia de su uso.

O las recomendaciones de los médicos chinos, que abroncaron a los italianos por mantener aún abierto el transporte público.

O la simple imitación, pues los humanos solemos copiar lo exitoso y efectivo:

Y una de las estrategias más notables de quienes lograron vencer en muy corto plazo al virus (aún no se sabe si definitivamente) fue la mascarilla.

Me ocuparé más adelante del tema.

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Llegué a la misma pregunta tras leer que la epidemia se estaba extendiendo en España mucho más rápido y ampliamente que en Italia, donde el número de muertes ya ha doblado el de China (de la que Europa se burlaba inicialmente).

Según el artículo en cuestión, la rápida (virulenta) dispersión del corona podría haber sido catapultada por la movilidad que se desató en los días previos a la declaración del estado de alarma.

Solo el 13 de marzo, la Dirección General de Tráfico informaba del colapso (4 kilómetros de atascos) en las principales carreteras de Madrid: la A4, autovía de Andalucía, y la A3, de Valencia.

También está el caso de cientos de barceloneses que, cuando las autoridades ya habían cerrado los comercios y las estaciones de invierno, se desplazaban a sus segundas residencias en la Cerdanya.

¿Se dará también algo así acá en Alemania?

Solo conozco un caso: el de un millonario que vive en el pueblo vecino y es un personaje televisivo.

Apenas se cerraron los comercios y restaurantes huyó a la costa alicantina.

De cuando en cuando me envía algún video o foto (lo ayudé con unas traducciones y trámites, y le gusta practicar mi lengua materna, pasando al alemán cuando se atasca).

Fantásticas vistas desde el peñón de Ifach o las montañas de Calpe.

Él solo allá.

Desprendido del mundo.

Como una ratita del experimento de Calhoun.

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HjorgeV

Colonia, 08:07 del 24 de marzo del ACV I