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PROTAGONISTAS DE UNA SERIE (PERO SIN MÁSCARA) (Martes 31.03., 22:40)
¿Cómo no creer que lo que estamos viviendo es ficción pura, como si, de repente, sin recordar ya en qué momento exactamente, nos hubiéramos acercado demasiado a nuestra pantalla o monitor y caído como por el túnel vertical de una moderna madriguera?
Ahora estamos, como Alicia, en las Antipáticas.
Y desnudos, como el rey del cuento.
Y miles, millones de terrícolas, países enteros, no pueden terminar de creérselo.
Y, por lo tanto, tampoco aceptarlo.
(Eso es bueno, pues si no se acepta o reconoce un problema, este no existe.
Magnífica estrategia.
Hasta que la realidad nos despierta de un sopapo, claro.)
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El ser humano, las personas, no podemos ver, captar, la realidad en su conjunto.
Además solo accedemos a una interpretación que de ella hace nuestro cerebro (también limitado en sus funciones).
Por una parte, porque sería físicamente imposible que pudiéramos captar todos los detalles físicos de nuestro entorno.
Y, por otra, porque no podríamos procesar tanta información.
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Por lo menos no en tiempo real ni toda a la vez, para no hablar del tiempo que nos tomaría hacerlo.
Distancias, posiciones, movimientos, aceleraciones, desaceleraciones; temperaturas, cambios atmosféricos; ruidos, sabores, colores, olores y demás características físicas, además de las reacciones que provocan en nosotros; más objetos, animales, otros humanos con sus gestos, voces, insinuaciones y el resto de nuestro lenguaje no hablado.
(Otra vez, como en el caso corónico, las cifras inconmensurables se burlan de nosotros.)
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Borges se quedó corto con Ireneo Funes, el memorioso:
Nosotros, de un vistazo, percibimos tres copas en una mesa; Funes, todos los vástagos y racimos y frutos que comprende una parra. Sabía las formas de las nubes australes del amanecer del treinta de abril de mil ochocientos ochenta y dos y podía compararlas en el recuerdo con las vetas de un libro en pasta española que sólo había mirado una vez y con las líneas de la espuma que un remo levantó en el Río Negro la víspera de la acción del Quebracho. Esos recuerdos no eran simples; cada imagen visual estaba ligada a sensaciones musculares, térmicas, etc. Podía reconstruir todos los sueños, todos los entresueños. Dos o tres veces había reconstruido un día entero; no había dudado nunca, pero cada reconstrucción había requerido un día entero. Me dijo: Más recuerdos tengo yo solo que los que habrán tenido todos los hombres desde que el mundo es mundo.
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Como es imposible captar la totalidad de la información del mundo exterior, solo lo vemos parcialmente.
Concentrando nuestra atención en una parte o partes de esa realidad.
E incluso eso, lo vemos también solo parcialmente.
El resto lo completa, se lo inventa nuestro cerebro, siempre de acuerdo a nuestra propia experiencia y nuestra particular forma de ser, productos ambos de nuestra especial constitución e historia, únicas, pues cada persona es un universo aparte.
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Así, lo que para unos es grande o mucho, para otros puede ser pequeño o poco.
Lo que se percibe como incómodo, podría ser agradable para otros.
Un mismo dolor (un clavo que penetra nuestra mano, por ejemplo), su percepción y aceptación -o negación-, varían en una misma persona.
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¿Lo que observo en Alemania es la percepción y experiencia común, promedio o representativa?
¿O está influida por mi condición de extranjero?
Obviamente, lo está: con todo lo malo y bueno que eso pueda significar (por lo menos para dicha observación).
Y, ¿en qué medida?
Me atormenta pensar que podría estar siendo injusto con mis convivientes.
Además de impreciso.
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«ESTO PASARÁ PRONTO»
Una de las frases que más escucho en esta región de Renania del Norte-Westfalia últimamente, es la siguiente:
-Es ist eh alles gleich vorbei!
Algo así como:
«(De qué se preocupan si) ¡esto ya está por acabarse!»
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Otro personaje me dijo algo para encuadernar:
«Mis opiniones sobre el corona no encajan con las tendencias de moda.»
Estuve a punto de aplaudirlo, pues lo dijo con el talante de quien presenta una prenda de vestir o una nueva canción.
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Ya tengo dos frases favoritas:
1) Das geht nicht!
«Eso no es posible/ No va / No funciona / Ni hablar»
(Como reacción cuando menciono que no es posible hacer vaticinios sobre algo que nunca se ha vivido antes, pues, aunque la humanidad ya sabe lo que es sufrir la peste, el cólera y la gripe asesina, no sabe cómo enfrentar a un virus tan agresivo, sutil, ágil, rápido y felón -tendría que inventarse el término espaldero- que solo necesitó unas cuantas semanas para propagarse por el mundo entero: gran ejemplo de globalización.)
2) Es reicht!
«¡Basta!» «¡Alto!»
El corona, por supuesto, se ríe.
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MILENIALES CON MÁSCARA
El gobierno alemán tendría que contratar a un grupo de jóvenes guapos y modernos para que se luzcan con sus máscaras en las redes sociales y en la televisión.
También podría pagarle cierta suma a cada milenial para que salga con su máscara a la calle.
No son los ancianos:
El verdadero grupo de riesgo son los jóvenes.
Por su alta movilidad, porque suelen ser asintomáticos aún siendo positivos y por su exceso de confianza.
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JENA DA EL EJEMPLO
Pero Alemania empieza a despertar.
La ciudad de Jena exigirá el uso de mascarilla a toda su población desde la próxima semana.
Uno de lo argumentos para no usar máscara (como ejemplo de su negativa a tomarse el corona en serio) ha sido que no había/hay suficientes.
¿En una de las primeras industrias mundiales, con la mayoría de sus factorías y fábricas en receso, de esas capaces de reaccionar a cualquier moda o hype en solo días?
Otro de los argumentos defendidos acá en Alemania (y avalado por la Organización Mundial de la Salud), es que una persona sana, sin síntomas, no necesita usar mascarilla.
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De acuerdo.
Pero, ¿quién sabe si es negativo o no?
Y, aún habiendo sido declarado como negativo ayer:
¿Cómo puedes saber que sigues siéndolo hoy?
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Los cinturones de seguridad para los automovilistas y las canilleras para los futbolistas son ejemplos de medidas o precauciones que muy rara vez son necesarias.
Y, por sí solas, no salva necesariamente vidas la primera, ni evita graves lesiones la segunda.
Pero contribuyen a evitarlas.
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Lo sabe el vulgo:
Persona precavida vale por dos.
¿Lo entenderán nuestros líderes alemanes (y otros europeos)?
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HjorgeV
Colonia, martes 31.03. del ACV I