EL TERREMOTO DE PISCO

Así tiene que ser el fin del mundo. O la Tercera Guerra Mundial.

Gran parte de la ciudad está en escombros. Totalmente destruidas calles enteras de la ciudad.

La gente durmiendo en la vía pública o en el estadio del lugar, tapándose con lo que buenamente pudo rescatar de sus casas o lo que ha quedado de ellas. Sus muertos están descansando sobre las pistas y veredas, no muy lejos de ellos.

Todos agradecidos de que no sea verano porque sino estarían pudriéndose rápidamente. Muchos han empezado a enterrarlos en fosas comunes del cementerio, porque no es posible esperar tanto.

En cambio, pasan frío en la noche. Un frío que desconocían. ¿Quién duerme en las calles a la intemperie?

Ahora saben lo que es eso. Saben lo que es bajar al escalón más bajo. Tener que recurrir a cartones o periódicos desechados para combatir al frío.

Batallones del ejército patrullan las calles en previsión de pillajes. Un puente de la Panamericana Sur se ha derrumbado y las demás vías de acceso están dañadas o bloqueadas, de tal manera que no puede llegar toda la ayuda que se necesita.

Hay gente que espera ser rescatada de donde está sin que nadie lo sepa, porque ha sido sepultada por toneladas de tierra, piedra y cemento. ¿Qué pensarán? ¿Qué pensamientos pasarán por sus mentes? ¿O se llega a un estado de indolencia, donde ya todo da igual y solo se desea el final?

Los automóviles que antes marcaban el ritmo de la ciudad, están detenidos en las calles, pero no por algún semáforo. La carga que llevan encima no es para ninguna construcción. ¿Quién ha visto automóviles llevando grandes cargas de desmonte sobre su techo? Sus ocupantes no los han abandonado porque los neumáticos han perdido aire: han sido aplastados. Los que tuvieron suerte reconocieron a tiempo el peligro y se pusieron a salvo.

Esto no es Beirut. Esto es el terremoto de Pisco. De Pisco pueblo, Pisco puerto, Pisco playa. Esta población, fundada en 1640 al lado de una que ya existía entonces, no es un invento de ningún comerciante para vender más pisco. Pisco existe.

Nadie sabía cómo se hacía una fogata pero han tenido que encender fogatas porque el frío es tremendo, sobre todo en las horas de la madrugada. En este remanso geográfico que alguna vez fue solo de pescadores.

El lugar adonde se habría podido dirigir la población por su religión cristiana no puede ser visitado. Lo poco que queda de la iglesia es custodiado por bomberos y socorristas que esperan la llegada de algún vehículo de carga o una grúa.

El presidente se pasea por las calles desoladas, desvastadas y con sus muertos regados por aquí y por allá esperando un ataúd. En las imágenes de la televisión apenas se reconoce a sus guardaespaldas. Da la impresión que no tiene nada que temer. Absolutamente nada que temer. ¿Qué puede temer? ¿Qué puede ser peor que una catástrofe natural? ¿De quién se tendría que cuidar entonces ahora?

(Pocos presidentes del mundo podrían atreverse a hacer algo así. Pero no es su mérito, es el de los apacibles pisqueños.)

plaza-de-armas-pisco-2.jpg

Una guerra tiene sus causantes.

Casi siempre hombres, quienes, cómodamente sentados, alimentados y servidos en sus puestos de mando, dan la orden de matar a otros seres humanos. Después, esperan que los condecoren y les pongan un monumento.

Pero, ¿a un desastre natural, qué se le puede reclamar? No se puede decir que es designio divino porque entonces estaría claro el carácter veleidoso del ente en el que creen.

Recuerdo que de niño, cuando me iba a visitar el puerto norteño de donde era mi abuela, después del terremoto del 70 –de igual magnitud-, los lugareños se reían recordando cómo habían visto caer las casas, cómo había sido imposible tratar de dar siquiera un par de pasos durante el sismo. Cuando hablaban de los pocos muertos, callaban, pero sin perder las ganas de vivir.

A mí me parecía imposible que pudieran hacer tanto corazón de tan pocas tripas.

Y pasó el tiempo y olvidaron sus casas destruidas. Y empezaron de nuevo y obraron bien porque a la naturaleza no se le puede reclamar y hay que aprender a respetarla. Y no dejaron nunca de reír, ni dejaron de lado su buen humor ante la adversidad.

(¿Cómo sabían que lo material se abandona a más tardar debajo de una tonelada de piedras y cemento, o cuando nos tapa una superficie de madera que ojalá haya sido pulida antes?

¿Cómo es posible que otros se pasen la vida haciendo algo que en verdad no les gusta, para acumular lo que nunca van a poder gastar y muchas veces solo para hacer impresionar un buen rato a quienes odian, detestan o solo miran por sobre el hombro?)

(Lo decía Emile Henry Gauvreay.)

Sospecho que estaban agradecidos por haber sobrevivido y que cuando eso sucede, se aprende a ver las cosas con otros ojos. Más humanos, más realistas, más conscientes de que todo esto acaba para todos y cada uno de nosotros algún día y que más vale estar en paz con nuestros semejantes y con todos los seres vivientes de esta Tierra.

Con esta Tierra misma.

Los gusanos no se alimentan de billetes ni de oro. La vida está aquí. Y mucho no se necesita, verdaderamente. Ser solidario alimenta a dos: al que da y al que recibe.

El que no se arredra ante los golpes de la vida, ayuda a los demás. El que sonríe después que lo ha golpeado la adversidad ayuda a por lo menos dos: a sí mismo y a los demás. Eso me enseñaron esos peruanos después del gran terremoto del 70.

Una de las lecciones más humanas que he recibido en mi vida.

Ya lo decía el gran Machado: «Solo el necio confunde el valor con el precio».

Eso es lo mismo que le deseo hoy -de todos mis huesos- a los pisqueños.

                    HjorgeV

                    Pulheim-Sinthern, viernes 17-08-2007

mujer_llora_muerte_hijo_anos_guadalupe.jpg

3 comentarios sobre “EL TERREMOTO DE PISCO

  1. hola a todos le saluda un dannificado de pisco no es posible q despues de 8 meses del terremoto sigamos viviendo en carpas y modulos.. bueno dios los cuide

  2. Soy un poblador de Pisco y es verdad, no se ve nada de reconstrucicón, la gente todavía sigue viviendo en carpas y si se esta dando el bono de 6mil soles pero los precios de los materiales de construccion están por las nubes, no hay control de nada todo está caro en Pisco. Y Pisco ahora es una ciudad sin iglesias ni Hospitales por que no ha quedado ninguno en pie. No se qué se ha hecho con el dinero de los conciertos para las escuelas por que nuestros hijos siguen estudiando en esteras que a su vez funcionan como aulas…
    Gracias a todos los peruanos por sus ayudas que nos dieron después del terremoto.

  3. De verdad mucha trsiteza, me parten el corazon esas imágenes. Yo soy pisqueña y tambien viví el terremoto del 15 de agosto, fue algo inexplicable… cada uno con su propia experiencia.

Deja un comentario